Misterio en Venecia


Las novelas de Agatha Christie han propiciado cerca de 200 adaptaciones al cine y la televisión. Contribuye a ello la prolífica obra de la escritora, que publicó 66 novelas y más de 150 cuentos. En todo caso, lo importante no es la cantidad sino la cantidad y el hecho de que el cine se haya inspirado recurrentemente en la conocida como gran dama del misterio responde a su extraordinaria habilidad para construir tramas que enganchan y sorprenden al lector y, cuando se llevan a la pantalla, al espectador. Las historias de Agatha Christie cumplen a la perfección con lo que se espera del género: personajes de lo más variopintos, todos más o menos sospechosos, giros de guión, intriga hasta el final y, por supuesto, un investigador con mucho carisma y personalidad que nunca deja un misterio sin resolver, Hércules Poirot. 

No es de extrañar, por tanto, que el cine siga recurriendo una y otra vez a las tramas de Agatha Christie. Son atemporales porque siguen invitando a quien se acerca a ellas a ejercer de detective, a estar muy pendiente a cada pista que se desliza a lo largo de la trama, a hacer sus propias pesquisas a la vez que Poirot, a intentar resolver el caso por su cuenta. Este género sigue arrastrando ciertos prejuicios, pero lo cierto es que cada vez menos personas miran una buena novela o una buena película de misterio e investigación detectivesca por encima del hombro. Entre otras cosas, porque cuando son buenas, y las que proceden del genio de Agatha Christie siempre lo son, cumplen a la perfección con su función. 

La última película basada en una novela de Christie que se ha estrenado es Misterio en Venecia, del año pasado, que ahora puede verse en Disney Plus. La película, dirigida y protagonizada por Kenneth Branagh, quien lleva años dándose el lujo de ponerse en la piel de Hércules Poirot, es muy entretenida y reúne todos los ingredientes que se necesitan en este tipo de historias. Se nos presenta a un Poirot retirado, disfrutando de la vida relajada en Venecia, que luce bellísima en la película. Estamos en los años posteriores a la II Guerra Mundial. El detective ha visto demasiado horror, demasiada muerte, y vive relajado y, aparentemente, feliz, en la ciudad de los canales, donde sólo recibe dos veces al día a los pasteleros que les llevan a su casa los últimos manjares dulces. 

Naturalmente, esa calma dura poco. Lo que duran las imágenes hipnóticas de los canales y los palacios venecianos en un día radiante de sol. Ese idílico escenario muta muy rápido, cuando empieza la historia, claro. El desencadenante de la trama es la llegada a Venecia de una escritora que hizo famoso a Poirot al relatar en uno de sus libros uno caso resuelto con maestría por el detective. Ella, a quien da vida Tina Fey, le anima a volver a dedicarse a lo que siempre le apasionó, a lo que va en su naturaleza, resolver misterios. Poirot le dice que está retirado, que su mundo y es otro, pero la amistad que le une a la escritora le lleva a aceptar a regañadientes a acudir a una sesión de una médium (Michelle Yeoh) en un palacio de Venecia en el que murió una joven lanzándose al canal. 

Poirot es un ser racional, que no cree en fantasmas ni espiritismos, así que acude a esa casa en la noche de Halloween, para más inri, dispuesto a desenmascarar a la médium. Todo acaba transcurriendo de un modo inesperado, con la consabida muerte, las intrigas, los interrogatorios a todos los presentes, cada uno sospechoso a su manera, y las deducciones del detective. La resolución del caso, que es algo a lo que le doy mucha importancia porque creo que es la esencia de este tipo de historias, está desde luego a la altura. Es pura deducción lógica de un gran observador que en este caso sufre más que nunca para desentrañar la verdad. Todo ello rodeado de un elenco de personajes de todo tipo, desde el ex de la joven muerta tiempo atrás a su madre, pasando por un doctor con problemas de salud mental, un niño peculiar o los ayudantes de la médium. Es una película perfecta si lo que se busca es pasar un reto entretenido y jugar a ser detective, algo a lo que las historias de Agatha Christie invitan como pocas. 

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