Comparecencia de Iñaki Urdangarin ante el juez

El duque de Palma, Iñaki Urdangarin, respondió ayer durante más de ocho horas a las preguntas del juez Castro que investiga el caso Palma Arena. El aspecto físico de Urdangarin era el propio del primer miembro de la Casa Real que comparece ante un juez como imputado. Con la de siglos que ha habido monarquía en España, tener este dudoso honor debe dar que pensar. Sobre lo sucedido dentro de la sala se sabe poco, aunque sí se han contado algunas cosas. Lo más palpable es que ha sido una comparecencia larga, y más que va a serlo porque a las 9:30 de hoy deberá seguir respondiendo a las preguntas. Se ha contado también que Urdagarin culpó de todo a su socio, Diego Torres; que reconoció que el Rey le había ordenado dejar sus negocios; que dijo que su esposa, la Infanta Cristina, tenía un papel testimonial en sus empresas; que incluyó a sus hijos en el accionariado de una de ellas y que el juez estaría estudiando la posibilidad de someter al duque a un careo con su ex socio para aclarar lo ocurrido en el Instituto Nóos.

El duque llegó al juzgado a pie, después de varios días en los que el gran debate nacional había girando en torno a si debería ser conducido en coche hasta las puertas de la sala o no. Llegó andando y había ciudadanos esperándole en la calle, aunque no con la misma intención que las personas con las que el duque se encontraba en inauguraciones o actos oficiales. En este caso optó por no saludar sonriente al pueblo y por hablar con los periodistas para decir que quería demostrar su inocencia y su honor. Entró a la sala y a partir de ese momento no tenemos imágenes de lo ocurrido, aunque siempre quedan los abogados de una y otra parte que están locos por la música y les encanta eso de comparecer ante la prensa para explicar lo que pasó. Un buen ejemplo de ello es el abogado de Urdangarin, encantado de haberse conocido y con una afición a los micrófonos y las cámaras a la altura de grandes enamorados de los focos de este país, esos que nunca dejan pasar la ocasión de hablar a los periodistas y no pueden ocultar su satisfacción de sentirse protagonistas. Detalles al margen, me gustaría que esta entrada fuera la propia de un país en el que se respetan los tiempos judiciales y el Estado de derecho, aunque eso es mucho pedir.

Si este país hubiera entendido de verdad lo que es eso del Estado de derecho y el respeto a la justicia, se respetaría de verdad la presunción de inocencia y se evitarían los juicios paralelos y los shows televisivos en los que convertimos este tipo de asuntos. También sería impensable que hubiera tantísimas filtraciones sobre investigaciones que están bajo secreto de sumario. Y, por supuesto, la mayoría de los ciudadanos pensarían que la justicia la imparten los jueces y punto, es decir, pensarían que es bochornoso e innecesario que haya personas apostadas a la entradas de un juzgado dedicadas a insultar a una persona que va allí a defenderse. La presunción de inocencia, por cierto, no puede ser sólo una frase hecha y no puede reducirse a poner la palabra presunto delante de cada insulto e improperio que se lance contra alguien. Pero no, está claro que aquí no nos hemos enterado muy bien de lo que es respetar la acción de la justicia. A mucha gente parecen sobrarle los jueces, ya que les estimulan mucho más los grupos de personas que insultan y linchan si llega el caso a un imputado. Seamos serios.

No seré yo quien salga en defensa de Urdangarin, pero sí quien, humildemente, exprese su idea de que deberíamos reflexionar muy mucho sobre lo poco que respetamos la justicia en este país y sobre por dónde nos pasamos la presunción de inocencia. Si Urdangarin ha cometido algún delito, que pague por ellos, naturalmente. Que responda ante la justicia tal y como tendríamos que hacer todos los ciudadanos que es, hasta el momento, exactamente lo que está haciendo. Pero juzgarle no nos corresponde a los ciudadanos ni tampoco a los periodistas. Sólo en un país poco serio se puede ver en prime time (o en cualquier otro horario) un programa en el que, sin ningún pudor, se pregunta si una persona que está siendo juzgada en ese momento es culpable o inocente. Rizado el rizo, lo más divertido es ver cómo en ese mismo programa se atacan los juicios paralelos, "como éste que estamos haciendo nosotros ahora", deberían añadir. Lo razonable sería informar sobre lo que se sepa del juicio y la investigación, debatir sobre las implicaciones que este caso puede tener en la monarquía y punto final. Pero no plantear un debate para determinar si el acusado es culpable o inocente. ¿Qué queremos, quitarle el trabajo al señor Castro?

