Nauseabundo pero legal

60 expresos de ETA autores de 309 asesinatos se reunieron ayer en Durango para expresar su compromiso con las vías políticas, todo esto con su perversión habitual del lenguaje, y para hablar de política, exigiendo el "derecho a decidir" del pueblo vasco como forma de "superar el conflicto". Este encuentro de asesinos repugna. Son escoria de la peor calaña. Los crímenes que cometieron no se borrarán y no pidieron perdón por ellos. Tan sólo reconocieron la responsabilidad de sus actos, es decir, de sus execrables asesinatos. El encuentro provoca arcadas de vómitos, porque es la reunión de un grupo de asesinos que no se arrepienten de lo que han hecho y que tienen las manos manchadas de sangre. Son responsables de 309 muertes de personas inocentes. El cambio de actitud más reseñable es que aceptarán a partir de ahora acogerse a beneficios penitenciarios del Estado y que renuncian al uso de la violencia en el futuro. Apoyan la vía política de la izquierda abertzale.

El encuentro da asco y esta gentuza sólo merece todo nuestro desprecio. Ahora bien, el encuentro de ayer en Durango es legal y está protegido por la Constitución española, que consagrada el derecho de reunión. Repugna ver cómo se junta un grupo de asesinos para leer un comunicado en el que no pidan perdón por el daño cometido ni se arrepientan de sus delitos. Pero no es ilegal lo que hicieron. El juez Pedraz, de la Audiencia Nacional, autorizó con buen criterio la celebración del acto porque no había ningún indicio de que en él se fuera a hacer una apología del terrorismo y porque era un acto en un recinto cerrado. Acertó el juez y con esa decisión demostró una vez la grandeza del Estado de derecho, que nos sitúa muy por encima y con una innegable superioridad moral y ética respecto a estos odiosos asesinos. En un Estado de derecho, las leyes son iguales para todos y los derechos los tienen todos los ciudadanos, también sus más repugnantes miembros. 

Es entendible que este encuentro indigne a las víctimas y se nos indigeste al conjunto de la sociedad. Lo preocupante sería que viéramos con satisfacción un encuentro de asesinos. Pero la grandeza del Estado de derecho está precisamente en proteger los derechos de toda la sociedad. El acto de ayer, que se pudiera celebrar sin ser prohibido de antemano por la Justicia, es un síntoma de que el Estado de derecho funciona en España. Lo mismo sucedía con la suspensión de la doctrina Parot por parte del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Duele ver cómo asesinos de la peor calaña son puestos en libertad, pero tranquiliza saber que vivimos en un país donde rige el imperio de la ley y donde esta no se puede retorcer bajo ningún concepto. Los presos cumplen condena por el delito que han cometido, pero eso no les suspende sus derechos. Son privados de libertad para recibir el castigo de la sociedad y con el fin de la reinserción. Pero mantienen intactos todos sus derechos. Si, con arreglo a la ley y al respeto a los Derechos Humanos, la doctrina Parot no se podía aplicar, es bueno que se haya retirado. Demuestra la grandeza del Estado de derecho. Eso es lo que nos diferencia de las dictaduras y los Estados autoritarios con pensamiento único. Y es siempre una magnífica noticia constatar que vivimos en un Estado de derecho que se precie de serlo, hasta el punto de no privar de derechos de los que tenemos todos los ciudadanos ni siquiera a seres tan repugnantes como los que ayer se reunieron en Durango. 

Cuando en el seno de ETA había discrepancias, los pistoleros de la banda asesinaban al que pensaba diferente. Ayer, el encargado de leer el comunicado fue el asesino de Yoyes, líder de la banda que en los ochenta defendió apostar por las vías políticas y abandonar la violencia. Fue asesinada en plena calle delante su hijo. Esa es la diferencia entre el Estado de derecho y una banda mafiosa y criminal. Sería un grave error retorcer las leyes, por ejemplo, habiendo prohibido la celebración del acto de ayer, porque eso socavaría en parte la grandeza del Estado de derecho y la enorme superioridad que este tienen frente a los etarras. Por tanto, el acto de ayer fue nauseabundo y nos asquea a todos, pero era legal su celebración y permitiendo que se celebrara se volvió a demostrar cuán por encima está de la banda asesina el Estado que ETA quería destruir y por el que ha sido derrotada. 

