Cercas y los malentendidos de la literatura

 

Javier Cercas ha pronunciado hoy su discurso de entrada en la Real Academia Española. Ha sido un discurso vibrante y desmitificador que, como manda la tradición en estos casos, ha comenzado glosando la grandeza del académico al que sucederá, en este caso el gran Javier Marías, y que después ha dedicado a desmentir con pasión cuatro malentendidos que arrastra la literatura. A lo largo de cerca de una hora, Cercas ha protagonizado un discurso muy personal, no carente de ironía y muy apasionado. 

Cercas ha mostrado su admiración por Marías, con quien contó que tuvo poca relación, pero que sí charló e intercambió cartas con él en los últimos años de su vida. De él ha contado que nunca volvió a Oxford para que el Oxford real no influyera en el Oxford de sus libros. “Los grandes escritores no reflejan la realidad, ni siquiera la recrean. Los grandes escritores la inventan”, afirmó Cercas en una de las muchas frases que han resonado con fuerza en la Academia. También afirmó que la literatura debe dedicarse a formular preguntas sin respuesta, o cuya única respuesta tiene el lector.

“Tengo la impresión creciente de que nos debatimos en una telaraña pertinaz de malentendidos”, afirmó después Cercas para entrar en harina del hilo conductor de su discurso. Quiso combatir con contundencia cuatro malentendidos asociados a la literatura. En primer lugar, esa idea según la cual el escritor es un tipo refugiado en su torre de marfil. Cercas lo ha desmentido categóricamente y ha dicho que no conoce ningún gran novelista de los dos últimos siglos que no siguiera de cerca lo que ocurría a su alrededor. Proust no era ajeno a la sociedad de su tiempo, como demuestra el hecho de que se comprometió en el caso Dreyfus. Tampoco Kafka, que simpatizó con el anarquismo. Borges fue perpetuo militante antiperonista. Joyce se burló uno y otra vez del nacionalismo irlandés. Lo que sucede, explica, es que el autor entiende que lo mejor que puede hacer por la sociedad es apartarse temporalmente de ella para crear sus obras, es decir, encerrarse para abrirse, entregarse a la soledad solitaria del poeta, como la llamó Fernando Savater. 

Segundo malentendido, esa tendencia a sacralizar al autor y convertirlo en una figura semidivina. Cercas ha contado que le parece ridículo y una compensación entre sarcástica, compasiva y culpable con los artistas muertos de hambre en una sociedad que prioriza el dinero. “Una novela es una partitura y es el lector quien la interpreta, y cada lector la interpreta a su manera”, ha contado. El protagonista de la literatura no es el autor, es el lector; que es quien termina los libros, ha añadido, para sostener después que un libro sin lectores es letra muerta, esa letra cobra vida, y una vida nueva y distinta en cada caso, cuando el lector abre sus páginas. El lector crea su propio libro leyéndolo desde su propia experiencia. 

Tercer malentendido, muy extendido en el medio literario;  la buena literaria no tiene por qué ser minoritaria y la mayoritaria no tiene por qué ser mala. Cervantes nunca hubiera dando el premio Cervantes. Era muy leído en su época, como lo fue Dickens y como lo fueron tantos otros grandes autores.  En opinión del autor de Soldados de Salamina, es propio de la pereza mental sostener que un libro muy vendido, sólo por el mero hecho de serlo, es un buen libro, pero también lo es sostener que es malo por la misma razón.  

El cuarto malentendido, el que Cercas ha combatido con más contundencia, es aquel que dice que la literatura no es útil. Ha contado el autor que la literatura es inútil sólo desde el estúpido e ignorante utilitarismo de nuestros días.  Ha afirmado que Alonso Quijano y Emma Bobary son dos lectores ideales, dos emblemas perfectos del buen lector. Para demostrar la utilidad de la literatura ha recortado que al poder siempre le incomoda, y ha culminado su discurso apasionado afirmando que “un hombre o una mujer con una buena novela en las manos es un peligro público, una bomba de relojería ambulante, un potencial pensador por cuenta propia, un subordinado en germen, una mujer o un hombre capaz de decir no”. Ha sido un discurso magnífico con el que uno de los autores españoles vivos más reconocidos ha entrado en la RAE, a la que no le vendrá nada mal recibir a un novelista comprometido y pegado a la actualidad, a un hombre de su tiempo que defiende con pasión el poder de la literatura y que no acostumbra a dejar indiferente a ningún lector.   

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