Balance de la estrambótica campaña

Hoy en día carece de sentido que exista una jornada de reflexión, como tampoco se entiende que no se puedan publicar encuestas en los últimos cincos días previos a las elecciones autonómicas y municipales que se celebran mañana. Decimos esto, claro, hasta que caemos en la cuenta de que hoy es el primer día desde la jornada de reflexión de las elecciones andaluzas y será el último hasta la jornada previa a las catalanas en el que se interrumpirá la campaña sin fin en la que están inmersos los políticos. Este descubrimiento súbito le devuelve todo el sentido a la jornada de reflexión. Como mucho, hoy veremos a los candidatos paseando, pero no les escucharemos pedir el voto ni repetir los vacuos eslóganes de su campaña. 

Tantos días de políticos viajando por España para recabar apoyos de los ciudadanos dan para mucho. Para muchos despropósitos y pocas propuestas concretas, quiero decir. Pretender elaborar una recopilación exhaustiva de los disparates escuchados durante la campaña es una misión hercúlea, así que nos conformaremos con recoger aquí sólo algunas de las perlas de nuestros políticos, los de siempre y los nuevos. Por respetar las jerarquías actuales, empezamos por el PP y el PSOE, componentes de un bipartidismo que se pone a prueba mañana. Y por respetar aún más la distribución actual de los Parlamentos, comenzamos por el PP, que es quien más tiene que perder mañana porque hace cuatro años logró la mayor cuota de poder autonómico y municipal que nunca antes consiguió ningún partido político. 

Se llevan la palma dos personajes de tantos como han dicho sandeces del partido del gobierno: Mariano Rajoy, autopropagandista de sí mismo, cacareando la recuperación económica allá donde va (si tan clara fuera esta no necesitaría andar cada medio minuto hablando de ella, supongo) y Esperanza Aguirre, personaje que daría mucho juego en una comedia disparatada en televisión, pero que en política genera otra clase de sentimientos. Rajoy preguntó a un público entregado en un buen día de campaña que quién hablaba ya en España de la recesión y del paro. De la recesión puede que no hable nadie, de acuerdo. Pero del paro, como mínimo, hablan los más de cuatro millones de desempleados. No es sólo un exceso verbal de campaña, es la demostración manifiesta de la actitud que lleva meses adoptando el gobierno de Rajoy: que la realidad no te estropee un buen mensaje de campaña. Si el ejecutivo dice que la recuperación, sólida, ejemplar, milagrosa, ya está aquí, que ningún dato objetivo, que ninguna realidad visible le eche a perder su discurso. Confunden Rajoy y sus palmeros la realidad con sus intereses partidistas. 

Aguirre, por su parte, ha tenido grandes momentos de gloria en esta campaña. Uno de los primeros fue cuando afirmó que había que echar a las personas sin vivienda de las calles de Madrid porque, oh, espantaban al turismo y hacían la vida imposible a los ciudadanos honrados que, le faltó decir, viven en sus casas porque trabajan a diferencia de esos desharrapados que duermen en cartones sólo para ensuciar la ciudad. Pero me quedó tal vez con el burdo intento de vincular a Manuela Carmena, candidata de Ahora Madrid a la alcaldía de la capital, con ETA. Aguirre, tan defensora de la vida y esos mantras que repite allá donde va (debe de ser que el resto de partidos son amigos de la muerte) banaliza el terrorismo irresponsablemente. Es feo utilizar un drama tan espantoso como el del terrorismo etarra, responsable de más de 800 asesinatos, con fines partidistas y es directamente nauseabundo desacreditar por sistema a sus rivales políticos asociándolos con ETA. Le da igual que quien tenga en frente sea una reputada jueza cuya carrera fue ejemplar en la defensa de los Derechos Humanos. Repugnante. 

Vamos ahora con los disparates del PSOE. Aquí hay un rey indiscutible: Antonio Miguel Carmona, y dos secundarios de lujo, Pedro Sánchez y Susana Díaz. El candidato socialista a la alcaldía de Madrid llevaba bastante tiempo fogueándose en las tertulias televisivas en las que no negaremos que daba juego. Era un personaje peculiar, digamos, con una capacidad ilimitada de sorprender al espectador. Un animal televisivo, más que político. Y aquí llega el problema. Carmona es un buen tertuliano, pero como político cansa. Es cargante. E insustancial. Su gran propuesta para Madrid es recuperar las batallas navales en el lago del Retiro. Con eso está todo dicho. No podía ser más distinto, ni más inferior, al candidato socialista a la Comunidad de Madrid, Ángel Gabilondo. Carmona es un representante de la política de ocurrencias, de titulares vacíos, de mensajes cortos ( pasará a los anales su "pim, pam, propuesta") y sin fondo. 

Lo de Pedro Sánchez y Susana Díaz también tiene su aquel. Han estado toda la campaña jugando al ratón y al gato. Cuando el líder del PSOE daba un mitin en Andalucía, la presidenta en funciones de esa comunidad se iba lo más lejos posible. Y así. Hasta que esta semana compartieron escenario, pero un pueblo de poco más de 10.000 habitantes, por aquello de no darle al líder del PSOE más protagonismo que a la peronista presidenta andaluza. Dieron ambos un espectáculo bochornoso. Se llevan mal y no tuvieron reparo en dejarlo claro, ya que casi ni se hablaron. Susana Díaz mencionó a Sánchez tres veces durante su intervención, y todas ellas muy de pasada. Nunca entendía muy bien qué vieron en ella aquellos que, cuando sucedió a Griñán al frente de la Junta de Andalucía, la señalaron como una gran política con opciones de dar el salto a la política nacional. Ambición tiene. De cualidades anda mucho más justa. De momento, adelantó unas elecciones por mero interés personal, no ya de partido, y lleva dos meses gobernando en funciones porque con su jugada maestra ha conseguido un Parlamento andaluz mucho más fragmentado que antes. Y de Sánchez, qué decir. Lo intenta, pero no parece sencillo que pueda sacudirse la imagen de producto de marketing bonito por fuera y vacío por dentro. 

