Orgullo masivo en Madrid

Cientos de miles de personas salieron ayer a las calles de Madrid para reivindicar igualdad de derechos para todo el mundo, independientemente de su orientación o identidad sexual. Le pese a quien le pese, y parece que le pesa a demasiada gente, el Orgullo sigue siendo la gran fiesta de Madrid. Porque no es sólo una fiesta, sino una jornada reivindicativa, y porque los mejores valores de Madrid, la diversidad, el reconocimiento de la diferencia, la tolerancia, la libertad, se reflejan cada primer sábado de julio en las calles madrileñas. El Orgullo son esos niños, como el de la fotografía de arriba, a los que su padre y su madre llevan a la manifestación para ver el arcoíris de la libertad saliendo en su ciudad, iluminando una sociedad mejor. El Orgullo son esos grupos de jóvenes envueltos en las banderas del amor y la diversidad. El Orgullo son esa pareja anciana (hombre y mujer) que se llevaron sus sillas y su cena (bocadillo y piezas de fruta) para ver pasar la manifestación y después el desfile por el Paseo del Prado.



El Orgullo son esos activistas veteranos que llevan décadas luchando por nuestros derechos, los que sufrieron injusticias y discriminaciones brutales, los que se exponían a la cárcel, los que estaban muy solos, los valientes que abrieron el camino. El protagonismo ayer fue para esas personas a las que tanto debemos, porque se cumplen 50 años de las revueltas de Stonewall, donde todo comenzó, y porque son quienes guardan la memoria de la represión, porque son quienes vivieron en tiempos de la Ley de Vagos y Maleantes, los que no podían ni imaginar un futuro en el que la manifestación del Orgullo sea el acto más masivo del año en Madrid, ni podían soñar con una ley del matrimonio igualitario. Esas personas que lucharon desde los inicios por las libertades de todos encabezaron la manifestación de ayer en Madrid y recibieron aplausos de gratitud. 


El Orgullo son las miradas de complicidad entre desconocidos, por una pancarta, por un cántico, por una experiencia compartida. El Orgullo son los activistas venidos de otras partes de España, que recuerdan que vivir en libertad en localidades pequeñas no es tan fácil como hacerlo en Madrid. El Orgullo son los manifestantes que recuerdan que la homosexualidad sigue considerándose un delito en más de 70 países, 12 de los cuales la condena con la pena de muerte. El Orgullo son las personas transexuales que nos recuerdan que no es justo que siempre sean las grandes olvidadas y que ellas son el eslabón más débil, quienes más incomprensión sufren a diario. El Orgullo es la alegría descontrolada por ver una sociedad mejor, más decente, más digna. El Orgullo es A quién le importa, coreado por miles de gargantas a la vez. El Orgullo son los bailes y las batukadas. El Orgullo es la reivindicación por todo lo que falta por conseguir. El Orgullo es la purpurina y la explosión de colores. El Orgullo son todas las personas llegadas de fuera de España para celebrar una de las mejores fiestas por la diversidad que se celebran en el mundo. 

El Orgullo es ver a policías manifestándose en una marcha que, hasta hace no tanto, reprimían. El Orgullo es la ocasión de agradecer a los activistas el colosal trabajo que hacen por la libertad de todos. El Orgullo es el momento perfecto para recordar que, en materia de derechos, si no se avanza, se retrocede, y que no podemos dar un solo paso atrás. El Orgullo es ambiente festivo, es celebración de la diversidad y de la vida. El Orgullo es todo eso y ayer, mayoritariamente, fue todo eso. Siempre lo ha sido y siempre lo será. 

En el cuarto capítulo del la serie de documentales Nosotrxs somos, ese maravilloso proyecto que emite RTVE sobre la historia del movimiento LGTBI en España, se repasa el camino seguido hasta la aprobación del matrimonio homosexual en nuestro país. Es un documental maravilloso y de las imágenes de archivo que rescata me impactaron especialmente dos. Una de ellas es la primera manifestación del Orgullo que se realizó en sábado, porque era mucho menos concurrida que las de hoy en día y porque apenas se cortaba el tráfico al paso de la marcha. Hoy es la mayor fiesta de Madrid y la sentimos como propia cientos de miles de personas. 

