Un comienzo prometedor, un desarrollo mediocre y un desenlace inverosímil y, por momentos, bochornoso. Así puede resumirse Passengers, de Morten Tyldum. El punto de partida de la historia es muy atractivo. Una nave espacial viaja hacia otro planeta, con 5.000 pasajeros a bordo, que están hibernando. Cuando quedan 90 años para arribar al destino, un pasajero (Chris Pratt) se despierta. No hay nadie alrededor. Está solo y desesperado, una especie de náufrago espacial. Surgen entonces sugerentes dilemas éticos, no cuesta empatizar con el drama de este personaje. El pasajero está en una nave con todos los lujos, con inteligencia artificial, puntos de atención por todos lados y hasta un barman robótico, programado para decir lo correcto en cada situación, pero sin sentimientos ni seres humanos alrededor.
Como las mejores películas de ciencia ficción, esta cinta plantea, pero sólo muy inicialmente, muchos debates atractivos. Como ese gran dilema al que se enfrenta el pasajero, para dejar de estar solo en esa nave, actuando de forma egoísta. O la necesidad del contacto humano, de abrazar y mirar a los ojos a alguien con sentimientos, de tener emociones, de vivir en sociedad. También, claro, resulta muy interesante constatar cuáles son las motivaciones que llevan a esas personas a embarcarse en el viaje a un planeta lejano, donde llegarán dentro de décadas, con lo que eso significa: empezar de cero y no volver a ver jamás a sus seres queridos de la Tierra. Pero todo eso se diluye, se va por el sumidero a medida que avanza el filme. El argumento prometía mucho y, en las manos adecuadas, sin duda podría haber llegado a dar lugar a una gran película. Pero no es el caso.
La primera parte de la película es prometedora. La segunda parte cambia el tono. Para mal. Y de un relato de ciencia ficción con muchas posibilidades entramos en una comedia romántica convencional y más bien simplona. Cumplen con nota Chris Patt y Jennifer Lawrence, quien da vida a una escritora que se embarca en la nave para relatar esa aventura espacial en su próxima novela. Es una historia de esas mil veces vista, chico conoce a chica, chico oculta un secreto que terminará conociendo la chica con las previsibles consecuencias, etcétera, sólo que en una gran nave espacial en lugar de una ciudad. Se cambian restaurantes de Nueva York por el de esa nave de lujo, y los bares de cualquier ciudad por uno regentado por un androide. Pero es una comedia romántica regular. Y tan predecible como casi todas las demás.
El tramo central, el de la atracción entre los dos protagonistas y su felicidad como pareja, el de las sorpresas románticas y las frases almibaradas, dura demasiado y aporta poco. Pero, claro, eso lo piensa uno cuando no sabe lo que está por venir. Si lo supiera, el tramo romanticón le resultaría siempre demasiado breve. Sin spoiler, cuando llega la resolución de la trama, el momento crucial del filme, la historia desbarra hasta límites insospechados, algo bochornosos. En el teatro clásico se utilizaba con frecuencia el recurso conocido como Deus ex machina, que significa Dios desde la máquina, y que consistía en introducir en el escenario una deidad que da un giro a la trama y resuelve el conflicto. Porque sí. De repente. Como caído del cielo. Da la impresión de que los guionistas de este filme son aficionados a este recurso, que facilita mucho las cosas, porque no requiere de la más mínimo verosimilitud.
Una cosa es que la cinta esté ambientada en el espacio y plantee situaciones que no son reales (empresas que se dedican al turismo espacial, planetas conquistados ahí fuera a los que emigrar en busca de una vida mejor..), pero sí interesantes y atractivas, que sirven también para reflexionar sobre el mundo y para imaginar cómo puede ser el futuro; una cosa es esa, digo, y otra que la película no tenga la menor verosimilitud, que la trama se resuelve del modo menos creíble posible. Si se tiene el acierto y el valor de plantear un argumento interesante, y el de Passengers lo es, el desarrollo y el desenlace de la historia tiene que estar a la altura. Y en esta cinta no ocurre. No sabría decir el momento exacto del metraje en el que la película se va al garete. Pero son de tal magnitud los errores que nublan irremediablemente su atractiva idea inicial. Una lástima.
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