El profesor Tamayo

Ayer leí una noticia que me entristeció y me agradó mucho  a la vez. La parte mala de la noticia, de la que no había tenido constancia hasta ahora, es el inaceptable veto del arzobispo de Barcelona, el cardenal Luis Martínez Sistach, al teólogo Juan José Tamayo, que el 15 de enero pasado tenía previsto impartir una conferencia sobre Ignacio Ellacuría en una parroquia barcelonesa con motivo del 25 aniversario del asesinato de este teólogo defensor de la Teología de la Liberación. Causa indignación que todavía hoy, con el tiempo nuevo para parece querer representar el papa Francisco en la Iglesia, las corrientes más progresistas de la teología sigan siendo burdamente silenciadas y reprimidas por la jerarquía católica. Pero, como digo, también leí algo relacionado con esta información que resulta tranquilizador, y es que más de 700 personalidades de todo el mundo han firmado una carta de apoyo a Juan José Tamayo. Además, celebro que hoy pueda ofrecer en Murcia la misma conferencia que el arzobispo de Barcelona vetó hace unas semanas. 

Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid y es la persona más sabia que he conocido en mi vida. Al leer este intolerable veto, que no es el primero, al profesor Tamayo por parte de la jerarquía católica, he recordado cuánto aprendí con él en la universidad. Estudié con él un curso de humanidades sobre el el Islam. Sin dudarlo, es una de las materias de las que guardo mejor recuerdo. Junto a otro curso de humanidades, este sobre la Guerra Fría impartida por el admirado Carlos Rodríguez. Y, aunque el respaldo de estas 700 personalidades servirá a buen seguro de apoyo para el profesor Tamayo en esta desagradable tesitura, desde luego mucho más que este simple artículo, me veo en la necesidad de escribir lo mucho que aprendí de él y lo mucho que lo admiro. 

Es una persona sabia, de esas que abruman por sus conocimientos, por sus exquisitas formas, por su educación, por su inteligencia, por su prodencia. Cautiva una charla del profesor Tamayo. Una clase suya valió mucho más que muchas asignaturas enteras. En aquel curso sobre el Islam nos enseñó lo que de verdad predica la religión musulmana. Recuerdo mucho sus enseñanzas ahora que los fanatismos religiosos marcan la actualidad y la sociedad occidental está aterrada ante el auge del Estado islámico. Con una visión tolerante, respetuosa, integradora, el profesor Tamayo siempre nos mostró cómo el Islam es na religión tan respetable como el resto, por supuesto, y que además en su origen incluye un mensaje pacífico indudable. Nos mostró la perversión del Islam que supone el fanatismo terrorista, que en nada representa a la religión musulmana. 

El primer día de clase, siempre dispuesto a escuchar, siempre pendiente de sus alumnos, siempre dialogante, el profesor Tamayo nos preguntó por la razón que nos había llevado a elegir ese curso sobre el Islam. Por qué unos jóvenes universitarios querían conocer una religión ajena. Desde luego, de haber conocido quién la impartía y cuánto gozaría de sus enseñanzas, la razón central habría sido esa. Habría sido él. Pero, sin conocerlo previamente, la razón era entender mejor al Islam, consciente de que las religiones han jugado y juegan un papel trascendental en la historia de la humanidad. Sabedor de que se suele despreciar lo que se desconoce, y por eso es pertinente intentar comprender al otro, acercarse a él, comprobar que en poco si diferencian unas confesiones religiosas de otras. 

Si todas las personas próximas a la religión católica, o a cualquier otra, tuvieran la sabiduría y el espíritu crítico y tolerante del profesor Tamayo, no lo duden, no habría odios, enfrentamientos ni incomprensiones entre las distintas confesiones. Siempre he estado en contra de que se imparta religión en las escuelas. De que en las mismas aulas donde el profesor enseña a sus alumnos que dos más dos son cuatro, luego les hable de la santísima trinidad o del espíritu santo. Pero también creo que es imprescindible enseñar historia de las religiones. Porque, como digo, para bien o para mal, queramos o no, la religión es un factor determinante en la historia de la humanidad. El profesor Tamayo representa todo lo que debe ser la universidad. Compartir conocimientos, abrir la mente, acercarse al diferente, aportar armas a lo alumnos para pensar por sí mismos, mostrar claves del mundo en que vivimos con sabiduría y conocimientos desbordantes. 

La visión integradora del profesor Tamayo, su admirable inteligencia, su exquisita sabiduría, su disposición permanente al diálogo, son ejemplos a seguir. Por eso me duele que haya rancios jerarcas de la Iglesia católica que le prohíban dar conferencias. Se retratan ellos en su ignorancia, en su alergia al que piensa diferente o al que no comparte una visión ultraconservadora de la Iglesia. Se muestran como personas intolerantes, como tipos que no aceptan al discrepante o al que piensa diferente. Mientras que el profesor Tamayo, con sus formas admirables, expone ideas, reflexiones y pensamientos, otros silencian su obra, su labor intelectual. Y pretenden hurtar a los ciudadanos, católicos o no, de conocerla. Hay una frase en el Quijote, simple, directa, precisa, "Acércate a los buenos y serás uno de ellos": Por supuesto, soy plenamente consciente de que jamás podré llegar a ser la milésima parte de lo que es el profesor Tamayo en nada de lo que haga en mi vida, pero uno de los más gratos recuerdos que conservo de la universidad son las clases con él. Así que, si quien lee esto está en Murcia, no se arrepentirá de acudir a su conferencia de esta tarde. Esta entrada del blog, personal, muy personal, sólo quiere ser, en fin, un mensaje de agradecimiento y apoyo al profesor Tamayo, la persona más sabia que he conocido. 

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