EXIT ABOVE after the tempest

 

Los aficionados a la danza tenemos mucho que agradecerle al Festival Internacional Madrid en Danza, que este año celebra su 39 edición. Solemos lamentar los pocos días que se programan los espectáculos de danza y el poco cuidado a esta disciplina en nuestro país si se compara con otros, y es verdad, pero precisamente por eso hay que alabar como merecen iniciativas como este más que consolidado festival que, además, se acerca a la danza con una mirada desprejuiciada y abierta, atendiendo a todas sus modalidades posibles, desde las más clásicas a las rompedoras. EXIT ABOVE after the tempest, de Anne Teresa De Keersmaeker, forma parte de esta última categoría. Es desconcertante e hipnótico a la vez este espectáculo que, ya desde su comienzo, mantiene al espectador en un estado de permanente asombro durante hora y media. 


La coreógrafa belga, que lleva cuatro décadas ofreciendo su arte por todo el mundo, ha traído ahora a Madrid esta obra fascinante que ya se interpretó el año pasado en el prestigioso festival de Avignon, donde triunfó. Durante buena parte de la obra, hay un aire como de duermevela, fantasmagórico. Nada más comenzar, con esa asombrosa nube de plástico con formas caprichosas movidas por el viento que persigue a uno de los bailarines, el espectáculo presenta una belleza desconcertante e hipnótica. Con los movimientos de los bailarines acompasados con la música, con momentos de su auténtico delirio y desenfreno y otros de sosiego y reflexión. 


Sobre la escena, además de la decena de bailarines, está el guitarrista Carlos Garbin, que interpreta los temas en directo, y, sobre todo, la cantante belga de origen etíope  Meskerem Mees. Sólo por descubrirla a ella, a su voz delicada y asombrosa, me siento inmensamente afortunado por haber podido disfrutar de esta obra. Cada vez que canta se detiene el tiempo. Es prodigiosa.


La canción que surge como hilo conductor de la obra es Walkin’ Song, de Meskerem Mees, que está inspirada en el clásico Walking Blues, de Robert Johnson. Ese blues hacía referencia a la gran inundación del delta del Misisipi en 1927. De ahí las constantes alusiones a la naturaleza, a catástrofes climáticas, al riesgo que corre nuestro mundo, que resuenan de un modo especial hoy en día. 


Llaman la atención también la escenografía de Michel François y el diseño de iluminación de Max Adams, ambos, aspectos decisivos para crear esa atmósfera tan peculiar de la obra. En el escenario, dibujadas a los pies de los bailarines, nos encontramos con figuras geométricas de colores sin aparente sentido ni forma lógica. Se suceden entonces los movimientos desacompasados, sin armonía, sin una coreografía en apariencia clara, pero que a la vez parecen encajar perfectamente, tener un ritmo claro y preciso en su imprecisión. Contribuyen mucho a ello los bailarines Abigail Aleksander, Jean Pierre Buré, Lav Crnčević, José Paulo dos Santos, Rafa Galdino, Carlos Garbin, Nina Godderis, Solal Mariotte, Meskerem Mees, Mariana Miranda, Margarida Marques Ramalhete, Ariadna Navarrete Valverde y Jacob Storer. Es electrizante su energía y enorme su capacidad interpretativa ante la diversidad de estilos que afrontan. Porque los vemos bailar, sí, pero también caminar, pelearse, abrazarse, lanzarse al suelo, morir y renacer. Terminan, claro, completamente extenuados


Como cualquier creación cultural con cierto aire postapocalíptico, y aquí es imposible no asociar esa tormenta con la amenaza del cambio climático, EXIT ABOVE se puede interpretar también como un aviso, una alerta ante los riesgos que corre nuestro planeta y nuestra sociedad. En una de esas bellísimas canciones de Mees se escucha (y se lee, porque las letras de las canciones en inglés se pueden leer en el fondo del escenario) que vivimos un momento en el que nuestras verdades se tambalean. Tiempos de postverdad, de negacionistas del cambio climático, de amenazas y riesgos, pero tiempos también de bellas, sugerentes e hipnóticas obras como esta magnífica propuesta de la belga Anne Teresa De Keersmaeker. 

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