Gloria repartida en los Goya

El monstruo de Juan Antonio Bayona no sólo arrasa con las taquillas, también devora premios Goya. Nueve reconocimientos se llevó ayer Un monstruo viene a verme en la noche en la que se festejó la mejor cosecha de cine español en muchos años. Venció el director de la cinta más taquillera del año en la categoría de mejor dirección. Su emoción sincera con cada premio recibido por su película, sus lágrimas, su nerviosismo y su sensibilidad fue de lo más tierno de la noche. "La cultura es necesaria. Sin ella seríamos incapaces de expresar quiénes somos y cómo sentimos", dijo Bayona al recoger su Goya. Se repartió la gloria con Tarde para la ira, del director novel Raúl Arévalo, que ganó cuatro premios, incluido el de mejor dirección novel y el de mejor película. Mención especial merece, sin duda, Emma Suárez, que fue reconocida como la mejor actriz protagonista por Julieta y como la mejor actriz de reparto por La próxima piel



La película de Bayona arrasó, sobre todo, en las categorías técnicas, donde el despliegue del filme para que el monstruo de la cinta parezca real surtió cautivó a los académicos. Además del Goya a la mejor dirección, la película ganó en las categorías de música original, dirección de producción, dirección de fotografía, dirección artística, maquillaje y peluquería, montaje, sonido y, por supuesto, efectos especiales. Representa Bayona un tipo de cine ambicioso, con la mirada puesta dentro y, sobre todo, fuera de las fronteras de España. Con amplio presupuesto y gran capacidad de generar ingresos y atraer al público en todo el mundo. Un tipo de cine con vocación comercial. Necesario también, siempre acompañado de otro tipo de filmes. 

Precisamente, un proyecto mucho más pequeño que Un monstruo viene a verme, y sin el apoyo de ninguno de los dos grupos televisivos que están detrás de la mayoría de las cintas españolas más vistas, se llevó el premio a mejor película. La Academia reconoció la calidad muy próxima a la excelencia de Tarde para la ira. Es un prodigio en sí misma. Y más aún tratándose del primer trabajo detrás de la cámara de su director. Raúl Arévalo plantea una historia de venganza fría, sin una palabra ni un gesto de más, en el que la contención de sus actores y la dosificación de la información mantienen al espectador sin aliento de inicio a fin. 

Tarde para la ira se llevó el primer y el último premio de la noche, mejor dirección novel (entregado por los primos del director, Daniel Sánchez Arévalo y Adrián Lastra) y el de mejor película. Entre medias, la cinta se llevó otros dos galardones: mejor guión original y mejor actor secundario, para Manuel Solo. Imposible construir un persona tan inolvidable y tan memorable en tan poco tiempo en pantalla. En su dedicatoria, entre familia, compañeros de trabajo y amigo, también se acordó de sus "amores imposibles". Maravilloso. 

El nombre femenino de anoche fue, sin duda, el de Emma Suárez. Los académicos se rindieron al trabajo de esta actriz formidable que llevaba tiempo sin protagonizar películas, y cuyo regreso al cine ha sido por la puerta grande. Su dolida y sufridora Julieta le valió el Goya a la mejor interpretación protagonista, que le entregó Pedro Almodóvar, a quien la director agradeció ser tan meticuloso, "y tan difícil a veces". Para cuando Suárez recogió este premio, ya había subido otra vez al (demasiado pequeño) escenario, para agradecer el Goya a mejor actriz secundaria, por su papel en La próxima piel, otra cinta donde da vida a una madre que sufre. 

En la categoría de mejor actriz, Emma Suárez se enfrentaba a titanes de la interpretación, igual que le ocurría a Roberto Álamo en la de mejor actor. El protagonista de Que dios nos perdone ganó, gracias a su personaje de política arisco, violento y políticamente incorrecto en el filme de Rodrigo Sorogoyen, que gracias a este reconocimiento no se fue de vacío anoche, lo que habría sido injusto (todo lo justo o injusto que puede ser una ceremonia de premios, se entiende). Lo mismo cabe decir del Goya a mejor actriz revelación para Anna Castillo, por su memorable papel en El olivo, la tierna película de Iciar Bollaín. Carlos Santos ganó el Goya a mejor actor revelación por transmutarse en Luis Roldán en El hombre de las mil caras. Esta cinta sobre los años más oscuros del felipismo también se llevó el Goya al mejor guión adaptado. 

En la categoría de mejor película europea el galardón fue para la archipremiada película francesa Elle, mientras que la mejor película iberoamericana fue la excelente cinta argentina El ciudadano ilustre, para mí, la mejor película del 2016. Brillante, inteligente, lúcida y nada complaciente historia sobre la literatura, los odios, las envidias y las vilezas. El corto Timecode, de Juanjo Giménez, nominado a los Oscar, se llevó el Goya como impulso para su sueño americano. 


La ceremonia, en la que fue un acierto la presencia e una orquesta y que afortunadamente se pareció más a la primera presentada por Dani Rovira (notable como maestro de ceremonias) que a la segunda, aunque sigue adoleciendo de cierta falta de ritmo, fue la menos política de lo que se recuerda en años, por lo que los odiadores profesionales del cine español tendrán que rebuscar mucho entre los discursos de ayer para encontrar alpiste con el que alimentar sus fobias. Se habló, sobre todo, de cine. Y como el cine no es mero entretenimiento, como nos ayuda a pensarnos y a reflexionar sobre el mundo, hubo momento para hablar de los desahucios, gracias la Goya a la mejor canción original para Silvia Pérez Cruz, por el tema principal de Cerca de tu casa, una película que aborda el drama de las personas que han perdido sus casas por culpa de la devastadora. "Es indecente. Gente sin casa y casas sin gente", cantó la artista. También hubo espacio para la crítica con el premio a mejor documental a Frágil Equilibrio, que cuestiona la sostenibilidad del sistema. 

Por lo demás, se habló mucho del sector, con el razonable orgullo por los buenos datos, un año más. Sin mención alguna al boicot a la última película de Trueba o a las declaraciones de Rajoy afirmando que no había visto ninguna de las películas españolas nominadas. Sin grandes polémicas, como para no aguar la fiesta. Se denunció la falta de papeles para mujeres (con Dani Rovira puesto en los zapatos de sus compañeras, literalmente) y del elevado paro de los profesionales del séptimo arte. Hubo momentos divertidos, dedicatorias más o menos largas, y una sensación de fiesta, de celebración del cine, que es de lo que se trata. Y que no falten nunca historias. 

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