El final de “The Good Doctor”


El verano suele ser una época propicia para que las televisiones prueben programas y series, al ser un tiempo de menor consumo televisivo. A veces, esa programación estival da sorpresas agradables y en el verano de 2018 Telecinco estrenó en abierto The Good Doctor. Aquella primera temporada de la serie triunfó en audiencia y nos enamoró a muchos. Siete temporadas después, este año la serie ha llegado a su fin con un emotivo y tierno desenlace fiel a su esencia. 

A lo largo de estos seis años y siete temporadas, la serie ha tenido sus altibajos y ha acusado cierto desgaste, pero el carisma de sus personajes, en especial del protagonista Shaun Murphy (Freddie Highmore), y el tono sensible de la serie, con situaciones de alta intensidad emocional, nos han retenido a muchos hasta el final. Esta última temporada de la serie tiene diez capítulos y pone un broche más que digno a una producción que casi en cada capítulo saca alguna lagrimita al espectador y que, a través de la vida de los doctores y pacientes de un hospital, hablaba en realidad un poco de la vida de todos, porque nos interpelaba, plantaba dilemas éticos y nos ponía a menudo frente al espejo. 

La temporada final va con todo. Si la serie nunca tuvo temor a ser muy sentimental, en su traca final tira de todos los recursos imaginables: el nacimiento del hijo de Shaun y Lea (Peage Spara), muertes, enfermedades graves, vuelta de personajes del pasado, bodas, saltos temporales… No se deja absolutamente nada en el tintero. Esta temporada final conecta con esa emoción pura que despertaba la primera, cuando conocimos a Shaun como residente de cirugía con autismo protegido por el doctor Glasman (Richard Schiff), su cuidador y auténtico padre adoptivo, que en esta temporada final comparte la presidencia del hospital con la doctora Lim (Christina Chang), quien también estuvo desde el comienzo de la serie.

En estas siete temporadas se ha mostrado la evolución de Shaun, desde ese joven con mucho talento pero con muchas dificultades para relacionarse con otras personas a un cirujano ya experto y veterano, que recibe a nuevos residentes (entre ellos, otra joven con autismo, lo que da pie a una muy interesante trama), que además en lo personal ha crecido también mucho y es padre de un hijo. La serie no ha dejado nunca de sensibilizar ni de contar mejor en qué consiste el autismo y cómo personas en esa situación pueden desarrollarse en la sociedad. El personaje de Shaun es sin duda uno de esos que deja huella, que se recuerdan y marcan la carrera de su actor protagonista. El arco de su historia, cómo está contando, ha sido siempre el mayor acierto de The Good Doctor, su razón de ser

La serie, que en su sexta temporada introdujo el coronavirus en su trama durante un par de capítulos, ha tocado siempre temas sensibles que hagan pensar al espectador y le permita empatizar con lo que ve en la pantalla. En esta temporada final, entre otras cuestiones, se ha hablado de paternidad, del sesgo que a veces se tiene con pacientes con el color de su piel o su situación social, la homofobia, la obligación ética de los médicos de salvar la vida a gente odiosa, la salud mental, las redes sociales, las crisis de fe, la forma de enfrentarse a enfermedades graves o cómo querer a alguien es también respetar sus decisiones aunque no nos gusten. 

Otro asunto clave en la serie es el peso del pasado en nuestras vidas, algo muy claro en la historia de Shaun, rechazado por sus padres biológicos, y también en el de su padre adoptivo, marcado de por vida por la muerte de su hija drogadicta a la que lo pudo salvar. The Good Doctor, en fin, nos ha regalado en sus siete temporadas una maravillosa historia de crecimiento personal, un acercamiento a una enfermedad poco conocida y también un puñado de pequeñas historias fugaces que nos hacían pensar y emocionarnos. Bien está que todo tenga un final y es lógico que se haya cerrado este ciclo. Recordaremos la serie con mucho cariño. 

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