A pesar de que hay muchas noticias importantes a nivel nacional, ver a un expresidente de una Comunidad Autónoma sentado en el banquillo de los acusados es siempre una información destacada que hay que seguir de cerca. Francisco Camps, expresidente de la Comunidad Valenciana, está defendiéndose estos días en el juicio contra él por haber recibido supuestamente regalos de personas implicadas en la trama de corrupción Gürtel. Camps fue muy al ataque en la sesión de ayer, dejando momentos estelares. Dijo que era víctima de una persecución política orquestada por el partido al que había derrotado tres veces en las urnas, atacó a la fiscalía, dijo que no pide tickets de nada y, ya que estaba, afirmó que no es igual que los jueces o fiscales que a buen seguro pedían el ticket de la comida para que se lo pagen. En definitiva, una actitud arrogante, prepotente y desafiante. Más o menos, la esperada.
La presunta implicación de Camps en el caso Gürtel fue una cuestión política de primer orden durante mucho tiempo. La oposición en Valencia al expresidente le echaron en cara una y otra vez esta trama de corrupción. Políticamente es una obviedad que Camps volvió a presentarse a las elecciones y que volvió a ganarlas logrando unos excelentes resultados y dejando a los partidos de la oposición preguntándose una y otra vez , cual Mourinho, por qué. Pero que su presunto delito no le costará al PP las elecciones en Valencia no significa que no tenga que responder por él ante la justicia. Camps cree que el caso contra él es una gran operación política para intentar lograr por la vía judicial lo que, ciertamente, no lograron sus rivales por la vía política. Hay quien dice que es muy exagerado juzgar a Camps a bombo y platillo por haber recibido, presuntamente, varios trajes de implicados en la trama de corrupción. También hay quien defiende una y otra vez que la implicación del gobierno valenciano en este caso es mucho mayor y que los trajes son sólo la anécdota con la que nos solemos quedar la mayoría.
Es peligroso hacer concesiones a los que defienden que tampoco es tan grave de lo que se acusa a Camps. Unos empresarios con turbios negocios que agasajan a líderes políticos sólo pueden buscar una cosa. Una cosa que sólo les puede dar quien está en el poder. La transparencia y la honradez deben ser totales en todos los cargos públicos. Hay quien, para defender a Camps, dice que él no sería el único gobernante que recibe regalos. Lamentablemente, no cuesta mucho creer a esas personas. Pero que mucha gente actúe de forma no ejemplar, ahora que el término está tan de moda, no implica que siga estando mal que líderes políticos reciban regalos de empresarios en busca de favores del poder. Puede, en efecto, que Camps no sea el único, pero eso sólo significa que tal vez no sólo él tendría que responder ante los tribunales. Que haya muchos que actúen mal no puede ser en ningún caso un atenuante de presuntas actividades irregulares.
Camps dijo que él se paga todos sus trajes y que es cierto que recibió regalos de los señores de la Gürtel, pero que luego los devolvió. Ayer en el juicio se escuchó la grabación telefónica entre Camps y El Bigotes en la que el primero le lamaba al segundo, implicado en la trama corrupta, "amiguito del alma". El expresidente defendió que esa expresión respondía al hecho de que estaban en Navidad. El espíritu navideño, que no falte nunca. Otro argumento jugoso de Camps fue el siguiente: vino a decir que los ciudadanos de Valencia querrían ver a su presidente bien vestido. No sé muy bien a qué venía ese argumento, pero juraría que la mayoría preferirían limpieza interior, honradez y valores que belleza exterior. Nunca antes unos trajes habían dado tanto que hablar.
Francisco Camps tampoco dejó pasar la ocasión de hacerse eso que tanto gusta a ciertos políticos y que se suele llamar autombombo. Defendió las muchas aportaciones que había hecho a Valencia en el tiempo que fue presidente. Habló de hospitales, escuelas, etc. Camps defendió que hablaba de eso porque le entusiasmaba hablar de su Comunidad. El expresidente decidió abandonar el poder para poder defenderse y para no inteferir en la carrera de Rajoy hacia la presidencia del gobierno. Eso le honra. Lo primero era condición indispensable, ya que alguien que quiere tanto a su tierra no consentiría nunca que los valencianos vieran a su presidente sentado en el banquillo de los acusados. Lo segundo fue más bien un modo de presentarse como un mártir de la causa del PP. En cualquier caso, la presunción de inocencia debe primar y hay que dejar trabajar a la Justicia. No es de recibo, por muy acostumbrados que estemos a ello, que se someta a todo el mundo a juicios paralelos y a penas del telediario.
En este juicio no hay gran cosa en juego políticamente hablando. Eso es, al menos, lo que pienso. Algunos no podrían estar más en desacuerdo conmigo. Tienen su parte de razón. Sí es muy relevante políticamente hablando que un expresidente de una Comunidad Autónoma sea condenado por recibir regalos de empresarios implicados en una trama de corrupción. Desde luego que sí, pero cuando digo que no es hay gran cosa en juego desde un punto de vista político me refiero a que dudo bastante que una condena a Camps vaya a abrir las puertas del cielo a la oposición valenciana. El PSOE de Valencia debería estudiar el motivo por el que, ni con la sombra de la duda cubriendo al gobierno valenciano, ha sido capaz de hacerle frente y de mejorar al menos sus resultados en las urnas. El juicio sí es importante por otro motivo. Creo que es fundamental que, por si alguien tiene alguna duda, quede claro que no es de recibo que los goberantes reciban regalos, porque los regalos a los poderosos no son el frasco de colonia que le damos a un amigo por su cumpleaños sin esperar nada a cambio. Cuando alguien regala algo a un líder político lo hace con un único fin: sacar ventaja de ese presente. Es algo inaceptable. Si Camps devolvió esos regalos o no es algo que estará por ver en el juicio.
Como comenté al empezar la entrada de hoy, la imagen de un expresidente de Comunidad en un juzgado como acusado es una imagen muy potente. Es de desear que no se vuelva a repetir. Significaría que no se habrían vuelto a dar sospechas fundadas sobre posibles actitudes irreglares o delicitivas por parte de un responsable autonómico de primer nivel. Este juicio vuelve a recordarnos, aunque a nadie se le ha olvidado, que la corrupción es una lacra que está dañando mucho a los políticos. Deben comprometerse todos sin excepción y de forma decidida con la honradez, la decencia y la legalidad. Deben ser escrupulosamente transparentes en todas sus actividades. En resumen, los políticos están para servir a los ciudadanos, no para servirse de los ciudadanos. En la serie de Canal + Crematorio, que aborda el tema de la corrupción, se recoge una frase que da que pensar: "cuando uno es poderoso deja de ser todo lo demás". Se debería cambiar esa mentalidad. Sólo los políticos que trabajan por el bien común y más pendientes del interés general que del suyo propio son bien recibidos.
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