WikiLeaks, sin fondos

WikiLeaks hizo temblar, o eso pareció al menos, los cimientos de la política estadounidense. Publicó miles de documentos secretos en los que se alternaban informaciones morbosas pero poco importantes con otras que sí tenían bastante trascendencia. Julian Assange, editor de esta plataforma, se convirtió en un personaje de referencia y, al tiempo que WikiLeaks cobraba fuerza, se comenzó un proceso judicial contra él por presuntos abusos a dos mujeres, algo que desde el entorno de Assange se interpreta como una persecución política. Ahora WikiLeaks se queda sin fondos y suspende temporalmete su actividad. Esta plataforma generó un gran debate con la publicación de información secreta, por lo que la noticia de su ahogamiento económico también generará muchos comentarios.

Las autoridades de Estados Unidos lo tenían claro: la revelación de documentos secretos ponía en riesgo la seguridad nacional. Habí quien, por el contrario, defendía que lo que hacía WikiLeaks era un ejercicio de transparencia necesario en democracia. Las posturas están muy enfrentadas y parecen irrecinciliables. Ciertamente el secreto es un arma poderosa para todos los gobiernos, pero no falta quien teme que detrás de esta capacidad de los mandatarios se escondan desmanes y malas actuaciones. ¿Atentado contra la seguridad nacional o ejercicio de transparencia? Diré que nunca fui ni de los que vio a Assange como un tremendo irresponsable ni de los que le elevó a la categoría de héroe del siglo XXI.

En el fondo, ¿qué desveló WikiLeaks? Podemos dividir sus revelaciones en dos tipos de documentos, los intrascendentes, aquellos en los que se recogía la opinión de sus diplomáticos sobre líderes mundiales, y los más importantes, donde se sacaban a la luz algunas actuaciones graves del ejército estadounidense en Irak que no fueron convenientemente investigadas. Sobre lo intrascendente, la verdad es que las revelaciones dieron mucho juego, pero no fueron algo realmente importante ni nada por el estilo. En relación a las otras revelaciones, en el momento en el que se destapan actuaciones irregulares, creo que no podemos dar por malo que salgan a la luz. La capacidad que tienen todos los gobiernos de declarar secretas algunas materias o actuaciones no puede servirles para ocultar delitos o faltas graves. En este sentido, las autoridades de Estados Unidos bien podrían haber desmentido las informaciones, o haber anunciado investigaciones sobre lo que revelaban, y no tanto ir a por Assange y WikiLeaks, es decir, ir a por el mensajero.

WikiLeaks, en todo caso, fue un fenómeno importante y ahora cierra por falta de fondos. Los dirigentes de esta plataforma dicen que la culpa de su situación económica actual la tienen empresas como Visa o Mastercadr que impidieron las donaciones a través de Internet para WikiLeaks. Assange y compañía ven en este ahogamiento económico un oscuro pacto entre el gobierno estadounidense y estas empresas. La pregunta que nos deberíamos hacer es si el mundo fue mejor, o al menos si pudo haber sido mejor gracias a WikiLeaks. Sinceramente, creo que todo lo que ayude a destapar irregularidades e injusticias sí ayuda, o puede ayudar al menos, a cambiar para mejor el mundo. De todas formas, es un asunto delicado.

Las autoridades están en su derecho de apelar al sentido de la responsabilidad y a la seguridad nacional, pero los ciudadanos también estamos en el derecho de reclamar transparencia y, sobre todo, de que no se emplee la capacidad de declarar asuntos secretos para ocultar malas prácticas. Lo ideal, como siempre, sería buscar un equilibrio entre las dos posturas. Algo está claro, la mejor forma de evitar que revelaciones de este tipo saquen a la luz actuaciones irregulares por parte de un gobierno es, obviamente, no cometer estas actuaciones irregulares. En este sentido, no está del todo mal que los gobernantes sepan que habrá alguien que intentará aguarles la fiesta si pretenden ocultar algún error grave.

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