Hasta nunca, Peter Pan


Acaba de empezar el año, pero estoy seguro de que será muy difícil que disfrute tanto leyendo otro libro en 2025 como lo he hecho con Hasta nunca, Peter Pan, de Nando López. La novela, editada por Espasa, me ha encantado por la forma en la que está narrada, y qué importante es en un libro su tono y su voz narrativa, desde qué lugar se cuenta, y también por lo que narra, por la forma en la que hace a la vez un retrato de dos generaciones. Por eso y porque cuesta no sentirse identificado con David, ese personaje protagonista, cinéfilo, algo caótico y un poco eterno adolescente, que está tan bien construido como el resto; en especial, su sobrino adolescente Unai. Tal vez eso, encontrar a personajes llenos de verdad, sea lo más difícil de lograr en una historia de ficción. Aquí cada dilema, cada charla banal, cada situación y cada diálogo suenan muy auténticos. Dicen que la ficción es esa mentira que dice la verdad y, libros como éste, sin duda, demuestran hasta qué punto es así. 

Leyendo este magnífico libro de Nando López pensaba que bien podría ser llevado al cine o a la televisión en formato serie, como ya ocurrió con La edad de la ira, posiblemente su obra más conocida, que tuvo una estupenda adaptación a serie hace dos años. Por muchas razones, es un libro que pide a gritos dar el salto a la pantalla. Esto de que un libro parece una película o que podría convertirse en ella perfectamente se suele decir como elogio, claro, pero a veces me da un poco de rabia por la confusión que genera. En ocasiones al afirmar algo así parece darse a entender que una historia sólo alcanza el nivel superior en el cine, como si se hiciera de menos a la literatura, como si lo que aporta un buen libro no bastara y sobrara. O que, si se dice de un libro que tiene aires cinematográficos, es porque es entretenido y divertido, como es el caso, pero como si una novela no pudiera serlo. 

Así que, claro, yo también pienso a veces leyendo una novela que podría ser llevada a la pantalla, y que me encantaría que así fuera, pero jamás reduciendo el libro a una especie de segunda división, sino más bien al contrario, porque la profundidad, la sutileza y el atrevimiento formal que ofrece la literatura para contar una historia sin inalcanzables en cualquier otro formato. Así que cuando digo que Hasta nunca, Peter Pan es una historia sensacional que podría convertirse en serie o película no lo digo porque el libro no sea por sí solo suficiente, sino porque está contado de un modo muy cinematográfico y porque todo en él, fondo y forma, respira cine en cada página. Sería estupendo que la historia tuviera otra vida, para así llegar a más personas, para poder volver otra vez a las historias de sus personajes. 

El protagonista del libro, David, interpreta la vida en clave cinematográfica. Es su profesión, en la que no termina de triunfar, y es también su pasión. El cine siempre lo acompaña. Cada escena de su vida, cada diálogo, adopta para él un aire de película. El libro comienza con una discusión con su pareja y, en esa situación tan delicada, en la que su relación hace aguas, se tendrá que hacer cargo de Unai, el hijo de su hermana melliza, porque se tiene que marchar de Madrid deprisa y corriendo por cuestiones de trabajo. La relación entre David y su sobrino será el hilo conductor de un libro que es, a la vez, muy divertido, irónico, reflexivo y tierno. La evolución de esa relación, en la que poco a poco David irá como conociendo a Unai, es posiblemente lo mejor de un libro repleto de virtudes. 

Entre otros muchos temas, encontramos en estas páginas referencias a la maternidad, a eso que llamamos madurez, a la precariedad laboral, al amor y sus trastornos, a la amistad, a las expectativas de la familia, a la dificultad de levantar proyectos vitales, al contraste entre los sueños de la juventud y la realidad de la edad adulta, al peso de lo vivido en la infancia y la adolescencia en la vida adulta, la salud mental… Se habla de muchos temas pero no son asuntos lanzados al azar, ni impostados ni artificiales, no es una novela en la que salga este o aquel tema de forma forzada, sino que todos esos temas que se abordan componen la complejidad y la autenticidad de cada personaje. Todo, ya digo, con mucha honestidad y verdad. También con una fabulosa capacidad de adaptar el punto de vista y la forma de hablar de los protagonistas de distintas generaciones.

Uno de los grandes aciertos de la novela es su voz narrativa, un alter ego del autor del libro. Ese punto de vista aporta mucho al libro, como en esas notas a pie de página en la que se nos explican las constantes menciones clásicas de los padres de David, o la forma en la que el narrador habla de discrepancias o disputas con el protagonista sobre la forma en la que debería contar o dejar de contar distintos sucesos de su vida. Hay también páginas que adoptan el formato de un guion cinematográfico. El narrador, por ejemplo, se llama Fer (de Fernando), es dramaturgo y se parece sospechosamente a Nando López. 

Otro de los encantos del libro es que combina a la perfección lo cómico, porque hay pasajes realmente divertidos, con lo profundo, porque los personajes de la novela están todos bastante perdidos, como lo estamos en mayor o menos medida todos, claro. Hay pasajes que no pueden leerse sin tragar saliva, como este: “cuando creía que cumplir años sería también el final de cumplir normas, resultó que el truco consistía exactamente en lo contrario, o este otro: “no sé si si nuestros sueños eran demasiado grandes o la vida ha terminado siendo demasiado pequeña”. 

Y luego, claro, está esa maravillosa construcción de la vida de David, con sus mil y una referencias cinéfilas. Me encanta, por ejemplo, que aparezca en la novela la maravillosa librería madrileña Ocho y medio, ese refugio, o que el protagonista haga una firme y encendida defensa de Richard Linklater, en general, y de Boyhood, esa indiscutible obra maestra, en particular. O su aversión a las palomitas en el cine o a dejar prestadas películas o libros. Hasta nunca, Peter Pan, en fin, es una novela maravillosa, tan entretenida como bien escrita, tan ligera como profunda. Un libro muy cinematográfico que estaría bien ver trasladado a la pantalla grande, pero que por sí solo es un fabuloso retrato generacional. Una novela muy recomendable de un autor tan prolífico al que cuesta seguir el ritmo, pero a quien, después de esta obra y de Los elegidos, no pienso perder la pista. 


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