La Constitución cumple 34 años



Tal día como hoy hace 34 años, los españoles aprobaron en referéndum la Constitución que devolvía la democracia al país. Aquel 6 de diciembre de 1978 los españoles volvieron a decidir su destino tras décadas de dictadura y aprobaron un nuevo marco de convivencia. Se alcanzó ese acuerdo a través del respaldo del 88% de los votantes en aquella histórica consulta popular y tras el consenso de la gran mayoría de los partidos políticos de la época. La España de hoy es muy distinta a aquella España de 1978, pero por muy mal que estemos ahora no deja de parecerme injusto que se diga que hoy no hay nada que celebrar. Hay mucho que debatir, mucho que reflexionar, mucha autocrítica que hacer, pero mucho también que celebrar. Aunque sólo sea el ejemplo de los españoles de entonces que en circunstancias aún peores que las actuales lograron acuerdos aún mucho más complicados que los que hoy demandamos y los partidos políticos no son capaces de alcanzar en materias de Estado.
 
La Constitución Española de 1978 no puede ser un libro sagrado inmutable y al que sea imposible realizar rectificaciones. De hecho, no lo es. Está recogido en la propia Carta Magna cómo deben hacerse esos cambios si se considera pertinentes realizarlos. Hay cuestiones para las que se viene pidiendo modificaciones mucho tiempo, pero que están estancadas por la falta de acuerdo o porque los políticos nunca ven el momento oportuno. Sin embargo, el año pasado se cambió la Constitución por exigencias de la Unión Europea para incluir la regla de oro que lleva el techo de déficit a la ley de leyes del ordenamiento español. Fue un error, o al menos fue muy dañina la imagen que se dio entonces. Una llamada telefónica de Merkel logra lo que años de debate no han conseguido: cambiar la Constitución. En todo caso, aunque ahora está muy poco de moda hacerlo, creo que hay muchos motivos por los que reivindicar la Carta Magna y celebrar este día.
 
El espíritu de consenso y entendimiento de la Transición, que se plasmó en esta Constitución, es más que nunca un ejemplo a seguir. Un admirable comportamiento de los españoles de entonces que, no sin dificultades y momentos delicados, decidieron dejar a un lado sus diferencias y buscar el acuerdo. Lo lograron. Antes de la ratificacion de la Constitución por el pueblo español se había vivido el intenso debate para crear la Carta Magna entre representantes políticos de distintos partidos que dieron a luz a la ley de leyes. Había discrepancias, pero se sacó adelante el documento. Un año antes del referéndum se habían firmado los históricos Pactos de La Moncloa, otro ejemplo admirable de entendimiento y diálogo entre las fuerzas políticas. Esa altura de miras y esa voluntad de alcanzar acuerdos de la clase política de la Transición, unida a la formidable actitud de la ciudadanía española de entonces, hicieron posible el regreso de la democracia a nuestro país. Es de esas contadas ocasiones de nuestra historia reciente de las que podemos sentirnos orgullosos de verdad.
 
La pérdida de esa actitud en la clase política, pero también en cierta medida en los ciudadanos, debe hacernos reflexionar. Igual no es la Constitución la que no se ha adaptado bien al paso del tiempo y se ha quedado desfasada. Igual es que la responsabilidad, la altura de miras y la voluntad de diálogo de entonces brilla por su ausencia en nuestros días. La Constitución de 1978 tendrá muchos defectos y deberá sufrir las modificaciones que estimen oportunas los españoles, por supuesto. Pero tiene mucho de ejemplar. Naturalmente, es más cómodo decir que no funciona bien y que tiene mil y un fallos que aceptar que hemos perdido el espíritu de consenso y entendimiento de entonces y preguntarnos por qué. En la clase política y en la sociedad en su conjunto.
 
Ayer conocíamos los datos de una encuesta del CIS en la que se preguntaba por la Constitución y por el funcionamiento de la democracia. Los datos del barómetro llaman a la reflexión. El 67% de los españoles está poco o nada satisfechos con la forma en que funciona la democracia en nuestro país. Sobre la Constitución, el sondeo también enciende alguna que otra luz de alarma. El 31,3% de los españoles cree que se respeta poco, el 13,3% considera que no se respeta nada, el 36,7% cree que se respeta algo, el 19,5% bastante y el 1,7% mucho. Sobre el grado de satisfacción que provoca la Carta Magna, el 51,5% de los españoles está poco o nada satisfecho, frente a un 37,4% que se siente muy o bastante satisfecho con ella.
 
Estamos poco satisfechos, viene a decir el sondeo del CIS, pero la conocemos muy poco. Tan poco que sólo el 15,8% de los encuestados dice haber leído la Constitución entera. Un 35,1% ha leído algún artículo suelto y el 48,9% admite que no la ha leído nunca. Alarmante este grado de desconocimiento de la Constitución entre los ciudadanos. Sólo un 36,4% acierta con el año de su promulgación, mientras que un 46,5% lo desconoce. De esta forma, un 64,5% de los encuestados dice que conoce muy poco o casi nada la Constitución. Echan la culpa de esta situación a los gobiernos y a las escuelas por no divulgar y enseñar la Carta Magna. La culpa siempre es de otro, ya sabemos.
 
La severa crisis económica que sufrimos en España y  la innegable crisis de imagen que sufre la clase política tienen mucho que ver con el descontento que refleja la encuesta. Hay muchas cosas que mejorar en el funcionamiento de la democracia en nuestro país. La clase política funciona mal y sus actitudes se alejan mucho de la ejemplar y excelente labor que debe exigirse a todo servidor público. Pero nunca me han gustado las explicaciones sencillas a los problemas complejos ni eso de buscar culpables de forma simplista ante situaciones delicadas. La culpa de todo lo que pasa ahora en España no es de los políticos y los banqueros. Todos debemos reflexionar sobre lo que se ha hecho mal en estos últimos tiempos, sobre por qué se ha roto ese espíritu de consenso que reinaba en la Transición, sobre qué parte de responsabilidad tenemos cada uno de nosotros.
 
Es mucho más sencillo simplificarlo todo hasta el ridículo y quedarnos tan panchos señalando con el dedo a la clase política, así, en general, y a los banqueros. Tampoco me gusta nada esa actitud que presente a todos los ciudadanos como pobres víctimas inocentes de la maldad de otros. No estaría de más que todos asumiéramos nuestros errores. ¿Cómo puede haber un 48,9% de los españoles que no haya leído nunca la Constitución, ni siquiera unos pocos artículos? No la leen, pero luego dicen estar poco o nada satisfechos con su funcionamiento. Falta madurez democrática, da la sensación. Hoy, 6 de diciembre, en lugar de criticar todo lo malo que tiene la Constitución, en lugar de señalar todos los errores que se cometieron durante la Transición, podríamos reflexionar sobre por qué hemos llegado hasta esta situación en la que nos encontramos y sobre por qué se ha roto el diálogo y el consenso entre partidos políticos y en la propia sociedad que dominó aquella época.

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