Por cierto, ayer la escena del señor juez saliendo del juzgado para comer o tomar un café y siendo aclamado por los ciudadanos que asistieron a insultar al duque debería haberse evitado. Era tan sencillo como que el señor Castro hubiera tomado el refrigerio dentro del tribunal. Creo que no era necesaria esa imagen. En cualquier caso, es una anécdota más que sumar a este caso. En el fondo de la cuestión está algo muy serio y gravísimo: varios delitos cometidos presuntamente por el duque de Palma. Habrá que dejar actuar a la justicia. En todo caso, ya escribí hace tiempo que el comportamiento de Urdangarin no era ético ni ejemplar independientemente de si había sido legal o no. Un miembro de la familia real no debe hacer negocios, porque no parte con una situación de igualdad con respecto a otros empresarios y porque, quiera o no (y en este caso parece que sí quería) estará jugando siempre con la imagen y el prestigio de la institución para sacar este o aquel contrato. Por eso el Rey tiene esa norma no escrita de que los miembros de su familia no puedan tener negocios. Por eso ordenó a su yerno dejarlo. No necesariamente porque lo que estuviera haciendo fuera delictivo, sino porque era poco decoroso y se debía evitar.

Este caso está dejando también al descubierta la estúpida e infantil mentalidad de algunos políticos y empresarios que vieron en Urdangarin un seguro para hacer negocios y que se sintieron muy importantes por estrechar la mano de todo un duque de Palma. Él nunca debería haber tenido esa voracidad de hacer negocios. Puede que ésa sea una desventaja de formar parte de la familia real, pero creo que la lista de ventajas es bastante más extensa y no pienso que Urdangarin hubiera pasado apuros si hubiera tenido un trabajo y no se hubiera metido a empresario de éxito. Ahí está el pecado original de toda esta historia. Si a Urdangarin, por poner un caso, se le hubiera ofrecido el cómodo trabajo que ocupa ahora en Telefónica (cómodo y muy bien pagado) antes de todo este jaleo, podría haber llevado un magnífico nivel de vida y no hubiera sido necesario ponerse a hacer negocios por todas partes. Incluso hubiera sido menos escandaloso que por ser yerno del rey se le hubiera colocado en un puesto de este tipo.

El juez será quien determine si Urdangarin cometió algún delito o no. También a él le corresponderá decir si la Infanta Cristina debe ser imputada o no, algo que a día de hoy parece poco probable (tan poco probable como que la hija del Rey no tuviera una ligera idea de lo que pasaba en su casa y de dónde venía el dinero). Y hay que dejar trabajar a la justicia. Creo que a la Casa Real le podría hacer mucho más daño una absolución de Urdangarin con muchas pruebas en su contra que una condena. Que el juez decida libremente si es clpable o no, pero pienso que la monarquía podrá conducir mucho mejor una condena al duque que una sensación generalizada de que se ha hecho un apaño para salvarle de la quema. Este caso puede hacer daño a la institución, ya se lo está haciendo de hecho, pero no creo que vaya a ser, ni en el peor de los casos, un golpe mortal a la monarquía. Lo cierto es que sigue pesando más la labor democrática y leal al país que ha hecho el Rey Don Juan Carlos que el daño a la imagen de la monarquía que está haciendo el caso Urdangarin. Las críticas a la monarquía como sistema político y forma de Estado podrán seguir llegando, por supuesto, de muchos lados (como el sinsentido de que una persona, por el mero hecho de nacer en una familia, tenga privilegios sobre el resto de ciudadanos o que el jefe del Estado no se elija por votación popular), pero si los que ansían el final de la monarquía han apostado todo a la carta de Nóos tal vez deben intentar sacarse otro as de la manga para abrir el debate monarquía o república, porque creo que el Rey y la institución no quedaron tocadísimos de este caso. Será una gran contrariedad, pero no creo que definitiva.

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