Trágico verano de incendios

153.000 hectáreas han ardido en lo que de año en España, sin contar con los últimos fuegos de Málaga y Madrid, en los numerosos incendios forestales que han asolado el país, especialemente estos meses de verano. Desolador balance medioambiental y trágicas consecuencias del fuego, que han quitado la vida a varias personas que luchaban por apagar las llamas o vecinos que fueron atrapados por esa bola de fuego que avanzaba hacia sus casas. Según las estadísticas, 2012 es ya el cuarto peor año de los últimos 20 en incendios forestales.
 
Es dramático ver cómo los incendios dejan sin nada a muchas personas, ver esas caras de desolación de aquellos que están sintiendo cómo algún desalmado ha decidido prender el bello paraje en el que viven y que saben que ya sólo podrán volver a ver de ancianos, porque se tardará décadas en repoblar. La ansiedad por tener la duda de si las llamas habrán llegado a sus casas, la tristeza y el miedo de las personas que tienen que ser evacuadas por prevención. Los que viven del campo y quienes no pueden entender que, a partir de este momento, habrá que cambiar el idílico paisaje verde del monte por la negritud que deja el fuego.
 
Pero no podemos quedarnos en el lamento por lo ocurrido. Se deben analizar las causas y, sobre todo, luchar porque esto no vuelva a suceder. Son numerosas y complejas las causas, pero hace tiempo que urge en España hacer una labor amplia destinada a proteger nuestra riqueza natural. No se trata de centrarse sólo en los equipos para las labores de extinción de los fuegos, sino que hay que trabajar a fondo para no llegar a ese último punto. Para eso es clave cambiar la mentalidad, introducir otra cultura de prevención. La mayoría de los incendios tienen detrás la mano del hombre, bien de forma intencionada, bien por errores o negligencias. Hay que concienciar a la población en este sentido. También es fundamental no descuidar eso que siempre han dicho nuestros mayores de que los incendios de verano se apagan en invierno limpiando de maleza los bosques.
 
Las condiciones climáticas no han ayudado. Las elevadas temperaturas y la sequía son un primer factor a tener en cuenta a la hora de buscar los porqués de este balance tan negativo. Ha sido un verano muy caluroso que ha venido precedido de un invierno y una primavera muy secos, ha llovido poco. Ese primer elemento es importante, pero contra él nada se puede hacer.
 
La prevención es clave. Ahí entran las labores de limpieza de los bosques en invierno. La sospecha de que los recortes económicos han afectado también a estos trabajos está ahí, y probablemente tiene fundamento, pero desde que tengo uso de razón recuerdo a mi padre lamentándose porque no se limpiara convenientemente de maleza el campo y los bosques en invierno. Quiero con esto decir que creo que en esta cuestión nos llevamos descuidando mucho tiempo. Si sabemos que es la mejor cura preventiva para evitar incendios, ¿por qué no lo hacemos, o no de forma tan general como deberíamos? En este sentido, la importancia de la ganadería también es un elemento que podríamos analizar. Allí donde hay ganado el problema de mantener limpios los campos está resuelto. Creo que se podrían buscar fórmulas que ayudaran a los ganaderos, que podrían llevar a pastar a su ganado a lugares naturales de titularidad pública, incluso, a través de acuerdos. Se lograrían dos efectos positivos con las medidas.
 
La mentalidad es también fundamental y en ese sentido se debe trabajar para conseguir un cambio de cultura medioambienta en la sociedad española, o al menos en un sector de la sociedad española. Todos debemos percibir el entorno natural y el medio ambiente como una de nuestras más importantes riquezas. Fundamentalmente porque lo es. En los numerosos incendios forestales de este verano se han visto afectado varios parques naturales como el del Teide o el Moncayo. Debemos concierciarnos todos para proteger nuestro entorno. Y eso va desde las escuelas hasta el conductor que imprudentemente lanza una colilla a la cuneta de la carretera o al hombre de campo que hace una quema de rastrojos descontrolada, por poner sólo tres ejemplos.
 
Por supuesto hay un factor que es díficil de controlar, casi tanto como de entender. Es el de los pirómanos, las personas que provocan incendios forestales. Son muchos los fuegos que han sido intencionados. Ante mentes perversas es complicado actuar. Sin duda se debe incrementar la pena contra estas personas, porque están ejerciendo auténtico terrorismo medioambiental: destruyen nuestra naturaleza y ponen en riesgo la vida de muchas personas. Hasta el máximo posible se debería endurecer la condena a los culpables de estas atrocidades. Resulta generalmente muy complicado pillar a los responsables de los incendios y, una vez localizado el sospechoso, no es sencillo por regla general demostrar su culpabilidad y que provocó el fuego de forma intencionada y no accidental. No es planteable la posibilidad de vigilar cada metro de bosque, por lo que la sociedad debe combatir con el repudio y con el endurecimiento de penas este tipo de actitudes.
 
Los accidentes ocurren y sabemos perfectamente que eliminar el riesgo de incendios totalmente es imposible. Siempre sucederán, del mismo modo que cualquier otro ámbito siempre pasarán cosas indeseadas, como en las carreteras, por ejemplo. Pero lo que hay que hacer es reducir todo lo que podamos ese riesgo. También es interesante ver como hemos visto este verano que hay algunas especies de árboles que sirven casi de cortafuegos naturales y no arden del mismo modo que otras especies no resultan tan peligrosas una vez declarado un incendio. Hacer cortafuegos es otra de esas labores que durante todo el año han de realizarse para mantener nuestros bosques a salvo. Cuidar de nuestro entorno natural debe ser una prioridad para todos, desde los gobiernos, para los que  recortar gastos en este ámbito no puede ser un ahorro válido, hasta todos y cada uno de nostros. Ojalá las dramáticas escenas que hemos visto este verano no vuelvan a repetirse con la misma virulencia y efecto destructivo. Es una labor de todos.


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