Durban acaba con acuerdo y dudas

La Cumbre del Clima en Durban terminó finalmente ayer, un día después de lo inicialmente previsto. El viernes se decidió prorrogar la reunión para intentar alcanzar un acuerdo. Lo han logrado a medias. Digo a medias porque no se puede tildar de gran acuerdo haber pactado que en 2015 se negociará un nuevo protocolo que empiece a funcionar a partir de 2020. Muy largo me lo fiáis. A pesar de que da la sensación de que, como dice hoy el titular de El País digital, se ha dejado lo difícil para 2015, también parece que lo logrado ayer es lo máximo a lo que se podía aspirar vista la disposición de los países más contaminantes a lo largo de toda la cumbre. Mientras ese protocolo llega, se alarga Kioto. Las reacciones al acuerdo de ayer son dispares. Algo desproporcionada quizás sea la de la secretaria de la ONU para el cambio climático, Christiana Figueres, para quien el acuerdo es extraordinario ya que abre una nueva fase en el régimen climático. Lo segundo puede tener parte de razón, pero no creo que lo logrado ayer sea nada extraordinario.

Estados Unidos, China e India eran los países que centraban más la atención. Los dos primeros son los más contaminantes y se mostraron algo más dispuestos a negociar que India. La ministra india, Jayanthi Natarajan, expuso que su país emite mucho menos por habitante que China, y que no sería justo que se impusieran obligaciones. También afirmó que no serán intimidados. Se alcanzó una especie de acuerdo que tiene como casi único compromiso en firme prorrogar Kioto. Lo que sucede es que esta vez el Protocolo estará firmado por menos países, hasta tal punto que sólo controlará el 15% de las emisiones. El resto de países mantendrán los compromisos voluntarios alcanzados en Cancún que son insuficientes. Este último punto, el hecho de que el 85% de las emisiones no estarán controladas por Kioto al quedarse fuera países como China, Estados Unidos, Canadá, Japón o Rusia, define a la perfección lo que fue la cumbre y pone en evidencia las optimistas palabras de la responsable de cambo climático de la ONU. No creo que sea extraordinario que todo lo más que se logre sea prorrogar Kioto, pero con menos países que hasta ahora, y sacar un vago compromiso a largo plazo para seguir negociando.

Siempre hay quien prefiere ver el vaso medio lleno. Es por ello que algunos consideran que lo logrado ayer tiene bastante valor aunque se trata tan sólo de un compromiso de negociar lo realmente importante en un futuro. El motivo para el optimismo es que entre quienes han aceptado que prosigan las negociaciones en el futuro están los países más contaminantes. Entre Estados Unidos, China, la UE, India y Brasil se cubren el 85% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Algo es algo, dirán los más optimistas. Los realistas estarán ahí para recordar que no es la primera vez que se acuerda llegar a un pacto en un futuro (ya ocurrió en 2007 esperando un gran acuerdo en 2009 que nuna llegó) y que eso no significa que sea garantía de éxito.

La presidenta de la Conferencia, la sudrafricana Maite Nkoana-Mashabane, dejó un par de perlas que recogen hoy las crónicas de la cumbre y que no me resisto a escribir. En la fase final de la conferencia habló a los delegados de los 190 países para pedirles flexibilidad. "Esto no es el Mundial que celebramos hace poco más de un año, nadie puede salir por la puerta celebrando y diciendo hemos ganado". Palabras sensatas. Más parece que quien no ganó fue la Tierra, una vez más. También hay otras palabras de la ministra sudraficana, en este caso a la prensa, muy interesantes. El viernes se acercó a los periodistas que cubren la conferencia y les dijo: "envidio su profesión. Pueden ver a gente trabajando duro 12 meses, o 17 años, y decir que no hemos conseguido nada". La pregunta inmediata debería ser: ¿qué han conseguido?

El tiempo dirá si lo de ayer fue un éxito o un fracaso disfrazado de acuerdo de mínimos. Dejar las cosas para más adelante nunca fue una buena medida. Puede que fuera lo mejor que pudo pasar y que, aunque hubieran seguido meses y meses negociando no habrían logrado nada más, pero no aceptemos como un triunfo extraordinario una cumbre que prolonga el Protocolo de Kioto mucho más debilitiado y que tan sólo saca un compromiso de acuerdo para dentro de, como mínimo, tres años. ¿Puede el medio ambiente esperar? ¿Los tiempos que se marcan los políticos van en consonancia con la urgencia que reclama la Tierra? ¿Puede ser ya demasiado tarde cuando allá por 2020 se empiece a aplicar, si es que logran el ansiado acuerdo, un nuevo protocolo? Sólo espero que el consenso que nunca llega entre los países no venga cuando todo esté tan mal que tengan que coincidir todo en que, en efecto, no han sido capaces de afrontar como debían el problema. Antes de que haya unanimidad en decir que es demasiado tarde, espero que la haya en afirmar que lucharán de la mano contra el cambio climático.

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