Metralla y purpurina

Luis Ramiro es probablemente uno de los cantautores más prolíficos de la actualidad. De él podría decirse eso que se afirmaba de Sabina en sus mejores años, que se le caen las canciones y los versos de los bolsillos. El autor de temas como Relocos y recuerdos, Magia o El monstruo del armario no sólo compone canciones, de esas que llenan después de magia y lirismo templos como Libertad 8 o Galileo, sino también poemas. La infancia, el amor, las ilusiones, los futuros imaginados por encuentros casuales y fugaces, son la materia central de sus canciones y también aparecen en su último libro de poemas, ya el cuarto, Metralla y purpurina, editado por Planeta.

Son poemas de la vida cotidiana, que parecen estar escribiéndose al tiempo en que se leen, que parecen ser recitados en tu cabeza justo en ese instante. Sencillamente, fluyen, con enorme facilidad. Qué difícil debe de ser dotar de tanta naturalidad a los versos, hacer parecer sencillo lo que es tan complicado. Con sus poemas consigue lo que también logra con sus canciones, poesía por otros medios. El lector, igual que el que escucha sus temas, se siente identificado por esos versos, por ese lirismo del día a día, por esa poesía de lo cotidiano, por esa forma de nombrar de un modo distinto a la realidad, de abrazarla diferente, de pintarle la cara de poemas. 


Muestra Luis Ramiro una clara preferencia por los sonetos, una estructura que no por ser clásica funciona menos. El lector conecta con ellos, porque tienen un prodigioso ritmo, porque te toman de la mano y te llevan a lugares nuevos. De nuevo, fluyendo de un modo natural, como dando saltitos de alegría, de rima en rima. Hay sonetos de amor, claro. Pero no sólo. Me gusta especialmente Cosas nuevas, que cuestiona esa postura tan cansina e irritante de quien no quiere descubrir nada más, de quien recela de todo lo nuevo por el mero hecho de serlo y se abraza a lo antiguo, porque sí. 

"Ya nada es como antes", toma frase,
joder con la nostalgia, vaya eslogan. 
No importa en absoluto lo que pase: 
lo nuevo es malo (así lo catalogan). 

Y hay genios que en la vida han ido a clase
y náufragos, ya ves, que no se ahogan. 
Qué triste si el futuro se borrase
por esos que ni escuchan ni dialogan. 

Por suerte nunca ganan los prejuicios, 
el tiempo es ese juez insobornable
que encuentra la verdad en los resquicios. 

Lo bueno quedará: es inevitable, 
no sirven ni desprecios ni bullicios. 
El arte se abre paso inexorable. 

Luis Ramiro canta al amor, pero al amor sano, a ese que no pasa por ceder la libertad ante la pareja: No dejes de ser libre con pareja, no aceptes que te mire los mensajes, no olvides que el amor no es una reja, no pagues, por favor, esos chantajes. Escribe que el amor nace "cuando hasta el silencio es cómodo". Y, de nuevo, la libertad dentro de la pareja, algo a lo que se canta poco y que se necesita mucho, en Tan libre

La quiero como se quiere
a la lluvia y las mareas, 
a ese viento sin correas
que para sólo si muere. 
Me gusta que ella se entere
y al leerme a veces vibre, 
se tropiece y se equilibre
como un pájaro en su vuelo.
Tan loca, dueña del cielo, 
tan libre que me hace libre. 

Asoma, tímidamente, la política por estas páginas (hay un soneto crítico dedicado a Ciudadanos, sin nombrarlo). En su poema El país más grande, hace una declaración de intenciones: que no cuente conmigo ningún bando si no se sientan juntos en la luna y cambian el "gritar" por "escuchando". También se incluye un poema escrito tras la sentencia a los miembros de la manada, que violaron a una joven en Pamplona, pero que no fueron condenados por agresión sexual, ya que la joven no se resistió. Maldita la justicia si es injusta, maltrecha libertad cuando la hieres y pegas con la ley como una fusta. También se acuerda Luis Ramiro de quienes, desde el púlpito de la arrogancia y las miradas estrechas, miden la calidad de los poemas por sus cifras de ventas. Cuantas menos ventas, más valiosos. A ellos les dedica el poema Seguid con vuestra mierda, cuyo título lo dice todo. Priman, en todo caso, los poemas vitalistas, como este Arde, que canta a la diferencia y a la locura: 

No dejes que te arrastre la corriente
de todos los que dicen ser normales; 
tú sé como el salmón, un pez valiente, 
y sigue tu camino aunque resbales. 

La magia está en la gente diferente, 
aquellos que se inventan sus finales, 
aquéllos, los que dudan firmemente, 
aquellos que al final son inmortales. 

Tan sólo hay que vivir a tu manera, 
llenas de carcajadas cada tarde, 
tener siempre algún sueño en la encimera. 

Y no dejes que el mundo te acobarde, 
esquiva el desengaño en cada acera 
y haz caso al corazón: está que arde. 

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