El siniestro fanatismo de Boko Haram

El secuestro de 276 niñas por parte del grupo radical islamista Boko Haram el 14 de abril en Nigeria ha conmocionado al mundo y ha despertado una oleada de solidaridad e indignación que, bajo el lema bring back our girls (devolvednos a nuestras chicas) ha movilizado a millones de personas. Líderes mundiales y ciudadanos anónimos claman contra esta tremenda injusticia. A causa de este brutal secuestro fruto del fanatismo religioso más siniestro y repugnante, se ha situado en el primer plano de la actualidad el grupo Boko Haram, que significa literalmente "prohibida la enseñanza occidental". Estos radicales quieren impedir que las niñas sean escolarizadas y amenazan con venderlas como esclavas. 

La existencia de este grupo terrorista es real, dolorosamente real, por mucho que su maldad parezca más propia de una película de terror. Parece de otro siglo, de otro mundo, que a día de hoy un grupo de violentos secuestren, violen y amenacen con vender como esclavas a unas niñas cuyo único delito ha sido estar escolarizadas, acudir al colegio y buscar tener conocimientos y cultura, aquella de la que carecen y que detestan y pisotean los radicales de Boko Haram. Cuesta llegar a ver como algo real que haya grupos así. Como cuesta entender que todavía haya niños soldados en conflictos bélicos en distintas partes del mundo o que en países islámicos las mujeres vean violados los Derechos Humanos de forma permanente con la religión como excusa

Huelga decir que la actuación vil y despiadada de Boko Haram no representa al Islam. Los musulmanes no defienden eso y su religión no promulga en absoluto que se actúe de este modo tan atroz con las niñas por acudir a la escuela, en lo que representa el enfrentamiento entre la razón y el odio visceral, entre el conocimiento y el fanatismo, entre el mundo de la educación y el de las tinieblas del fundamentalismo. Son las interpretaciones radicales del Islam las que consienten esta clase de violaciones de los Derechos Humanos. No representan estos energúmenos al Islam sino que, muy al contrario, les hace especial daño porque existe el riesgo de que la opinión pública caiga en el error de pensar que la actitud minoritaria y radical de grupos como Boko Haram representan a algo más que a su odioso fanatismo. 

El secuestro de más de 200 niñas por parte de este grupo terrorista nigeriano ha conmovido al mundo. Recuerda al caso de Malala Yousafzai, la joven paquistaní que fue atacada y a punto estuvo de perder la vida por un grupo de talibanes que también combate la educación para las niñas. Ella se ha movilizado también contra este acto atroz en el que varios países ya se han comprometido a actuar para intentar llevar a cabo una operación de rescate que se antoja muy complicada, al parecer, por las peculiaridades del terreno donde podrían encontrarse las jóvenes secuestradas. 

No son pocas las sospechas de que el gobierno nigeriano conocía las intenciones de Boko Haram y, pese a la reacción clara de las autoridades del país condenando estos secuestros, hay luces de sombra sobre su actuación frente a este grupo radical que nació en 2002 y que aumentó la violencia de sus actos tras la muerte de su primer líder en 2009. Un informe de Amnistía Internacional denuncia que el gobierno de Nigeria conocía al menos con cuatro horas de antelación el plan de Boko Haram de secuestrar a las niñas y no hizo nada por remediarlo. Según esta ONG, varias patrullas ciudadanas alertaron a las fuerzas de seguridad nigeriana de que había vehículos sospechosos que se dirigían hacia el lugar donde está la escuela en la que fueron secuestradas las menores. La policía nigeriana, según esta versión, no hizo nada.

Lejos de deponer su actitud, Boko Haram ha respondido a la campaña internacional en favor de las niñas secuestradas con el único lenguaje que conoce: más secuestros de menores y atentados terroristas como la voladura de un puente que une Nigeria con Camerún en la localidad de Gamboru, donde murieron al menos 30 personas y donde hace apenas unos días el grupo terrorista cometió la mayor masacre de su negra historia al matar a 300 personas. El mundo está en vilo y la directora de la escuela secundaria de las jóvenes alerta de que cada día que pasa es más complicado hallar a las niñas y liberarlas del grupo criminal, porque podrían haber sido separadas en pequeños grupos. 

Este suceso espantoso nos muestra cómo el fanatismo sigue campando a sus anchas en muchos lugares del mundo. Es una señal de alerta más contra el fundamentalismo religioso, que es de largo la principal culpable de las mayores matanzas de la historia de la humanidad. La religión, entendida como una filosofía vital, es respetable y puede aportar estabilidad interna a muchas personas. Sin duda. Es una cuestión de creencias personales. Pero cuando la religión se lleva a este extremo y se interpreta de forma fundamentalista, y se hace demasiado esto, suceden secuestros de niñas que estaban cometiendo el error de intentar aprender y a abrir su mente en la escuela, atentados contra quienes se consideran infieles y actos de violencia y sinrazón. Parece mentira que sigan existiendo esta clase de grupos, pero así es. Boko Haram. Un grupo que secuestra a niñas por ir al colegio en pleno siglo XXI. 

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