Ajuste sin precedentes para una "situación crítica"

No sé si resulta lo más adecuado que varios ministros hablen de "situación crítica" y hasta de "presupuestos de guerra", y tampoco si, ante una situación tan delicada como la que nos cuentan, no sería conveniente que hubiera sido el propio presidente del gobierno quien hubiera explicado el proyecto de los presupuestos. En la rueda de prensa posterior al Consejo de ministros en el que se aprobó el proyecto de presupuestos generales del Estado para 2012, fue Soraya Saénz de Santamaría la que expuso la apocalíptica situación económica que obliga al gobierno a recortar 27.300 millones de euros. El presupuesto más austero de la democracia. Acompañaron a la vicepresidente en rueda de prensa el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro (que acabó de alegrarnos el día), y el ministro de Industria, José Manuel Soria, quien informó de la subida de la luz y el gas y los planes del gobierno para intentar solucionar el problema del déficit tarifario. Ayer era viernes de Dolores y la fecha dio mucho juego.

Recorte del gasto en 27.300 millones de euros. Recorte medio del gasto por ministerio del 16,9%. Amnistía fiscal para aflorar 25.000 millones de dinero negro. Modificación en el impuesto de sociedades para ingresar más de las grandes empresas. Son algunos de los titulares de este proyecto de presupuestos. Hay más, como la drástica reducción en la partida destinada a cooperación y desarrollo, el enorme tijeretazo al ministerio de Fomento, los 1.500 millones menos que se destinarán a las políticas activas de empleo, o la congelación de los sueldos de los funcionarios. Hay varias cuestiones importantes de lo presentado ayer por el gobierno que, desde el punto de vista de alguien que no es experto en asuntos económicos, resultan destacables. Hago la advertencia por si escribo algún disparate. En primer lugar, no termino de ver adecuada la forma en la que el gobierno plantea la situación. Hablar tanto de situación crítica no me parece lo más adecuado. No porque no estemos tan mal como dice el gobierno, que probablemente así será, sino porque no me resulta inteligente que el gobierno presente una situación tan apocalíptica. Puede deberse a varias razones: su promesa de decir siempre la verdad, por dolorosa que sea; su afán por criticar y culpar de todo al gobierno anterior-ayer ya se rescató la expresión "herencia recibida- o esa estrategia clásica de presentar el caos para, acto seguido, llegar tú en plan salvador. En cualquier caso, intranquiliza bastante escuchar según qué cosas en boca de los ministros del gobierno de la nación.

El ajuste es brutal y la cantidad de 27.300 millones de euros lo dice todo. El gobierno tiene claro que va a cumplir con el objetivo de déficit cueste lo que cueste. Ayer la vicepresidenta lo expresó con claridad: sí o sí. No hay otra opción. Movidos por ese compromiso con Europa, el tijeretazo ha sido notable, aunque ya hay quien dice que no será suficiente y el gobierno tendrá que aplicar nuevas medidas en el futuro. De las medidas anunciadas ayer, la que peor sentará en la ciudadanía es la amnistía fiscal. Busca aflorar dinero, pero conviene huir de eufemismos. Consiste en perdonar a las personas que han defraudado a Hacienda reconociendo, además, la incapacidad del gobierno de combatir el fraude fiscal. Puede que tenga mucho sentido desde un punto de vista económico, no dudo de que en otros países se haya aplicado ni de que organismos internacionales lo recomienden, pero es incomprensible para los ciudadanos, muy doloroso (por ir con el día en que se aprobó) y difícil de digerir. Hablo de los ciudadanos modestos y honrados que ven cómo a ellos se les sube el IRPF y se les exige cada vez más y más esfuerzos, que ahora verán como los listos de turno volverán a la buena senda. Las palabras del ministro de Hacienda animando ayer a las ovejas descarriadas a volver al rebaño porque no se les presentará una oportunidad igual en el futuro resultaba patética.

El gobierno debe combatir el fraude fiscal. Lo que no tiene mucha lógica es que ofrezcan esta amnistía y, acto seguido, digan que van a aprobar un severo plan contra el fraude. Es decir, mientras con una mano el gobierno va a estar recibiendo a los defraudadores arrepentidos y les perdonará sus pecados, con la otra estará redactando un plan contra el fraude fiscal. ¿Merecerá mucha credibilidad? ¿No debería haber empezado por el plan? ¿No significa esta amnistía tirar la toalla y reconocer tu incapacidad de combatir el fraude? Lo de menos es lo que el PP dijera cuando estaba en la oposición y el gobierno de Zapatero estudiaba algo similar a esta amnistía fiscal. Sí, resulta curioso ver a Rajoy y a Cospedal criticando a Zapatero y sus ocurrencias pasado el tiempo, ahora que vemos que ellos las aplican. Aunque no tardarán mucho en darle la vuelta y defender que se ven obligados a tomar este tipo de medidas por culpa del gobierno socialista. Lo de menos, insisto, es que el PP predicara una cosa en la oposición y haga otra en el gobierno. Lo importante es que resulta éticamente inaceptable que se apruebe una amnistía fiscal para los que han defraudado dinero. Con este tipo de medidas el gobierno sólo consigue acrecentar la sensación de que esta crisis la estamos pagando los que la hemos provocado, de que se piden esfuerzos a los más humildes y se perdonan delitos a los ricachones y, en definitiva, de que el gobierno está siendo débil con lus fuertes y fuerte con los débiles.

La amnistía fiscal será todo lo útil que quieran y podrá aflorar todo el dinero que digan, pero no dejará de ser lo que es y no dejará de indignar a los ciudadanos. Al margen de eso, el gobierno recorta el gasto en la práctica totalidad de las partidas. Si dejamos fuera pensiones y prestacciones por desempleo, casi todo lo demás sufre la tijera. El recorte del gasto previsto en estos presupuestos es considerable y el aumento de ingresos llegará por una subida (aunque al ministro no le gusta llamarlo así) del impuesto de sociedades a las grandes empresas, por la aportación de los honrados defraudadores que tendrán la gentileza de aflorar su dinero negro y por la subida de impuestos que el gobierno ya aprobó a finales del año pasado. No sé si cuadrarán las cuentas o no. El panorama, en cualquier caso, es preocupante. España preocupa, al parecer, a Europa y a los inversores, aunque parece que les ha gustado la reforma de forma inversamente proporcional a lo que nos ha gustado a los españoles. ¿Contentaremos a Bruselas con estos presupuestos? No lo sé, porque si algo hemos aprendido con esta crisis es que de la UE y de los mercados y los inversores uno puede esperar cualquier cosa (menos soluciones).

El gobierno tiene como prioridad cumplir con sus objetivos de déficit y sueñan cada día con una palabra: austeridad. Lo que sucede es que tal vez debería compartir espacio en sus sueños la palabra crecimiento económico y creación de empleo. Dicen que no suben el IVA para no contraer el consumo. Es razonable que así sea. Pero creo que la pregunta pertinente sería la siguiente: vale, ya hemos recortado de todas partes, ya hemos metido la tijera, ya hemos demostrado nuestro compromiso con la austeridad; muy bien, pero ahora ¿qué hacemos para reactivar la economía y generar crecimiento económico que nos ayude a crear empleo? Porque por todos lados veo reducción de inversiones públicas y ajustes y más ajustes, pero lo que no encuentro por ningún lado es qué está haciendo el gobierno para volver a poner en marcha la economía española. Porque no hace falta recordarle al gobierno que el coche está parado y no vemos a nadie con un bote de gasolina cerca dispuesto a arrancarlo.

Comentarios