Tragedia en Lampedusa

Ayer fue un lunes negro en la Bolsa española y la prima de riesgo se volvió a disparar y alcanzó cotas nunca vistas desde la llegada del euro. Todo ello a pesar del acuerdo alcanzado en Estados Unidos para escapar de la suspensión de pagos. La economía vuelve a reclamar un puesto en la entrada de hoy, pero esta vez dejaré a un lado estos asuntos tan aparentemente preocupantes por noticias realmente lamentables y trágicas. El drama de la inmigración mostró ayer su peor cara en la isla italiana de Lampedusa. 25 personas fueron encontradas muertas en una embarcación procedente de Libia. Según parece, fallecieron asfixiados por la emanación de gases. Estaban hacinados en un habitáculo de la barcaza y, aunque intentaron salir, el resto de la tripulación no se lo permitió. El resultado es esta dramática cifra que no puede quedarse sólo en eso, en una cifra, sino en 25 dramas humanos de personas que huían de una guerra y buscaban una vida mejor.

Lampedusa es uno de esos lugares en los que se vive muy de cerca la tragedia de la inmigración. Esta isla italiana recibe a miles de inmigrantes que salen de sus países poniendo en riesgo su vida y buscando mejoras en el paraíso que para ellos es Europa. Lo mismo sucede en otros puntos de España, donde cada cierto tiempo llegan embarcaciones muy pobres y en mal estado con cientos de personas a bordo. No podemos mirar para otro lado ni preocuparnos por este drama sólo cuando nos afecta directamente o cuando creemos que nos supone algún problema a nosotros. Hay quien cae en el error de considerar que el probema de la inmigración es el que ocasionan estas pobres personas en los países de destino, cuando donde realmente hay que mirar es a los países de origen, a las condiciones de vida de las personas allí y a las mafias que trafican con personas y juegan con los sueños de una vida mejor.

Especialmente trágico ha sido este último encuentro de 25 personas fallecidas. Resulta un drama insoportable y muy triste. La forma en que murieron también es muy lamentable y dramática. Asfixiados cuando intentaban llegar a Europa a tener nuevas oportunidades y a buscar lo que en sus países de origen no tenían. Al igual que digo cuando hablo del drama de Somalia y del hambre en muchas partes del mundo, solemos complicarnos la vida con problemas que realmente no son tales si los comparamos con el drama de miles de personas en otros puntos del mundo. Somos unos privilegiados de haber nacido donde hemos nacido, pero la reflexión no debe quedar ahí, sino que tenemos que hacer todo lo posible por ayudar a aquellos que están sufriendo tanto lejos de nuestras casas, y que en ocasiones llegan hasta la puerta de Europa para intentar salir de sus nefastas condiciones de vida.

Mientras miramos mucho a los antojos de los mercados, mientras estamos pensando en otras cosas y ocupándonos de distintos asuntos que nos parecen muy importantes (lo son, pero no tanto), la vida va pasando y se va acabando para miles de personas ante la inacción de Occidente, de los que hemos tenido suerte, porque no es otra cosa lo que separa a quienes no tienen para comer de quienes tiran la comida que les sobra. Dramas como el de Lampedusa nos recuerda de forma brusca y traumática las muchas situaciones trágicas que genera la inmigración, las diferencias entre unos países y otros. También nos recurda lo injusto que es el mundo. Las personas que mueren en estas travesías hacia Europa no saben lo que es la prima de riesgo ni entienden de los juegos de ricos que compran y venden acciones. Sí, el mundo es muy injusto y bastante estúpido, también.

Comentarios