El régimen

 

 

A estas alturas es difícil que una serie sorprenda y desconcierte de verdad. Y lo cierto es que El régimen, que puede verse en HBO Max, sí logra hacerlo, vaya si sorprende y desconcierta ver a Kate Winslet interpretando a una presidenta autoritaria y excéntrica de un país ficticio que parece una antigua república soviética, que entabla una relación de lo más extraña y compleja  con un militar violento acusado de provocar una matanza en la represión de una manifestación, a quien contrata para trabajar en palacio midiendo la calidad del aire en cada minuto. La serie aporta algo nuevo, es excesiva y de la sátira para a la caricatura más mordaz, está llena de ideas a cual más delirante. Lo que le falta de profundidad lo tiene de surrealista y mordaz. 

El autor y guionista de la serie es Will Tracy, que trabajó en Sucession, está detrás de esta miniserie de seis capítulos a la que me cuesta pillar el punto. ¿De qué exactamente? ¿Cuál es el tono de la historia? Pues no es sencillo, va cambiando. Digamos que es una sátira política sobre el autoritarismo, el populismo, la geopolítica, la manipulación de los medios, las teorías de la conspiración, el negacionismo… En fin, un buen compendio de los horrores, todos perfectamente reconocibles, porque la historia que vemos en pantalla tiene retazos de historias de dictadorzuelos, guerras civiles y luchas por el control y la influencia estratégica entre las grandes potencias en países pequeños pero ricos en materias primas. 

El gran aliciente de la serie es la interpretación de Kate Winslet, que borda el papel de esta dictadura hija del anterior gobernante del país. Una mujer que es médica, pero que no cree en la ciencia, que se obsesiona con facilidad, que tiene un control absoluto sobre todo lo que sucede en su país, que habla con su difunto padre, que es fácilmente influenciable, cuyo equilibro mental es más que cuestionable… En fin, un caramelo que la talentosa actriz degusta con delectación. La serie no es sólo ella, pero es sobre todo ella. Y por ella vale la pena. Pero hay más. El detonante de la historia es la llegada al palacio de un misterios militar con dificultad para controlar sus instintos violentos (inmenso Matthias Schoenaerts) y por el que la presidenta siente una atracción inmediata. Pero todo es raro, raro, extrañísimo. 

En un mundo en el que hay gobernantes que hablan con sus perros o que recomendaron beber lejía para combatir el coronavirus, entre otras lindezas, cuesta hacer ficciones y sátiras políticas sorprendan. ¿Qué puede ser más excéntrico que los gobernantes que rigen nuestros destinos en la vida real? Pues esta serie acierta al plantear ese compendio de males de nuestro tiempo. Es un retrato descarnado del poder absoluto y lo que provoca: corrupción, peloteo, deterioro del debate público, arribistas sin escrúpulos… Todo eso con su pizca de menciones a la OTAN, al proteccionismo, a protestas del campo, a manifestaciones reprimidas con violencia, a disputas entre Estados Unidos y China por el control de países estratégicos, al peligro de la falta de medios de comunicación independientes. 

El régimen, ya sido, es una serie raro. Creo que es fácil no entenderla o quedarse con la confusión que genera. Quizá haya a quien le resulte demasiado difusa y busque analogías más claras con países o situaciones reales. No es una serie perfecta, pero sí tiene suficientes alicientes, en especial la hipnótica interpretación de Kate Winslet y esa hilarante sátira política que siempre viene bien en momentos como éste en el que el autoritarismo crece de forma inquietante en el mundo.  

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