Todos lo saben

Todos lo saben, de Asghar Farhadi, es sin duda una de las películas que más expectativas ha despertado este año. Un director ganador de dos Oscar y venerado por la crítica. Un reparto excepcional, a la carta, con buena parte de los mejores intérpretes españoles del momento. El aliciente de ver cómo retrata a España un cineasta iraní que no sabe hablar español y necesitó de un traductor para el rodaje. Una película que había que ver sí o sí, fuera cual fuera la historia, un acontecimiento cinematográfico, en especial para los cinéfilos españoles. 

Se esperaba mucho de esta cinta y, generalmente, eso suele ser sinónimo de decepción. Pero no ocurre eso con este filme, o al menos a mí no me pasa. Hay dos aspectos de la trama que me chirrían, pero no deslucen los muchos méritos del filme, la recreación de la España rural es muy reconocible y fiel a la realidad, pero a la vez se plantea un drama universal. Y ese, sin duda, es el primer gran logro de esta película. Es tan española que no parece ni por asomo rodada por un director iraní, pero a la vez es tan profunda e inteligente que demuestra el escaso sentido que tienen las nacionalidades en el cine. Se trata sólo de crear buenas películas. Nada menos. Y Todos lo saben, sin duda, lo es.



Aparecen en la película las rencillas de los pueblos, sus costumbres, la relación con la familia, las fiestas, los secretos, el pasado, las mentiras... Laura (inmensa Penélope Cruz) regresa a su pueblo natal en La Mancha desde Argentina, junto a sus dos hijos, pero sin su marido (Ricardo Darín), que se quedó allá. Regresa a España de visita, para asistir a la boda de su hermana (Inma Cuesta). El primer tramo de la película muestra la felicidad de familiares y amigos, la alegría del reencuentro, la fiesta de la boda. Pero, de pronto, ocurre algo espantoso que arrasa con todo, empezando por las apariencias, los disfraces de cordialidad y vidas normales de los protagonistas del filme. El director pone a sus personajes en una situación límite, para que todo salte por los aires

La película pasa entonces a ser otra cosa, mucho más intrigante, oscura y turbia. Mucho más interesante. Nadie es lo que parece y empiezan a brotar secretos del pasado. Porque esta cinta es fundamentalmente un thriller que se propone (y consigue) mantener la intriga hasta el final, pero es mucho más que eso. Es una película sobre el pasado, sobre cómo éste determina nuestra vida presente. Sobre los secretos y la complejidad de las relaciones personales. Sobre la familia y el amor. Sobre la culpa y el egoísmo. En definitiva, sobre el ser humano, sobre la vida. Suena grandilocuente, pero es básicamente eso: una radiografía del alma humana, de sus partes más oscuras. Ese suceso terrible, que genera una angustia y un dolor inimaginables, es el desencadenante de ese drama universal, profundamente humano, que es el centro de este filme. Alguno de sus giros de guión son un poco demasiado melodramáticos y el desenlace de la historia resulta algo precipitado, pero, de nuevo, importa poco. Impiden que la película sea una obra maestra, pero no anula sus innegables méritos. 

El reparto merece una mención aparte. Farhadi se ha rodeado de muchísimo talento. Deslumbra Penélope Cruz, en uno de sus papeles más complejos. Ella misma ha declarado que sufrió durante el rodaje, que el cuerpo reaccionó a tanto dolor, a una situación tan espantosa. Impecable la actriz española, empezando por cómo consigue el acento de una española emigrada a Argentina. También sobresale la interpretación de Javier Bardem, uno de esos actores colosales que resulta creíble en cualquier papel. Aquí, da vida a un viejo amigo de Laura. Pero el talento que concentra este filme va mucho más allá de sus dos protagonistas. A su lado, claro, Ricardo Darín, incapaz de no estar soberbio en cada papel. El gran reto actoral para el actor argentino sería no bordar una interpretación.  Estoy convencido de que sólo entonces fracasaría. Siempre está por encima del papel, de la película y de cualquier otra circunstancia. Él, simplemente, fascina, no dando vida a otra persona, no, convirtiéndose en esa otra persona. 

Pero hay más, mucho más. Magnífico Eduard Fernández, impecable Bárbara Lennie, sensacional Inma Cuesta (quien además pone voz a la deliciosa Una de esas noches sin final, canción que suena a la conclusión de la película), inmensa Elvira Mínguez, tan magnífico como acostumbra Ramón Barea... Lo dicho, lo mejor de cada casa. Actores portentosos, los protagonistas y los secundarios, entregados a un filme que tenía ante sí gigantescas expectativas, a pesar de lo cual no decepciona

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