Muere Margaret Thatcher


Idolatrada por el conservadurismo y el liberalismo económico, denostada por la izquierda. La dama de hierra, Margaret Thatcher, primera ministra del Reino Unido entre 1979 y 1990 murió ayer a los 87 años de edad. En lo que sus defensores y detractores coincidirán es en que se trata de una de las grandes personalidades políticas del siglo XX y que su labor al frente del gobierno marcó la vida de los británicos. Para bien, según los defensores del neoliberalismo; para mal, según quienes la señalan como destructora del Estado de bienestar en su país. Fue una mujer que despertó siempre pasiones encontradas. Algunos la amaban tanto como otros la odiaban. Polémica y aguerrida, se ganó el apelativo de dama de hierro por su severidad y contundencia en el ejercicio de sus funciones. Exaltó los sentimientos patrióticos de los británicos cuando ganó la guerra de las Malvinas frente a Argentina en 1982.  

Su posición política era clara, nítida. Reducción de la presencia del Estado hasta su mínima expresión, privatización de compañías públicas, ausencia de sindicatos, libertad de mercado. Liberalismo en estado puro. Es la gran heroína de esta doctrina política y económica. Prácticamente destruyó a los sindicatos británicos, los derrotó y aplastó en una huelga que se prolongó durante un año y durante la cual no dio su brazo a torcer. Férrea enemiga del comunismo, atacó sin piedad a la Unión Soviética. De hecho, fueron los medios de la extinta URSS quienes le pusieron el apelativo de dama de hierro. 

En 1970 fue ministra de Trabajo, líder del partido conservador desde 1974 y primera ministra desde 1979 hasta 1990. Fue la primera mujer, y hasta la fecha la única, en ser primera ministra en el Reino Unido. Su paso por el poder transformó por completo la vida social y económica del país. Privatizó multitud de compañías públicas, bajó impuestos, redujo notablemente el gasto público e implantó la flexibilidad laboral. Estas medidas, que nos suenan de algo porque marcaron un precedente y fueron seguidas por líderes conservadores en toda Europa, condujeron a un aumento del paro. Tanto que las encuestas hablaban de una derrota electoral en la cita con las urnas de 1983. La ocupación de las Malvinas por parte del ejército argentino en 1982 le sirvió en bandeja la opción de presentar su cara más firme en defensa de los intereses nacionales y despertó un sentimiento patriótico clave para su reelección en las urnas.

Ganó la guerra y, claro, venció esas elecciones. En su segundo mandato se mostró igual de dura ante el IRA. Decidió seguir celebrando el congreso de su partido en Brighton en 1984 pese a que el grupo terrorista irlandés perpetró un atentado contra las instalaciones. Un año después, se enfrentó a los mineros y siguió acrecentando la leyenda de dama de hierro y aumentando el cisma sobre su persona en la sociedad británica. Un impopular impuesto municipal, el poll-tax, aumentó el desgaste de la primera ministra tras 11 años en Downing Street. Su popularidad no paraba de caer.

Su reelección en 1987 quedaba atrás y a finales de 1990 decía adiós al puesto de primer ministro una de las personas que más ha influido en en devenir del Reino Unido en las últimas décadas. Para entonces ya era irreconciliable y abismal la división de los británicos sobre ella. Sus defensores la despiden como a alguien admirable, ejemplar, una heroína que racionalizó el Estado y aplicó sin complejos el neoliberalismo. Sus detractores, por su parte, la señalan como  la mayor enemiga del Estado del bienestar, la causante de muchos males y un empeoramiento de vida para millones de personas. Margaret Thatcher. Descanse en paz. 

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