Querido líder. Vivir en Corea del Norte

Ayer se celebró el 60 aniversario del armisticio que puso fin a la guerra entre Corea del Norte y Corea del Sur, un conflicto de la Guerra Fría cuyas secuelas se notan en el presente. En Corea del Norte, este día se celebra con un burdo acto propagandístico en Pyonyang en el que el atroz régimen comunista lleva a los periodistas internacionales por rutas dirigidas y manipuladas para exhibir poderío militar y presunto acatamiento a las órdenes del gran mariscal de toda la población. 

Hace unos días terminé de leer Querido líder. Vivir en Corea del Norte, un impactante y muy bien narrado libro de la periodista Barbara Demick- que ha ido a algunas de esas rutas turísticas controladas por las autoridades- sobre aquel país, la última dictadura comunista (o una de las últimas, ahí está Cuba) que queda en el mundo. El país más cerrado del planeta. Un lugar donde los dirigentes engañan y manipulan a sus ciudadanos y donde se gastan el dinero en armamento y en desarrollar el programa nuclear, pese a que la población muere de hambre. Desolador relato el de este ensayo firmado por la corresponsal de Los Ángeles Times en Corea del Sur. En él, se centra en las historias de varios exiliadios norcoreanos para contar cómo es la vida en aquel país. La narración es de lectura obligada por su calidad y sobretodo como antídoto ante el totalitarismo y la permanente y sistemática violación de los Derechos Humanos en nombre de patrias, líderes, ideologías sacrosantas y demás pamplinas.

El libro se centra en la vida de exiliados de Corea del Norte, como por ejemplo la historia conmovedora de dos enamorados, Mi-ran y Jung-sang. El gran acierto del ensayo es precisamente que pone el foco en la vida cotidiana de los habitantes en Corea del Norte. No hablamos, pues, de política o de geoestratégica. Hablamos de seres humanos que son clasificados en castas en función de la lealtad al sistema. De personas que deben mantener obligatoriamente en su casa un retrato del vil dictador de turno. De niños que reciben chucherías el día del cumpleaños del tirano, todo gracias a su inmensa generosidad. De parejas que no pueden dar la mano en la calle a su ser amado, porque es indecoroso. Hablamos de un país con unas 34.000 estatuas dedicadas al gran líder, al creador de la patria Kim il Sung, brutal dictador, y a sus sucesores (el libro es de 2009, por lo que recoge al sucesor de Kim il Sung, Kim Jong il, y no al actual líder del país, hijo de éste, Kim Jong un). 

Es duro y asombroso todo lo que cuenta el libro. Ya digo, un remedio contra tentaciones totalitarias de cualquier tipo. El Estado, por mejor decir, el partido único, lo controla absolutamente todo sobre la vida de los ciudadanos. Dónde viven, qué comen, dónde trabajan, quién puede estudiar determinadas carreras y quién no. A través de la narración de varios exiliados, conocemos historias terribles, como las de la época de la hambruna en la que murieron miles de personas. Una pediatra cuenta cómo veía morir de inanición a cientos de niños. En ese tiempo, las ranas se extinguieron por caza excesiva. Los ciudadanos no tenían con qué alimentarse. Muchos niños quedaron huérfanos y deambulaban por las calles buscando en cualquier parte alimento. 

Y mientras, en la escuela hay aulas de adoctrinamiento e ideología. Los problemas de matemáticas (página 155) son del tipo: cuatro valerosos soldados norcoreanos han matado a un batallón de veinte soldados estadounidenses. Si cada soldado ha matado al mismo número de rivales, ¿a cuántos ha matado cada uno? No hay televisión, no se sabe lo que es Internet, las comunicaciones con el exterior están prohibidas. Es decir, los ciudadanos de Corea del Norte sólo conocen una historia, un modo de vida: la versión desvirtuada y falsa que les venden sus líderes. Alentando el odio al diferente y el miedo a un posible ataque del exterior. Ese exterior que tiene sus innegables defectos y comete indudables errores, pero también el mismo exterior que envía ayuda humanitaria al país para intentar paliar la trágicas consecuencias de la hambruna en aquel país. 

Se estima que hay 200.000 personas en campos de concentración para presos políticos. Cuestionar al líder o hablar mal del partido es el mayor delito posible. Hay vigilantes de la doctrina en cada barrio. Nadie confía en nadie, porque nunca sabes si tu interlocutor es un vigilante del partido. Muchos se ven abocados a huir, pese a la manipulación machacona que han recibido desde niños y les llama a dar las gracias al líder por todo lo que les ha dado. "No tenemos nada que envidiar al mundo", reza una canción que obligan a cantar y a memorizar a los niños en las escuelas. Son niños que pasan hambre en casa, y que no ven más que penuria en las calles. 

Un protagonista del libro, por ejemplo, cuenta que para él fue una revelación ver los dvd piratas de películas estadounidenses, japonesas o surcoreanas. ¿Así vivía la clase media en aquellos países? El partido pronto dijo que eso era propaganda de los enemigos capitalistas. Otra fuente del libro, la doctora Kim, cuenta que cuando salió del país hacia China (cruzar la frontera es jugarte un arresto y ser acusada de un grave delito contra la patria) vio un cuenco de arroz en el que se alimentaba un perro. El arroz pasó a ser un alimento de lujo hace años para los norcoreanos. "Los perros en China comen mejor que los médicos en Corea del Norte". La llegada a Corea del Sur de los exiliados, tras una arriesgada y terrible peripecia en la huida, viven los primeros meses con gran asombro. Cuenta la autora que no es fácil para alguien que ha vivido en un Estado autoritario donde todo está regulado y limitado por el Estado, un Estado pobre y con penurias, llegar a otro en el que en cada casa hay coches, electrodomésticos o móviles, inventos todos ellos soñados o ni siquiera conocidos en el norte. 

John Hersey, autor del formidable libro Hiroshima, un gran reportaje en forma de libro sobre el lanzamiento de la bomba atómica en aquella ciudasd japonesa, fue profesor en la universidad de Barbara Demick, autora de este ensayo. Se nota. Fue alumna aplicada y este libro, en efecto, tiene destellos de la excelencia narrativa y la brillante técnica periodística de aquella obra maestra. Querido líder... es una obra magnífica. Impacta todo lo que se lee, parece mentira que en pleno siglo XXI haya países donde se viva así. Un alegato contra la dictadura, en defensa de la libertad y los Derechos Humanos. Una denuncia contra el totalitarismo comunista que asfixia a los norcoreanos desde hace 60 años. Cuántas vidas destrozadas en nombre de la ideología, cuántas mentes manipuladas, cuánto daño por el que no han pagado estos viles dictadores cuya saga continúa con Kim Jong un. 

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