El Día del Trabajo

Primero de mayo. Fecha reservada para conmemorar el Día Internacional del Trabajo. Se celebra en recuerdo de los conocidos como "mártires de Chicago", unos sindicalistas anarquistas que fueron ejecutados en Estados Unidos por participar en una huelga que pedía la jornada laboral de ocho horas. Esa huelga comenzó el 1 de mayo de 1886. Tres días después de produjo la revuelta de Haymarket en la que la policía reprimió una manifestación obrera donde estalló un artefacto explosivo que costó la vida de un agente del orden. La policía abrió fuego contra los manifestantes y hubo muchos heridos y detenidos. Cinco de los cabecillas de esa protesta fueron condenados a muerte en la horca. Desde el año 1889, el 1 de mayo recuerda su acción y sirva para reivindicar los derechos de los trabajadores.

Es, por tanto, esta celebración algo reivindicativo desde su origen. Recuerda un acto reivindicativo en defensa de una mejora de las condiciones laborales en Estados Unidos en el siglo XIX. Por lo tanto, hoy no se celebra nada, nunca se ha hecho. Lo que se hace precisamente es seguir pidiendo trabajo para el que no lo tiene, reclamar el respeto de los derechos de los trabajadores y estar alerta ante las amenazas al empleo y a las condiciones laborales. Exactamente igual que en otras efemérides como ésta en la que, más celebrar, lo que se hace es reivindicar, poner en valor causas nobles y justas. 

En medio de la crisis que vive España, con 6.202.700 personas desempleadas, no hay pocas razones para salir a la calle para pedir soluciones a este drama nacional. Es innegable que los sindicatos no pasan por su mejor momento de imagen. En parte, esto se debe a una brutal campaña de desprestigio que han llevado a cabo algunos medios. Eso es evidente. Tan evidente como que las centrales sindicales deben hacer autocrítica y una profunda reflexión sobre su papel en la España de nuestros días y sobre lo que han hecho estos últimos años. En resumen, deben examinarse a sí mismos de forma crítica porque también parece claro que hay fallos en su funcionamiento. 

Además, el desapego entre los ciudadanos y la clase política se extiende también hacia los sindicatos. Muchos españoles desconfían, y con mucha razón, del sistema en general. De los partidos políticos, sí, pero también de los sindicatos, que en el fondo están dentro de ese sistema que ahora tiene grietas por todas partes. Los sindicatos han estado presentes en los consejos de administración de las cajas de ahorro quebradas y rescatadas con dinero público. Los sindicatos deben abrirse en canal a la transparencia que exige este momento. No les queda otra. Y los sindicatos, en ocasiones, se han mostrado como burócratas de poca utilidad para los ciudadanos. Esa sensación tienen algunos ciudadanos y las centrales deben preguntarse por qué. Seguro que hay muchas cosas que pueden y deber mejorar. Tampoco genera demasiado entusiasmo que los líderes sindicales lleven media vida al frente de su sindicato. En resumen, reflexión, transparencia y renovación.

Ahora bien, puede que esta estructura actual de los sindicatos sea obsoleta. Puede que necesiten una gran renovación. Puede que hayan cometido errores en el pasado. Puede que su papel en esta crisis económica esté siendo cuestionable. Es más, puede que estos sindicatos tal y como están actualmente no valgan, no sean útiles. Eso es mucho suponer y no estoy de acuerdo con esta afirmación. Pero pongamos que es así, perfecto. Estos sindicatos no nos sirven, pero los sindicatos son necesarios. Creemos otros, hagamos todos los cambios que sean necesarios, pero no perdamos de vista que estas agrupaciones en defensa de los trabajadores siguen siendo imprescindibles. Nunca han dejado de serlo, pero ahora más que nunca antes lo son. Porque la situación laboral en España es terrible. Lo es para quienes no encuentran empleo, por supuesto, pero lo es también para quienes ven mermadas sus condiciones en el trabajo, donde muchas empresas están abusando precisamente del elevado paro y del miedo que hay entre la población a perder el empleo para pagar miserias por las que, encima, hay que estar agradecidos.

Sueldos en caída libre, recién licenciados cobrando dinero para el transporte y gracias, despido a precio de saldo gracias a la reforma laboral... Son muchas las razones por las que protestar en un día como hoy. Un buen día también para reclamar, como hacen los sindicatos, un gran pacto de Estado por el empleo. Si en las lamentables circunstancias actuales no somos de capaces de entendernos para dar respuesta al drama del paro seguiremos sin estar a la altura. Los sindicatos, repito, han cometido errores. Sin duda. Pero son necesarios. Como es necesario reivindicar, hoy y siempre, un trabajo digno. Ese del que habla el artículo 35 de la Constitución Española. Y no puedo acabar este artículo sin hablar de tantos y tantos sindicalistas que ayudan a trabajadores a diario en empresas de toda España. Ellos no tiene VISA ni se sientan en consejos de administración. Ellos dan la cara día sí y día también por los trabajadores, recordándoles sus derechos, reclamándolos ante el empresario, tendiendo siempre la mano al trabajador que pide ayuda. Ellos merecen todo el respeto y la admiración del mundo. Y por esa labor, entre otras cosas, los sindicatos siguen siendo necesarios, útiles y válidos. 

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