Lampedusa, la tragedia que no cesa

El jueves se dio por terminada la búsqueda de cadáveres en las aguas próximas a la isla italiana de Lampedusa por la tragedia que costó la vida de al menos 339 personas el pasado día 3. Un día después de concluir esas labores de búsqueda, el drama vuelve a sacudirnos con el naufragio de una barcaza que, por lo que sabemos hasta ahora, deja 50 muertos, entre ellos 10 niños. Al parecer, las personas que iban en la embarcación intentaron hacer señales para ser localizados, lo que provocó el hundimiento de la barcaza. Nueva tragedia en Lampedusa cuando todavía resuenan en nuestra mente los lamentos por el drama anterior. Y lo peor de todo es que mañana llegará otro barco en el que seres humanos en busca de una vida mejor se la jueguen en embarcaciones poco sólidas camino de Europa.

La enorme tragedia de inicios de mes ha removido conciencias, como no podía ser de otra forma. Dijimos aquí que la muerte de cientos de personas desvalidas y vulnerables en un mundo tan injusto, egoísta e insolidario nos ponía frente espejo y que veíamos una sociedad desigual y carente de moral. Los políticos europeos e italianos, hasta el momento, han hecho poco más que acercarse a Lampedusa para hacerse una foto. Para decir que no pueden mirar hacia otro lado con el drama de la inmigración irregular, que es exactamente lo que han hecho hasta ahora. Para prometer cambios, reformas, garantías para tragedias como aquella y como la ayer por la tarde no vuelvan a ocurrir. De momento, pura palabrería. 

Las reacciones a la tragedia de Lampedusa dejan varios elementos de análisis interesantes. Primero, la ineptitud y falta de voluntad política, también en esto, que la Unión Europea muestra sobre el asunto. Ayer se concedió el Premio Nobel de la Paz de este año, galardón que en 2012 correspondió a la Unión Europea. Fue un galardón muy llamativo, ciertamente, y no estuvo exento de críticas. Puede sonar populista, pero llama la atención que una institución que ha sido reconocida con el Premio Nobel de la Paz, cuyo prestigio está realmente de capa caída, todo hay que decirlo, mire para otro lado con el drama de miles de personas que llaman a las puertas de Europa movidas por el hambre y y la necesidad.

 Durante todos estos años, no se ha sabido entender el problema en toda su magnitud. No se le ha dado el enfoque adecuado, porque por encima de todo esto es una cuestión de humanidad. De seres humanos que sufren y se juegan la vida por hallar en Europa las oportunidades que no encuentran en su país. De mafias que trafican con esas esperanzas e ilusiones. De eso va. Las víctimas de esta situación son esas personas que se echan a la mar en barcazas inseguras rumbo a su nueva vida. Ellos son los que sufren. No nosotros, los países receptores, que planteamos la cuestión como un problema de seguridad. Ya saben. Inmigrantes ilegales, sin papeles y esas cosas. Todos esos términos que sirven para cosificar a las personas con rostros e historias que se esconden tras los calificativos tan poco inocentes que solemos emplear para hablar de esta cuestión. A ver si es verdad que la Unión Europea se pone las pilas. De momento, si algo hemos aprendido estos últimos años con esta institución es que debemos poner cada uno de sus proyectos en cuarentena, ya que la UE es un transatlántico que avanza, cuando es que avanza, con tediosa lentitud. 

Hay otro aspecto importante, que algunos han escondido con la tragedia reciente, por aquello de que no queda bien, pero que otros no han tenido pudor en seguir exhibiendo, como aquel político italiano que culpó a la ministra de integración transalpina, que es negra, de dramas como el de Lampedusa. Hablo del racismo. De ese odio hacia las personas extranjeras que sin duda existe en ciertos sectores de la población europea. Quiero pensar que no es algo mayoritario ni generalizado. Pero es cierto que la crisis económica ha provocado en distintos países de la UE un auge alarmante de partidos extremistas que desprecian a los inmigrantes. Ahí está Amanecer Dorado en Grecia como ejemplo más sintomático de esta peligrosa extensión del odio racial que también es otra cuestión que debería preocupar y ocupar a los dirigentes europeos. Pero sería cínico dejarlo todo en manos de los responsables políticos. Es una cuestión social. Y en eso, cada uno de los ciudadanos individualmente tenemos mucho que hacer. Desde la escuela, enseñando a respetar al diferente y a convivir con él. 

En Italia se ha concedido la nacionalidad a los casi 400 muertos en la tragedia de comienzos de mes en la isla de Lampedusa. Más cinismo. Serán enterrados como italianos, mientras que los supervivientes de la tragedia serán expulsados del país. El mensaje de fondo que se lanza con este comportamiento es aterrador, espeluznante. Como el que se lanza con las enormes restricciones a la asistencia a embarcaciones en el mar, que parece que ha sido reformada a causa de esta tragedia, pero que básicamente impide, o impedía, a los barcos acudir en auxilio de estas personas. Un ejemplo más de esa sociedad injusta que nos espanta cuando dramas como este nos ponen frente al espejo. 

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