Pocos directores logran que se asiente un adjetivo propio para definir el estilo de sus películas. Pedro Almodóvar es, por innumerables méritos propios, uno de ellos. Se habla desde hace décadas de lo almodovariano para describir el ambiente, el tono, la presencia visual y los temas clásicos de sus películas. Lo cierto es que este adjetivo ha ido evolucionando a medida que lo hacía el cine del director manchego, que recientemente ganó el León de Oro en Venecia por La habitación de al lado, su primer largometraje rodado en inglés.
Especialmente a partir de Julieta, las películas de uno de los mejores directores españoles de la historia han ido dejando atrás el exceso y la locura de sus inicios para dejar paso a filmes mucho más contenidos y despojados de artificios. Si habláramos de jardines, diríamos que antes era todo como un poco más selvático y heterogéneo, mientras que, de un tiempo a esta parte, todo está mucho más podado, se va más a la esencia de lo que se quiere contar, con el humor siempre presente en cierta forma, pero mucho menos que antes, y con asuntos más serios, en especial, la muerte, ganando terreno en las tramas. Por supuesto, hay sellos de la filmografía de Almodóvar que han seguido presentes en sus últimas películas, como una estética propia muy marcada y muy cuidada, o escenas de diálogos con revelaciones del pasado de sus protagonistas, tan marca de la casa.
Con La habitación de al lado estamos quizá ante la menos almodovariana de las películas de Almodóvar. Y no porque esté rodada en inglés, o no especialmente por eso, aunque todo influye, sino porque es quizá la película más contenida del director manchego. La película es sencillamente impecable en cada una de sus partes: las portentosas interpretaciones de sus actrices protagonistas (que dan un auténtico recital), la apabullante fotografía, la belleza arrolladora de muchos de sus planos, la importancia que se concede a los libros y la cultura en la vida de las protagonistas, los diálogos, el retrato de la amistad femenina, la espléndida banda sonora de Alberto Iglesias, el vestuario, las localizaciones, cada escena, cada pequeño detalle… Todo es tan impecable que, en cierta forma, la emoción de la película se resiente. Como si tanta perfección, paradójicamente, terminara jugando en contra del resultado final, provocando que el filme pueda resultar por momentos algo frío. No busca hacer llorar, huye deliberadamente de ello, sino más bien conmover y, pese a todo, plantear un canto vitalista a lo que nos hace humanos, pero todo está quizá demasiado medido, el ejercicio de contención linda en ocasiones con una cierta frialdad.
Con todo, ya digo, las virtudes de la última película de Almodóvar superan con creces sus carencias. Formalmente, la película es escandalosa. Tanto, que uno no puede dejar de mirar los detalles de cada plano. Todo es visualmente apabullante, realmente deslumbrante. No tengo duda de que quiero volver a ver la película para apreciar aún más su excelencia formal. Por supuesto, si algo ha sido siempre almodovariano es el peso que llevan en la historia sus actrices protagonistas. Aquí Julianne Moore y Tilda Swinton firman dos interpretaciones colosales dando vida, respectivamente, a Martha, una periodista convertida en escritora de éxito que acaba de publicar un libro sobre lo que le atemoriza la muerte, que no entiende, e Ingrid, una reportera de guerra con la que coincidió Martha en el pasado y que ahora está enferma de un cáncer terminal. Sólo por verlas a ambas, en especial a Moore, vale la pena esta película.
Las conversaciones entre ambas amigas, que se reencuentran años después, la forma tan dulce y serena de cuidarse y compartir los momentos finales de Ingrid, son lo mejor del filme. Es una bella defensa del cuidado, una demostración hermosa y vitalista de que la forma más auténtica de querer a alguien es respetar sus decisiones y estar a su lado. La película habla de la eutanasia, toma partido incuestionablemente en defensa de la libertad individual de cada cual para decidir sobre su propia vida. La historia de las dos amigas, que parte de la novela Cuál es tu tormento, de Sigrid Núñez, es muy poderosa. De hecho, somos muchos los que queremos leer el libro ahora que hemos visto el filme.
Nada de lo que había leído que se afeaba del fime en algunas críticas me incomoda a mí en absoluto. No creo que la película tarde en arrancar ni tampoco me molestan los flashback que, al comienzo de la película, nos muestra momentos del pasado de Ingrid. No creo que esas pequeñas escenas, en las que actúan, entre otros, Juan Diego Botto y Victoria Luengo, corten el ritmo del filme, pienso que sí aportan.
Tampoco veo un pegote ni un panfleto en las referencias al cambio climático o al auge de la extrema derecha, sobre todo, a través del personaje de Damian, amigo y antiguo amante de las dos protagonistas, a quien da vida John Turturro. Es alguien muy preocupado por la deriva del mundo y cuya postura catastrofista, de hecho, es refutada por una de las protagonistas, que defiende mantener siempre un espacio abierto a la esperanza. Él sostiene en un momento del filme que el auge de la extrema derecha y el cambio climático son dos riesgos enormes para la sociedad. Algo me dice que quienes critican esas referencias no harían lo mismo si se hubiera incluido un personaje escéptico con el cambio climático, por ejemplo. Que se critique eso dice más de quienes lo critican que de la película o del propio Almodóvar. Allá quien quiera reducir este filme complejo y pleno de aciertos en sus alusiones a la política. Ellos, con su sectarismo, se lo pierden.
La película, en fin, vale mucho la pena. Hay que verla sin ningún tipo de duda, por más que sienta que, en este caso, el todo es menos que la suma de las partes, porque todas esas partes que componen un filme son aquí impecables, perfectas, algo paradójico y contradictorio. Con todo, la película demuestra que el director manchego sigue en plena forma. Ya ha confirmado que el próximo año rodará nueva película. El cine de Almodóvar sigue siendo extraordinariamente valioso y poderoso, sigue apelando a la sociedad y generando debate. Sus estrenos continúan siendo, por méritos propios, un acontecimiento cinematográfico de primer orden. Por todo ello, estamos deseando de seguir asistiendo película a película a la evolución del término almodovariano. Sabemos que será un viaje que disfrutaremos mucho.
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