El fondo de la intervención de los asesinos de ETA ayer deja claro una cosa. Los etarras caminan hacia la petición de beneficios penitenciarios. Es una clara demostración de su derrota. Asumen que su pasado de violencia no ha servido para nada y que ahora ya sólo les queda intentar provocar cambios en la política penitenciaria. Ver a los asesinos arrojar la toalla y suplicar que se les apliquen beneficios penitenciarios a los presos etarras que aún quedan en la cárcel, verles apostar por la vía política y renunciar a la violencia, es una victoria del Estado de derecho. Han perdido. No ha servido de nada su sangriento pasado. 

El lenguaje de los etarras, como es habitual, es delirante. Hablan de "conflicto armado", cuando en Euskadi y en el resto de España durante todos estos años lo que ha habido es una banda mafiosa y criminal que se ha dedicado a asesinar a personas inocentes por pensar diferente. No ha habido ni hay dos partes en esto que ellos llaman conflicto. Está la democracia que ellos quisieron derribar y una banda de asesinos que ha sido derrotada por aquella. Están los demócratas que morían por la cobarde acción criminal de los etarras y los asesinos que disparaban contra quienes decían defender. Están unos fanáticos pistoleros que decían ser libertadores del pueblo vasco y un pueblo oprimido por su acción criminal. Están los asesinos y el Estado de derecho. Una rebelión antidemocrática frente al conjunto de la sociedad. Siguen en su delirio y hay que leer muy entre líneas para hallar en su comunicado de ayer gestos de avance. Los hay, probablemente. Forma parte de la escenificación de su final.

No sé si España es el único país en el que la lucha contra el terrorismo se convierte en motivo de discusión política y partidista. En caso de que no lo sea, tampoco es que me consuele. Lo cierto es que es muy triste que en este país también la lucha contra ETA y el camino hacia el final del terrorismo esté lleno de confrontación política, con las víctimas politizadas y con enfrentamientos más o menos contundentes entre distintas corrientes ideológicas. Parece de derechas mantener cierta postura sobre este asunto y de izquierda mantener otra distinta. Qué triste. Esa es la ficción en la que muchos viven. Esa es la actitud irresponsable en la que muchos caen. No comprendo que este asunto, que tanto nos unió y que siempre debería mantenernos juntos en nuestras convicción democráticas, también sirva en ocasiones para provocar divisiones políticas.

La Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) celebró hace una semana un acto en distintas localidades del País Vasco para honrar la memoria de asesinados por ETA. El modo en el que fueron increpados por simpatizantes de la izquierda abertzale demuestra que, lamentablemente, el nuevo tiempo en Euskadi dista aún bastante de la normalidad y la convivencia. Fueron muy desagradables e intolerables los insultos recibidos por las víctimas, del tipo "los nuestros están en la calle y los vuestros enterrados". Los recién llegados a la democracia, esos que se escondieron bajo el paraguas de ETA durante décadas mientras señalaban con el dedo al que pensaba diferente y justificaban los asesinatos de la banda o callaban vilmente ante ellos, deben aprender todavía mucho sobre lo que es una sociedad plural y democrática. 

