23 de mayo, cumbre del crecimiento

Ya tenemos fecha para la cumbre sobre crecimiento de la Unión Europea: el 23 de mayo. El Consejo adelanta la celebración de esta cumbre informal en la que se hablará de crecimiento económico. Conviene señalar que todos los líderes europeos hablan de crecimiento, pero no todos coinciden en la percepción de la realidad, en la fómula que se debe aplicar e incluso podría decirse que no coinciden ni siquiera a la hora de definir qué es el crecimiento. Cuando escuchamos hablar a Hollande y a Merkel de crecimiento no parece que estén hablando exactamente de lo mismo. No hay que lanzar las campanas a vuelo. Creo que esa idea expresada por muchos de que una victoria de Hollande en las presidenciales francesas iba a traer casi de forma inmediata un cambio de rumbo en la política económica Unión Europea es demasiado atrevida y poco realista. El 23 de mayo se celebrará esta cumbre y será entonces cuando veamos de qué se habla y en qué se concretan las propuestas de Hollande.

Merkel ha recibido a Hollande con entusiasmo y dice estar deseando hablar con él. La primera visita de Hollande a un líder internacional será a Merkel en Berlín poco después de tomar posesión del cargo de presidente. La canciller ha dicho que cooperará con el nuevo presidente francés y buscará una relación cordial para mantener el eje París-Berlín, pero también que el pacto fiscal es innegociable. También ha respondido al triunfo del socialista expresando que las políticas y los acuerdos de la UE no pueden cambiarse con cada cita electoral por grande o importante que sea el país donde se celebre. Lo escribí el lunes y lo repito hoy: no creo que Merkel dé su brazo a torcer así como así. Es verdad que la canciller está observando, como estamos observando todos, que han caído 17 gobiernos europeos desde que comenzó la crisis. Uno tras otro a causa de su gestión de las dificultades económicas. Es obvio que las recetas de austeridad impulsadas por Merkel no agradan en absoluto a los ciudadanos que las ven injustas y sumamente dañinas para su vida diaria. El propio partido de Merkel, la CDU alemana, ha comprobado ya en las urnas cierto desgaste. En 2013 habrá elecciones en Alemania y no sé si Merkel estará dispuesta a aceptar su error y virar en su política económica tan cerca de la cita con las urnas. Además tengo la sensación de que en Alemania los ciudadanos no aceptarán que con su dinero, así lo verán ellos, se financien obras en otros países europeos o se paguen los platos rotos de otros.

Ayer el presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso, habló sobre la cumbre del crecimiento y sobre este debate en toda Europa en relación a la necesidad de impulsar políticas de estímulo. Volvió a defender que hay que combinar ambas cosas, pero habló con claridad para defender la austeridad al afirmar que "necesitamos austeridad y necesitamos crecimiento. Pero la política europea debe ser consistente, y la austeridad es absolutamente necesaria. Sería totalmente irresponsable que ese crecimiento se obtuviera sobre la base de un aumento de déficit. No hay margen para eso". Más claro, agua. Está claro que ni Merkel parece dispuesta a abrir la mano tanto como para algunos sería deseable ni desde Bruselas se abren de par en par las puertas para el esperado cambio de rumbo en la política económica comunitaria.

Lo que se presenta como giro radical en la política de la UE se puede quedar en la inclusión de un parrafito que hable de crecimiento de forma general en el pacto fiscal. Una fórmula retórica que no incluya, a diferencia de la austeridad, plazos, cifras e incluso vinculación jurídica al cumplimiento de los objetivos. Sería algo decepcionante que al final esto quedará en un cambio retórico, estético, sombólico y muy general que en realidad no implique un cambio de rumbo. La fuerza de Hollande como presidente francés será importante, desde luego, ya que Francia es un país fundamental en la UE, pero ya son muchos los que se preguntan si será suficiente para forzar un cambio profundo en las recetas económicas europeas. Y la respuesta no gusta a los que ven en el nuevo líder francés una esperanza de cambio.

Veo muy poco probable que de la cumbre del 23 de mayo salga una rectificación y un viraje significativo en el rumbo de la UE. Por lógica, por puro sentido común, lo esperable más bien es que se alcance una fórmula intermedia que permita a Hollande defender que ha logrado cambios y a Merkel y el resto de fundamentalistas de la asuteridad decir que la disciplina fiscal y la reducción del déficit han de seguir guiando la acción de la UE, aunque no es algo incompatible con el crecimiento económico. Todo puede suceder, por supuesto, pero no creo que sea realista pensar que el recién llegado Hollande haga cambiar de rumbo a la Unión Europea. Sobre todo porque Sarkozy ya no está, pero Merkel sigue siendo quien lleva la voz cantanye y ella no está dispuesta a aplicar políticas de estímulo porque crearían "espejismos de crecimiento" financiados con deuda. No sé si se quedará en un párrafo añadido al pacto fiscal o si se irá más lejos, pero sí pienso que Hollande no provocará un cambio automático en la UE, algo que, por otra parte, es razonable porque ni él querrá entrar como un elefante en una chatarrería ni el resto de líderes aceptará cambios de 180 grados de la noche a la mañana.


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