Más paro

Cada comienzo de mes llega la hora de conocer las cifras del paro en el mes anterior. Es entonces cuando el responsable del gobierno pone cifras al drama al que, tristemente, todos podemos poner cara, nombre y apellidos. El déficit del Estado, por ejemplo, es un gran problema para la economía española y afecta directamente también al empleo y a muchas empresas, pero con el paro sucede que es mucho más clara la relación entre esas cifras frías y el tremendo daño que causan en muchas personas. Desde que comenzó la crisis económica se ha repetido una y otra vez lo mismo, que el paro es la peor cara de esta negra situación. Así es. ¿Corremos el riesgo de que de tanto repetirlo se convierta en algo ya habitual? No lo creo. No considero que por insistir cada mes en lo grave de la situación en relación al desempleo estemos provocando que se convierta en algo que ya prácticamente se da por hecho. Lo lamentable es que todos conocemos a alguien en esta terrible situación y que son muchas las personas que están sufriendo.

La cifra de desempleados registrados en diciembre del 2011 es de 4.422.539. El paro subió más en 2011 que en 2010, año terrible aquel que ha terminado por hacer bueno el 2011. Confiemos en que esto no suceda con el 2012. Las cifras son frías, pero tienen detrás dramas personales, muchas situaciones delicadas, muchos sueños frustrados, muchas vidas en suspense. Un dato que define muy bien lo ocurrido el año pasado con el paro es el siguiente: cada día se perdieron 1.000 puestos de trabajo. Es decir, cada día en mil hogares entraba alguien que acaba de perder su empleo. Se dice pronto. La cifra total de parados es dramática por sí sola, pero puede que este dato sea especialmente significativo. Literalmente la sociedad se está desangrando en cuanto a puestos de trabajo. Cada día es más frecuente ver a jóvenes forzados a marcharse de España porque aquí no encuentran trabajo o encontrar a personas con una dilatada trayectoría laboral que se ven en una edad delicada y con el temor de no volver a trabajar nunca más. Es un drama terrible contra el que se debe combatir. Es la prioridad número uno.

Ayer también conocimos que la Seguridad Social acabará con déficit el 2011. Es una noticia preocupante. Algunos se tranquilizan, supongo, diciendo aquello de que los socialistas, como ya ocurrió en 1996, vuelven a dejar déficit en las cuentas de la Seguridad Social. Quizás ellos sean más felices así y no hay duda de que es mucho más sencillo analizar la realidad desde un punto de vista partidista, parcial y nada crítico que hacerlo de un modo serio y riguroso. Los que crean que esto es culpa exclusivamente de los socialistas, como digo, estarán tranquilos y confiaran en el todopoderoso gobierno de Mariano Rajoy (¿sigue en España el presidente? ¿volveremos a verle en público algún día? ¿tiene afonía? ¿hablará de nuevo?). Luis De Guindos dijo que estas cifras ponen en cuestión el Estado de bienestar. Es importante lo que dice y puede encender alarmas rojas por venir de quien vienen esas palabras, pero nadie podrá negar que es absolutamente cierto lo que afirma el ministro de Economía. Ahora bien, esa reflexión obligada no debería ser justificación para recortes que debiliten el Estado de bienestar, sino para abrir debates sobre su sostenibilidad.

Hoy el diario El Mundo publica una encuesta en la que pregunta sobre cuestiones laborales a los españoles. Entre las cuestiones planteadas está la posible llegada de los mini empleos (sigue quedando más fashion al parecer decir mini jobs). Según esta encuesta, la mayoría de los jóvenes está a favor de ese tipo de contratos, mientras que en el resto de franja de edades hay una oposición considerable. Es interesante conocer estos datos, pero humildemente haría otra interpretación diferente a la que hace el editorial del periódico de Unidad Editorial. Según ellos, esta encuesta refleja que sólo los acomodados trabajadores se niegan a los mini empleos por miedo a que se empeoren sus condiciones laborales (como si eso fuera un delito). También se dice que el gobierno tiene ante sí una gran prueba de fuego con la reforma laboral, lo cual es cierto. Según el editorialista de El Mundo, el gobierno no debe hacer caso a los sindicatos ni a los empleados que tienen trabajo, sino a los jóvenes que prefieren mini empleos a paro.

Veamos. Naturalmente que los jóvenes prefieren, preferimos, mini empleos a paro. Es obvio. Como todos lo preferirían en una situación en la que la única salida al mercado laboral sea ésa. Pero eso no significa que sea una buena medida y, desde luego, ni da derecho a reducir derechos laborales ni a precarizar hasta el extremo los trabajos. Sí, preferimos trabajar por una cantidad ridícula que estar en el paro, pero, por favor, no aprovechemos la necesidad y los problemas de los trabajadores para imponerles condiciones laborales inaceptables. Es el truco barato, ventajista y patético que tanto gusta a los empresarios de decir que mejor será un mal empleo que formar parte de las listas del INEM. Pues sí. Supongo que cuando tienes que dar de comer a tus hijos, cuando tienes que pagarte la luz, el gas, el agua, la hipoteca y todo lo demás, la necesidad impera y puede llegar a ponerse or encima de valores importantísimos como son las condiciones mínimas en los trabajos que todos deberíamos exigir. Los empresarios saben que si un brillante licenciado no acepta cobrar menos de mil euros por su empleo precario, habrá cientos de licenciados igualmente brillantes, pero mucho más dispuestos a aceptar pésimas condiciones laborales.

Es por ello que considero que la aceptación de los mini empleos por parte de los jóvenes que refleja esta encuesta, dato que me parece muy creíble, no debe ser interpretado como un apoyo incuestionable a este tipo de contratos. Igualmente, considero que es desacertado decir que el rechazo a los mini empleos proveniente de los trabajadores con puesto de trabajo estable se debe exclusivamente a una defensa egoísta de sus condiciones laborales. Puede que haya a quien le cueste mucho creerlo, pero todavía queda gente que está dispuesta a defender con firmeza las condiciones laborales, gente que cree que los derechos de los trabajadores no pueden ser atropellados con la excusa del elevado paro y que la necesidad no puede ser aliada de la precariedad. Los sindicatos habrán cometido y seguirán cometiendo muchos errores, pero posicionarse en contra de los mini empleos no es uno de ellos. Creo que se deberían buscar otras fórmulas. Lo que entre y otros están logrando es que de los nuevos contratos sólo un 5% sean indefinidos. Miedo me da cada vez que se habla de flexibilidad laboral desde la CEOE, porque todos sabemos perfectamente en qué están pensando. Y no nos gusta.

Hay mucho paro y es un drama contra el que se debe combatir. Puede, en efecto, que la lucha tenga que pasar necesariamente por esfuerzos de todos, también de los trabajadores. Pero cuando se defienden los mini empleo da la sensación de que algunos creen que los jóvenes hoy están cobrando sueldos espectaculares cuando salen de la universidad o cuando se quieren incorporar al mercado laboral. Es como si se debieran combatir los excesos en los sueldos de los jóvenes y aplicar eso que tanto gusta en algunos sectores de la moderación salarial. Lo cierto es que los jóvenes encadenan contratos basura y que sus condiciones laborales ya son hoy suficientemente precarias. Que casi uno de cada dos jóvenes en edad de trabajar no pueda hacerlo no debería dar derecho a imponer condiciones laborales próximas a situaciones propias de siglos pasados abolidas, por fortuna, hace tiempo.

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