El futuro debe ser de convivencia y en él todas las opciones políticas, todas, tienen que estar representadas en las instituciones si así lo desean con su voto los ciudadanos. Sería estúpido afirmar que no hay una parte de la sociedad vasca que está representada por Bildu y estas formaciones abertzales. Pero ellos, que acaban de llegar al juego democrático, que no fueron capaces de condenar los atentados terroristas mientras los demócratas se jugaban la vida ante los asesinos de ETA, tienen que acatar las normas del juego. Y hacerlo de verdad. Tolerar o alentar este tipo de comportamientos con las víctimas del terrorismo es algo despreciable que no cabe en la democracia. El futuro no se puede construir sobre el olvido del pasado. Debe quedar muy claro qué ocurrió en Euskadi durante todos estos años. Quién puso las muertes y quién las balas. Quién fue valiente y defendió la democracia ante los asesinos y quién justificó los atentados. Aceptar el pasado y, entonces sí, construir entre todos, no puede ser de otra forma, el futuro. 

En este sentido, fue admirable la actitud en el acto de ayer en Durango del periodista Cake Minuesa, de Intereconomía, que ayer preguntó a los asesinos de ETA sobre si están arrepentidos por sus crímenes. Los etarras no aceptaban preguntas, pero de forma valiente que merece todos mis respetos, el periodista alzó la mano y preguntó a los asesinos lo que todo el mundo quería preguntar. Era la pregunta que había que hacer, pero hay que tener valor para hacerla en un escenario así. Preguntó a los expresos sobre si se arrepienten por sus crímenes y les conminó a pedir perdón. "¿De qué os ha servido?", les preguntó. Naturalmente, no obtuvo respuesta y de hecho un grupo de gentuza intentó sacarlo del antiguo matadero donde se celebró el acto. Pero su gesto de arrojo, valor y compromiso cívico fue ejemplar. Recordó a la valentía de tantos y tantos periodistas demócratas que se han jugado la vida contra la amenaza de ETA. Bravo por Minuesa. 

Esa grandeza de la democracia y del Estado de derecho de la que hablo durante todo el artículo se debe reflejar también en el pluralismo de las instituciones vascas. No estoy en absoluto de acuerdo con quienes aseguran que por una decisión política se ha devuelto a las instituciones a la izquierda abertzale. No es así. Son los ciudadanos vascos los que con su voto han elegido a sus representantes. Entre ellos, concejales y diputados de la izquierda abertzale. Que ese mundo esté presente en las instituciones es decisión de los ciudadanos y es algo saludable, porque demuestra que defenderán sus ideas y su proyecto político con el diálogo y la palabra como únicas armas, renunciando a la violencia. Eso demuestra que se avanza hacia la normalidad. No se puede tener miedo a las ideas. La clave es que todas se defiendan de forma pacífica. El futuro de convivencia en Euskadi tiene que ser una labor común de todos. Socialistas, nacionalistas, populares, miembros de la izquierda abertzale... Debatiendo ideas, confrontándolas en el juego democrático y sometiéndose a escrutinio de las urnas. No puede ser otro el futuro. No puede ser distinto. Que la izquierda abertzale esté en las instituciones no es una victoria de ETA frente al Estado. Es exactamente al contrario. Supone superar el pasado de violencia y asesinato para pasar a un escenario en el que cualquier proyecto político se puede defender con las herramientas de la democracia

En Euskadi y en el resto de España llevamos ya dos años sin la amenaza etarra. Estamos muy cerca de que esta pesadilla quede atrás y sea superada por completo. Es una buena noticia, un alivio para una sociedad que ha sido oprimida y amenazada de manera permanente por el miedo que impusieron los asesinos. No podemos perder de vista el pasado, dejando claro lo ocurrido estas últimas décadas. Ni una sola concesión al olvido se debe hacer en el País Vasco. Junto a ese compromiso inamovible al lado de las víctimas, es labor de todos poner cada uno de su parte para labrar un futuro de convivencia, en el que las ideas de cada cual se defiendan de forma pacífica y democrática, en el que escenas como los insultos de gente infame contra miembros de la AVT el otro día no tengan cabida. Un esfuerzo común gracias al cual, asumiendo cada uno su pasado, se consiga construir un futuro mejor. El que merece esa sociedad que durante tantos años ha oprimido una banda criminal. 

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