La otra imagen es de la manifestación que el PP organizó juntos a los obispos y la parte más retrógrada de la sociedad contra el matrimonio homosexual. Me impactó ver la cantidad de banderas españolas que llevaban en esa marcha, porque no sé cuál es la razón exacta por la que utilizaron esa bandera en una marcha contra los derechos de personas no heterosexuales, pero cualquier motivo que se me venga a la cabeza me inquieta, porque transmite un sentido patrimonialista de la bandera y de la idea de España, como si en la España auténtica no cupiéramos todos. Y al ver esa utilización de la bandera de todos contra unos pocos no pude evitar recordar la bandera que ha situado el Ayuntamiento de Madrid, con el PP y Ciudadanos de la mano de Vox, en la fachada del consistorio, sólo para desplazar la bandera arcoíris a un rincón de la fachada, desvirtuando de paso la bandera, porque el Ayuntamiento de Madrid, como cualquier otro edificio oficial, ya tiene una bandera española, que es la oficial y es la que sí representa a todos los ciudadanos españoles. La otra, sin el escudo oficial, utilizada para restregársela en la cara a otros, para apropiársela, hace España más pequeña, porque es utilizar una bandera que es de todos contra alguien. Ayer, los representantes de Ciudadanos en la marcha del Orgullo llevaban banderas españolas. En su derecho están, naturalmente, pero no sé cuál es la razón precisa por la que deciden llevarla al Orgullo, como si llevando la bandera arcoíris uno fuera menos español, o como queriendo contentar a sus socios de derechas. 

Ayer, los manifestantes abuchearon a los dirigentes y simpatizantes de Ciudadanos que participaron en la marcha, como señal de protesta por negociar con el partido de las tres letras. Hasta ahí, un ejercicio de libertad de expresión. El problema es que algunos manifestantes fueron un paso más allá y lanzaron algún bote a los miembros del partido naranja. También hubo una sentada para impedirles avanzar y, al final, los dirigentes de Ciudadanos abandonaron la manifestación escoltados por la Policía. Fue desagradable verlo en directo y, por supuesto, toda actitud violenta es condenable sin ningún paliativo. No estuvo bien, por muchas razones. La primera y más elemental, porque amedrentar a alguien en una manifestación (o en cualquier otro lugar) está mal y punto. No hay mucho más que hablar sobre ello. Pero también está mal porque hoy no somos un movimiento social más fuerte ni más transversal que ayer y porque esta actitud de ayer ha provocado unos titulares que presentan el Orgullo poco menos que como una marcha de matones. Naturalmente, estos titulares no responden a la verdad y son fruto de la manipulación. Pero igual que era cándido (o cínico) por parte de Ciudadanos pensar que iban a ser bien recibidos en la manifestación de ayer, lo es  por parte de quienes lanzaron objetos o impidieron seguir la marcha al partido naranja pensar que hoy no tendríamos estos titulares, que esa actuación no se iba a volver en contra de la justa causa del movimiento LGTBI. 

Lo que ocurrió ayer está mal sin paliativos, igual que está mal sin paliativos blanquear a un partido de extrema derecha que quiere llevarnos a terapias de conversión. Inés Arrimadas llamó ayer fascistas a quienes abuchearon a Ciudadanos en la manifestación. El problema de frivolizar con esa palabra es que, cuando vienen los fascistas de verdad, no los reconoces y acabas pactando gobiernos con ellos. Quienes traspasaron ayer el umbral de los abucheos y lanzaron objetos o se interpusieron en el camino de los representantes de Ciudadanos se equivocaron. Su actitud no representa al Orgullo ni es tolerable. Lo pienso sin duda alguna. Esto es compatible con criticar que un partido que se dice centrado y liberal pacte con una formación de extrema derecha, pensando que va a domar a la fiera, que va a contener sus tentaciones homófobas, machistas y racistas. Por primera vez en muchos años, desde que el PP se manifestó para quitarnos derechos a otros, hay un partido abiertamente homófobo, que amenaza con reversiones en materia de derechos. Esto no justifica lo ocurrido ayer, pero sí el descontento de muchas personas con la decisión de Ciudadanos y PP de pactar con el partido de las tres letras. 

Tampoco me gusta que Ciudadanos utilice la causa justa de la libertad de las personas LGTBI, como hace, a modo de escudo, como cuando fue a la manifestación de Colón de la mano de Vox, pero con banderas arcoíris. Es deshonesto, es injusto y es ensuciar esa bandera y todo lo que defiende. Lo de ayer me dejó un poso de disgusto y tristeza. No me resultó agradable. Es condenable. Por cierto, como lo son las agresiones homófobas denunciadas ayer, en pleno centro de Madrid, en pleno Orgullo, espacio de libertad por excelencia. No escuchamos ayer denuncias a estas agresiones. Dicho esto, no nos conviene la división, ni la crispación, sino la transversalidad. Todo aquel que crea en la igualdad real de derechos tiene que ser capaz de ponerse de acuerdo, desde la diferencia. No queda otra. Lo de ayer fue triste y decepcionante, un ejemplo de cómo se está intoxicando el ambiente, un triunfo que no podemos regalarle a la extrema derecha. 

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