De patinazos y disculpas


Javier Fernández, abanderado español en los Juegos Olímpicos de Sochi, pidió ayer disculpas por unas muy desafortunadas declaraciones en una entrevista en el diario El Mundo en la que aconsejaba a los homosexuales que acudan a los Juegos organizados para mayor gloria de Putin que, literalmente, "se corten estos días y después sigan con sus vidas". Contaba Fernández en la entrevista que existen unas leyes en Rusia (las leyes contra la "propaganda gay") y que, quieras que no, hay que respetarlas. Y decía que este asunto no le parece un gran dilema. El lógico revuelo levantado por sus palabras, más cobardes que homófobas, llevó al abanderado español a pedir disculpas vía Twitter. Pidió perdón por si su declaración había ofendido a alguien, culpó al periódico que publicó la entrevista (un clásico cuando unas palabras causan polémica) de haber sacado su intervención de contexto y aseguró que sufre por esta situación porque nunca ha tenido ningún problema con los homosexuales.
 
Yo creo a Fernández. Ha pedido disculpas sinceras y no se trata de organizar cazas de brujas mediáticas ni lanzar improperios y ataques fanáticos contra nadie. Algo que está muy de moda en las redes sociales, por cierto. Discrepo totalmente de sus palabras y no seré yo quien le defienda, pero creo que detrás de ellas no hay verdadera mala intención ni desprecio hacia los gays. Lo más importante de este asunto me parece la cuestión de fondo, es decir, la legislación homófoba que existe en Rusia y que considera la "propaganda gay" como un delito. "Propaganda gay" es que una pareja del mismo sexo se dé un beso en público o sencillamente que muestre abiertamente su condición sexual.
 
Mi teoría sobre las palabras de Javier Fernández es que quiere centrarse en lo deportivo de los JJOO de Sochi. Leyendo la entrevista uno ve cómo el joven patinador español está deslumbrado por la grandeza del evento y quiere que se hable de deporte. Un deporte el suyo, y en general todos los de invierno, con muy poca presencia en los medios españoles. En sus palabras se ve un poco esa actitud de no querer buscar problemas, de pasar de puntillas por los asuntos polémicos. También influye en su tibieza sobre la indecente ley rusa, creo, el hecho de que precisamente en aquel país el patinaje sí goza de gran predicamento entre el público y allí Fernández tiene una gran fama. No quiso el patinador buscarse problemas. Por eso digo que sus palabras son más cobardes que homófobas. No tenemos ninguna razón para pensar que Fernández desprecie a los homosexuales. Más parece que no quiso comprometerse con una causa justa y decidió anteponer su fama en aquel país y su labor deportiva a los principios éticos. Una opción desacertada, desde mi punto de vista, pero a nadie se le puede obligar a ser valiente, a comprometerse.
 
La patraña clásica de que los deportistas, por su gran proyección pública, están en la obligación de tener una actitud ejemplar y comprometerse con causas sociales me ha parecido siempre eso, una chorrada sin fundamento. Hay deportistas que voluntariamente deciden implicarse y hay otros que, como ocurre en el resto de ámbitos y profesiones, van a lo suyo y pasan. Gente que da un paso adelante ante las injusticias y gente que no. A Fernández lo juzgaremos por sus méritos deportivos, que no son menores. En lo personal, no somos quiénes para criticar que este joven patinador haya preferido ponerse del lado del legislador que discrimina a los gays antes que de las personas que sufren una ley injusta. Sencillamente, ha optado por esa postura cobarde. Sin más. Como tantos otros. Una frase bienintencionada con una cuestión interesante de fondo: esa decisión personal y voluntaria de cada uno sobre comprometerse o no con las causas sociales que considere justas y dignas de ser defendidas.
 
Ocurrió lo mismo en los Juegos Olímpicos de Pekín y sucederá tres cuartas partes de lo mismo en el mundial de fútbol de Catar, donde los Derechos Humanos también son violados sin pudor. La inmensa mayoría de los deportistas no se mojó a la hora de criticar al régimen dictatorial chino, el hecho de que viole los Derechos Humanos y de que existan presos políticos. Hubo una minoría de valientes que decidió comprometerse. Recuerdo, por ejemplo, al campeón olímpico de ciclismo en ruta en aquellos Juegos, Samuel Sánchez, que semanas antes de la prueba participó en una campaña de una ONG que denunciaba al régimen comunista chino y su desprecio por los derechos fundamentales. Fueron pocos los que se comprometieron, pero alguno lo hizo. A nadie se le puede obligar adoptar ese compromiso. Recuerdo también, por ejemplo, lo ocurrido en el Mundial de atletismo celebrado en Rusia el año pasado, donde algunas atletas hicieron un gesto valiente en apoyo a la comunidad gay mientras una heroína del atletismo, Yelena Isinbayeva respaldaba sin fisuras la ley homófoba rusa.
 
Por tanto, interpreto las palabras de Fernández como una actitud poco decidida, como esa falta de compromiso que, por otro lado, es muy común en la sociedad. Sin ánimo de ensañarme con él (le deseo lo mejor en los Juegos y ojalá consiga una medalla), no me resisto a hacer un breve análisis de sus palabras. Porque tras esa falta de compromiso hay afirmaciones peligrosas. Cada país tiene sus leyes y hay que respetarlas, vino a decir. Por esa regla de tres, en los países árabes que viven en un régimen feudal y discriminan a las mujeres de forma atroz no se podrá criticar su legislación. O en los países con presos políticos. Lo que se debe defender y respetar escrupulosamente en todo el mundo es la Declaración Universal de los Derechos Humanos. También aconsejó a los gays que se cortaran estos días, pero los homosexuales no tienen por qué esconder nada. No son ellos, quienes viven su vida en libertad y sin prohibir ni censurar nada a nadie, quienes están actuando mal en Rusia.
 
Los homosexuales son los perseguidos, los discriminados por ley, los que sufren el odio y la intolerancia. En este sentido, fue digna de elogio la asistencia a la ceremonia de inauguración de Sochi del ministro noruego de Sanidad, Bent Hoie con su esposo. No tienen nada que tapar ni ocultar. No son ellos los equivocados en este historia ni tienen por qué hacer un alto en su vida libre, como insinuaba Fernández, para después seguirla con normalidad pasados los Juegos. Todo por no enfadar al homófobo anfitrión. No, nada de eso. También dice que no le parece un asunto crucial, pero ahí vuelve a equivocarse, porque la igualdad de todos y el respeto a los derechos de cada cual independientemente de su condición sexual sí es algo muy relevante.
 

Por tanto, Javier Fernández ha pedido perdón por sus palabras y sólo desde el extremismo se le puede poner una cruz a este joven y prometedor deportista. Sus disculpas deben ser aceptadas. Todo el mundo se equivoca. Esta polémica sí nos plantea una reflexión interesante y es que, en materia de derechos y libertades, la equidistancia entre quienes los defienden y quienes los atacan es peligrosa. La defensa del respeto a todo el mundo más allá de su condición sexual y, en forma más amplia, la defensa de los derechos de todas las personas sin importar raza, sexo, religión o cualquier otra diferencia, es como montar en bicicleta, si se deja de pedalear, automáticamente se frena. Una frase de Gandhi resume bien la importancia de comprometerse y el riesgo de mirar para otro lado mientras es una minoría a la que no se pertenece la que está sufriendo la discriminación de unas leyes injustas y de unos prejuicios repugnantes. "No me asusta la maldad de los malos, me aterroriza la indiferencia de los buenos", decía. 

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