Para la libertad


En los artículos de lo mejor de la cultura en 2024 no podrá faltar el nombre de Daniel Ibáñez. Protagonizó de forma brillante Segundo premio, la (no) película de Isaki Lacuesta sobre Los Planetas, en la que también canta, y hace lo propio ahora en el teatro dando vida a Miguel Hernández en la maravillosa Para la libertad, que puede verse estos días en el Teatro Marquina de Madrid. Lo que hace sobre el escenario el joven actor es apabullante, de esos trabajos que dejan huella. Una interpretación sublime muy bien respaldada por Eva Rubio y Pablo Sevilla, quienes además dan vida a distintos personajes a lo largo de la función. 

No se trata de un musical, sino de una obra de teatro con canciones, con los poemas de Miguel Hernández musicalizados por Serrat. Es algo así como una biografía impresionista, se muestran retazos de su vida, momentos importantes, con saltos atrás y adelante en el tiempo y el espacio. Una obra que abraza la sensibilidad, la defensa de la belleza y el compromiso del poeta, admirable por su obra y por su vida, por su forma de estar en el mundo. 

La obra ha contado con la connivencia y la colaboración de Serrat. Es bonito pensar que esta obra teatral pueda ejercer, sobre todo en las generaciones más jóvenes, una función similar a la que ejerció aquel disco de Serrat poniendo música a los poemas del poeta de Orihuela. Entonces, aquella iniciativa del cantante rescató del olvido y reivindicó los versos de Miguel Hernández. Y como la poesía halla siempre la forma de abrirse paso, como siempre inspira y crece, esta obra teatral también servirá, seguro, para que más personas se acerquen a la notable obra de un poeta cuya vida fue truncada por la sinrazón y el odio cuando tenía 31 años, muerto por las pésimas condiciones de las cárceles franquistas. Estremece recordar lo joven que murió, pensar en todo lo que podría haber creado, en la cantidad de versos que aún podría haber creado, en toda la belleza que el fanatismo extirpó de raíz, truncando una generación entera

Por supuesto, las canciones de Serrat con los versos del poeta son pieza clave de esta obra minimalista, de pequeño formato, con sólo tres actores en el escenario y una puesta en escena muy sencilla, pero que funciona a la perfección. Es más, creo que quizá con un formato más grande, más de musical al uso, no se podría alcanzar la belleza y la intimidad que sí logra esta función. Estamos habituados a escuchar esos poemas con la voz de Serrat y las melodías de aquel disco histórico, incrustadas en la memoria colectiva. En la función la primera de las canciones que se interpreta es Para la libertad y tardamos apenas unos segundos en olvidarnos de esa referencia clara. Y es un logro inmenso de quienes están detrás de esta obra teatral. La voz de Ibáñez, su precisión y la emoción exacta que pide cada verso, y las nuevas melodías, que respetan y mantienen la esencia de los poemas musicalizados por Serrat, pero también los modernizan y dan otro aire, se abren camino y llenan de belleza y sentimiento el teatro. Cuentan que Serrat ha puesto todas las facilidades del mundo a la función. Puede estar, desde luego, muy satisfecho con el resultado. 

La obra cuenta con la dirección musical de Daniel Molina. Todas las canciones que ponen música a los poemas de Miguel Hernández que suenan en la obra se insertan en el momento justo de la función. Emocionan especialmente, La elegía a Ramón Sijé, por la belleza desgarrada y la emoción en el llanto por su amigo muerto demasiado joven; Aceituneros, por el inequívoco compromiso político con la clase trabajadora del poeta; Menos tu vientre, en el que canta a la llegada de una nueva vida en mitad de un mundo lleno de odio y guerra; La boca, bellísimo poema dedicado a su mujer Josefina y al amor, y, claro, Nanas de la cebolla, dedicado desde la cárcel a su hijo, que sólo se podía alimentar con pan y cebolla, unos versos conmovedores que, por más veces que lea o escuche, siempre me hace llorar como la primera vez. 

Sólo por disfrutar en directo de esas canciones valdría la pena, pero es que esta obra teatral ofrece además una bella, emotiva y apasionada aproximación a la vida de Miguel Hernández. Es mucho más que una simple excusa para volver a escuchar esos versos inmortales. El lirismo de los diálogos de la función y la sencilla pero efectiva escenografía, con constantes cambios de espacio, cautivan al público y logran contar los momentos más importantes de la vida del poeta sin obsesionarse con contarlo todo. Esta obra de Okapi Producciones Teatrales, que tiene a Gabriel Fuentes como director, nos lleva a la Orihuela natal del poeta, a la cárcel de Alicante donde murió, a Madrid donde buscó abrirse camino en el mundo de la literatura, a París, a Moscú. Asistimos a encuentros con Pablo Neruda, Octavio Paz, Cossío o Maruja Mallo, al enamoramiento de su mujer, a su matrimonio en plena guerra, a las trincheras de la Guerra Civil, a la miserable celda donde se consumió, al vibrante París de la época, con intelectuales y artistas ajenos al sufrimiento del pueblo español unos cuantos kilómetros más al sur, haciendo frente al fascismo que pocos años después sufrirían ellos. 

La obra recuerda la figura de Miguel Hernández, la extraordinaria calidad de su obra poética, su admirable compromiso con las personas más humildes y su defensa de la belleza. Porque si algo deja claro la obra es que él sabía bien de la importancia de la imaginación y de  la poesía, porque la vida y eso que llamamos realidad no bastan. Y esa forma de estar en el mundo, abierto siempre a la belleza, sin perder jamás la esperanza en un mundo más fraternal, predispuesto en todo momento al arrebato poético, al deslumbramiento cultural, a la celebración de lo mejor de la vida en los libros, la música o el cine, sigue siendo tan válida y necesaria hoy como entonces. Ahí quedan sus poemas inmortales y obras como ésta para recordárnoslo. 

Por terminar este artículo por donde lo empecé, tras ver la magnífica Segundo premio, estuve unas cuantas semanas escuchando en bucle las canciones de Una semana en el motor de un autobús, el disco en cuya grabación se centra la película protagonizada por Daniel Ibáñez. No tengo ninguna duda de que me ocurrirá exactamente lo mismo con el disco de Serrat que pone música y revive los poemas de Miguel Hernández, que es el alma y la esencia de Para la libertad, esta obra de teatro que yo no me perdería

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