Ahora hablamos de los emergentes. Podemos. El líder de su partido, Pablo Iglesias, ha reaccionado a la caída de la formación morada en las encuestas desempolvando viejas estrategias, las de insultar a la casta. Eso, a la vez que modera tanto su discurso político que de querer asaltar los cielos pasa a postularse como un socialdemócrata de los de toda la vida. Que nadie se asuste pero, a la vez, que podamos seguir dando el pego ante los votantes más a la izquierda. En ese escenario esquizofrénico donde se mueve Podemos, mientras sus dirigentes se reúnen con fondos de inversión internacionales para tranquilizarles y decirles que no tienen intención de provocar ninguna revolución en España en caso de que ganen las elecciones, su líder dice en un mitin que siempre ha odiado a los "pijos" y que en estas elecciones la gente (hablan de la gente reduciendo este término a los que le apoyan) tiene la oportunidad de echar a los pijos. Semejante pequeñez intelectual y mediocridad discursiva puede enardecer a cierta parte de la población, pero quiero pensar que no a la mayoría de los españoles. Mal tiene que verlo Iglesias, o muy confundido debe de andar con sus dos caras, la radical de los actos de partido y la "aseadita", como dice Monedero, de las entrevistas y los programas electorales, para recurrir a mensajes tan de patio de colegio. 

Ciudadanos. Su líder, Albert Rivera, es el perfecto ejemplo de cómo los políticos, por lo general, pierden cuanto más se les conoce. Durante un tiempo, cuando Rivera era una referencia lejana, o no tan presente en la política nacional, uno lo veía como una imagen fresca, un posible renovador de la política español. Sinceramente, una campaña después, me da la impresión de que Rivera sólo aspira a que Ciudadanos sea un partido bisagra que resulte decisivo en todas partes, dispuesto a pactar con quien sea, le da igual, y que puede pactar indistintamente a derechas e izquierdas. Para ese viaje, no hacían falta estas alforjas. Además, Rivera se ha descolgado estos días con polémicas que reflejan su escasa solidez argumental, como la racista postura de mantener a los inmigrantes en situación irregular sin tarjeta sanitaria o ese patinazo, del que luego se disculpó, en el que puso como fecha tope para ser dirigente político haber nacido en democracia, o sea, un año antes de su llegada al mundo. Asociar juventud con talento o experiencia, así sin más, es tan absurdo como desechar de golpe a la experiencia de las personas veteranas. Rivera no debería olvidar que la juventud es una cualidad que pasa con los años. La valía, la honradez o la decencia, sin embargo, no entienden de DNI. 

Nos quedan, por hablar de los seis partidos nacionales, Izquierda Unida y UPyD. La formación liderada por Cayo Lara intenta sobrevivir en estos comicios al vendaval generado por el surgimiento de Podemos. Creo que IU no ha llevado a cabo la reflexión pendiente tras el arrollador éxito de la formación moderada, que defiende tesis muy similares a las suyas (sólo que las esconden más porque no quieren asustar a nadie, con un tacticismo algo deshonesto) y formada por antiguos militantes de su formación. El ejemplo más significativo de la fractura provocada en IU es su situación en Madrid, donde la dirección federal no reconoce a su candidata a la alcaldía. Algo habrá hecho mal IU cuando los votantes de izquierdas se marchan en masa a un partido recién llegado. Igual estas frase tan sencilla y obvia se ha pronunciado demasiado poco en los altos mandos del partido. 

Sobre UPyD, lo más llamativo sigue siendo la inopia en la que vive Rosa Díez. Tal es su grado de separación de la realidad que, sinceramente, cuesta pensar que la líder de la formación magenta sea tan poco consciente de lo que ocurre a su alrededor como aparenta. Estas elecciones son su última prueba, y todos los exámenes dicen que suspenderá. UPyD podría perder su representación en todas las Cámaras autonómicas donde estaba. Este partido fue necesario y además ha hecho cosas bien, como su discurso regenerador, su actitud ejemplar a la hora de renunciar a privilegios de los políticos y su acción judicial en el caso Bankia. Pero su líder, la cerrazón y la prepotencia de su líder, puede acabar con UPyD. Rosa Díez sigue decidida a hundirse, pero llevarse consigo el partido que ella misma fundó. Una lástima. 

Como propina incluimos el momento más esperpéntico quizá de la campaña electoral. Se produjo esta semana en Barcelona. Allí una monja, la mediática Sor Lucía Caram, protagonizó un acto electoral de CiU junto al candidato de la formación nacionalista, Xavier Trías, y al presidente de la Generalitat, Artur Mas, de quien la monja se confesó "enamorada". Sor Lucía Caram, quien lleva a cabo una encomiable labor en favor de las personas más necesitadas, es libre de tener las ideas políticas que quiera y de apoyar a quien le dé la gana, aunque creo que en El Vaticano esta buena mujer está provocando más de un quebradero de cabeza. Pero resulta chocante que ella, crítica con los recortes en derechos sociales y defensora de los más vulnerables, respalde al partido que ha cerrado camas de hospitales y que ha recortado allá donde ha podido. Sor Lucía Caram, en el fondo, se dice progresista pero apoya a una formación tradicional, conservadora y manchada de corrupción que antepone el proyecto indentitario catalán a cualquier otra necesidad de los ciudadanos. Fue el remate de una campaña, ya digo, estrambótica. Ahora, a reflexionar. 

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