Nobel de la Paz para la UE

El comité del Premio Nobel de la Paz, el más importante y emblemático del mundo, decidió otorgar el galardón a la Unión Europea. El reconocimiento al proyecto común en Europa que ha permitido un largo periodo de paz en el escenario de las dos guerras mundiales llega en un momento de extrema debilidad para la Unión Europea, cuestionada en muchos aspectos, frágil en lo económico y que además debe hacer frente a un creciente desapego por parte de los ciudadanos de varios países miembros de la UE. El premio ha levantado cierta polémica. Naturalmente, las instituciones comunitarias y los gobernantes de los 27 celebran el galardón, pero ha recibido más críticas en otros foros.
 
De entrada, siempre me agrada mucho más que este premio vaya a activistas por los Derechos Humanos, por ejemplo, o a personas o instituciones que se la están jugando por la paz. En 2009 ya fue bastante discutible el galardón a Barack Obama, recién elegido presidente de Estados Unidos por "capturar la atención del mundo y ofrecer a su pueblo la esperanza de un futuro mejor".
 
Este premio tiene más de un siglo de historia. El primer Nobel de la Paz se entregó en el año 1901. El primer ganador fue Fréderic Passy por ser uno de los principales organizadores del primer Congreso Universal por la Paz. Le siguió en el año siguiente Jean Henry Dudant, creador de la Cruz Roja. La lista recoge nombres como Martin Luther King (1964), UNICEF (1965), Willy Brandt (19171), Amnistía Internacional (1977), la Madre Teresa de Calcuta (1979), Lech Walesa (1983), Mijaíl Gorbachov (1990), Rigoberta Menchú (1992), Nelson Mandela y Frederik Willem de Klerk (1993), Muhammad Yunus y su Banco Grameen en Bangladés (2006) o el activista chino Liu Xiaobo (2010). A lo largo de su historia también han recibido el galardón personajes que uno no encuadraría precisamente en la categoría de defensores mundiales de la Paz. Me chirría especialmente el Premio Nobel de la Paz a Henry Kissinger en 1973.
 
Hecho este repaso histórico por los distintos Premios Nobel de la Paz desde su creación, vamos a lo que nos toca. La Unión Europea ha recibido este premio por, según dice el jurado, "el avance hacia la reconciliación en estos últimos vaños" y  por sus "valores basados en la democracia y los Derechos Humanos". Es un premio a la idea fundacional de la Unión Europea, a lo que supone construir un proyecto común en el continente sentando en la misma mesa y uniendo en la misma institución a antiguos rivales en distintas contiendas como la II Guerra Mundial. Llega el galardón en un momento delicado para la UE, especialmente en lo económico. No es difícil interpretar este premio como un revulsivo para un proyecto en horas bajas. Una forma de reconocer las luces de la Unión Europea cuando todo parece estar bajo sombras.
 
En efecto, el proyecto de la Unión Europea fue una apuesta valiente y acertada por la integración europea, por la solidaridad y la reconciliación. Quienes hemos nacido en paz en Europa y nunca hemos vivido en nuestras propias carnes un conflicto bélico, que afortunadamente somos muchos, quizás no valoramos como es debido la importancia que eso tiene. Pero si nos trasladamos a la Europa de hace seis décadas, recién acabada la Segunda Guerra Mundial, entenderemos lo arriesgado y acertado que fue la construcción de un proyecto europeo común con el fin de unir a enemigos que  hasta entonces resolvían sus diferencias en el campo de batalla. La construcción europea ha sido un largo proceso. Todo empezó por la unión de seis países en cuestiones económicas muy concretas: Alemania, Francia, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo. En el año 1957 se da un paso más con la firma del Tratado de Roma y se decide apostar por una integración económica, política y social. Poco a poco va creciendo, transformándose y recibiendo a más miembros. Cambia hasta formar la actual Unión Europea de los 27. Nació con el objetivo de unir Europa, de buscar la integración, la solidaridad y todo ello bajo valores de respeto y defensa de la democracia y los Derechos Humanos.
 
Comparto la sorpresa por este galardón y se me ocurren bastantes ganadores del Nobel de la Paz que hubiera preferido ver reconocidos este año. Pero es cierto que, mirando para atrás, no podemos negar los logros conquistados por la UE. En su momento, la idea de un proyecto común europeo era una quimera, una utopía de unos pocos idealistas. Y sin duda no eran tiempos fáciles. Pero se optó por ello. Con sus logros y sus muchos defectos e imperfecciones, por supuesto, pero el galardón nos recuerda los nobles orígenes de esta institución y cuál fue y debe ser su espíritu. Ahora bien, también nos lleva a una obligada reflexión sobre el desapego ciudadano en muchos países miembros y sobre la marcha del proyecto europeo. Y no va bien, no sólo desde el punto de vista económico.
 
Ahora que hablamos tanto de identidades nacionales y estas cosas, el objetivo final de la Unión Europea sería lograr un sentimiento de pertenencia de los ciudadanos de todos los países miembros. Que nos sintiéramos españoles y europeos, en este caso. Pero sería engañarse pensar que eso sucede y sería mirar hacia otro lado obviar el deterioro de la imagen de la UE en la ciudadanía. En países como Grecia, Italia, Portugal o España, vemos a la UE como una institución que nos impone recortes y medidas económicas dolorosas. En los países ricos del norte como Alemania, muchos lo ven como un mal negocio porque tienen que pagar con el dinero de sus impuestos los rescates a los pobres del sur. No digo que esta imagen sea correcta, porque en España olvidamos los muchos beneficios obtenidos durante años de los fondos europeos y en Alemania no recuerdan que el resto de países de la UE son sus principales socios comerciales y, por ello, necesitan seguir vendiendo sus coches y productos al resto de Europa. Pero esa integración no se ha logrado.
 
 El descrédito de las instituciones comunitarias en la sociedad es palpable. Se debe en parte a la propia crisis económica, porque en lugar de ver a la UE como una solución a los problemas en el mundo se le percibe como un foco de los mismos. La lentitud a la hora de actuar y tomar decisiones tampoco ayudan. Luego hay otro aspecto fundamental del que ya he escrito en otras ocasiones: el déficit democrático de la UE. Sus principales responsables no son elegidos por elecciones. Nadie ha votado a Van Rompuy o a Juncker. Y creo que no es una cuestión menor. Además, si en la UE hay 27 miembros se deberían tomar decisiones consensuadas por todos ellos y donde todos tengan voz y capacidad real de hacer propuestas. A día de hoy, el peso de Alemania en la toma de decisiones es excesivo.
 
Es muy complicado avanzar en la construcción del proyecto europeo si cada país sigue mirando por sus propios intereses y no hay una convicción unánime de apostar por la integración, por una mayor unidad y por la solidaridad. Parece obvio que no la hay. Si además esto se hace de espaldas a los ciudadanos, el deterioro de la imagen de la UE seguirá creciendo. Siempre he defendido las bondades de proyecto común, porque creo que es lo más inteligente que puede hacer Europa en este mundo actual en que vivimos. Ir de la mano es mucho más sabio que hacer cada cual la guerra por su cuenta. Pero no se pueden dejar de analizar los muchos errores y fallos de funcionamiento y de estructura que tiene la Unión Europea.

Comentarios