El PSM y la autodestrucción

El PSM (ahora PSOE-M o PSOE de Madrid) es uno de los especímenes más representativos de la viaje política. La de las batallas internas y los bandos enfrentados. Esa en la que lo más importante no es ganar las elecciones para ayudar a cambiar la sociedad, sino aplastar al enemigo interno. La vieja política en la que los mayores rivales no son, en absoluto, los políticos de enfrente, sino los adversarios de dentro. La vieja política del fuego amigo, la que espanta a los ciudadanos, la que apesta a luchas de poder y afán de medrar, aunque sea a costa de perder el ya escaso prestigio que pueda conservar el partido en la sociedad. 

Es proverbial la capacidad del PSM para autodestruirse. Tiene una larga tradición. Tanto es así que bien podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que, de largo, lo que mejor se le da a este partido es precisamente eso, atacarse a sí mismo, contribuir a una lenta agonía, a una imparable descomposición interna. El último episodio de este drama interno, de este suicidio político televisado, es el enfrentamiento entre el bando de partidarios de Tomás Gómez, liderado ahora por el infable concejal en el Ayuntamiento de Madrid Antonio Miguel Carmona, y el del apartado del partido, que ha puesto como líder títere de la federación madrileña a la alcaldesa de Getafe Sara Hernández. Un clásico en la vieja política, lo habitual en el PSM que cuanto más votos pierde, más división interna muestra. ¿O será tal vez al revés? 

La sucesión de los hechos es la siguiente. El líder del PSOE, Pedro Sánchez, dio un golpe de autoridad en el PSM y se deshizo de Tomás Gómez, hasta entonces secretario de la federación madrileña, a poco más de dos meses de las elecciones dadas las negras perspectivas electorales que el exalcalde de Parla generaba. Lo cambio por Ángel Gabilondo como candidato a la Comunidad de Madrid y puso una ejecutiva de transición al frente del PSM. Pasadas las elecciones, donde Carmona cosechó en el Ayuntamiento los peores resultados de la historia de su partido y Gabilondo mantuvo el tipo, se celebró un congreso extraordinario para nombrar a una nueva secretaria general y a una nueva ejecutiva. En ella ganó por la mínima Sara Hernández y prácticamente la mitad del partido, sólo la mitad el partido, apoyó con su voto a la ejecutiva nombrada por la alcaldesa de Getafe, de la corriente de Pedro Sánchez, decidido a controlar el PSM por lo que pueda pasar tras las elecciones generales de finales de año. 

Pero no queda ahí la batalla interna. En el PSM nunca queda ahí. Disputas en un congreso y división en unas votaciones internas son cosas de principiantes para este partido. Fue a más. Tanto que Sara Hernández (léase Pedro Sánchez) destituyó a Carmona como portavoz del partido en el Ayuntamiento de Madrid por sus desastrosos resultados electorales, que lo fueron, desde luego. Y Carmona, claro, no se resignó. Dio en una rueda de prensa uno de esos shows mediáticos que tanto le gustan (y tan pocos votos le dan) para decir que iba a luchar por cambiar la dirección de su partido, que estaba siendo víctima de una persecución interna, que era amigo de Tomás Gómez y no tenía que pedir perdón por ello... En fin. Carmona en estado puro. De todo habló menos de su indiscutido logro de ser el candidato que llevó al PSM a los peores resultados de su historia en el Ayuntamiento de Madrid. Es más, llegó a decir que quería luchar para cambiar el partido dado que había obtenido muy pobres resultados en algunas ciudades de Madrid. La primera, suponemos, aquella en la que él encabezaba la lista y que se quedó con nueve concejales como un partido residual. 

Ahora, en el penúltimo capítulo de este culebrón, 20 delegados del PSM afines a Carmona han impugnado el congreso en el que Sara Hernández fue elegida como secretaria general por presuntas irregularidades como que se eligieron sólo 49 miembros del Comité Regional y no 70 como señalan los estatutos. La dirección del PSOE ha dicho que todo fue legal, pero Carmona y los suyos parecen decididos a mantener el pulso. Ya saben. Aquí no se trata tanto de ganar elecciones o ayudar a los ciudadanos sino de pisar moqueta, de manejar poder para, sobre todo, aniquilar a los rivales internos. Pura política vieja. Puro PSM. 

El grupo de Carmona es afín a Tomás Gómez, que ya son ganas de mostrar afinidad por alguien que tan poco bien le ha hecho a su partido. El exalcalde de Parla arrasaba en esa ciudad (donde ahora vemos que ha dejado un pufo notable con la genial idea del tranvía) y Zapatero pensó que sería un buen líder del PSM. Allí que lo colocó, para perder una tras otra todas las citas electorales a las que se presentaba bajo el cartel de Invictus. Irónico, dado que las únicas elecciones que ganó fueron las internas en el partido, esas en las que jugaba con ventaja, con las cartas marcadas, o casi. Gómez fue un lastre inmenso para el PSM. Que en Madrid existía un descontento con el gobierno municipal y autonómico del PP estaba claro y ha quedado de manifiesto con la pérdida de la mayoría absoluta de este partido en las elecciones del 24-M, pero los socialistas no lograron convencer a los ciudadanos ni presentar una alternativa sólida. Estaban enredados en sus batallas internas, como cuando Zapatero, otrora mentor de Gómez, propuso a Trinidad Jiménez como candidata a presidir el PSM. Perdió la exministra y ganó Gómez. Sus únicas victorias, ya digo, han sido en todos estos años las internas. En las elecciones de verdad no hizo más que hundir un poco más al partido en Madrid. 

Antonio Miguel Carmona ya no es portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid y anda él lamentado semejante pérdida para la ciudadanía, que no duerme desde que se enteró de la noticia. ¿Quién impulsará ahora las naumaquias en el lago del Retiro? ¿Quién pondrá pimienta y gracejo de tertuliano y profesor bonachón en los plenos del Ayuntamiento? Carmona debería haber dimitido en el instante en el que comprobó que había obtenido el peor resultado de la historia de su partido en Madrid, pero lejos de eso, decidió no ver la realidad tal cual era, sino como a él le parecía. Así, en la noche electoral no se entristeció por haber hundido al PSM, sino que celebró que sería decisivo para dar el gobierno municipal a Carmena. Es decir, se conformó con reducir a los socialistas al papel de partido títere, formación política menor que con sus escasos concejales da o quita gobiernos a otros. Y desde ese momento ha ido agravándose la distorsionada percepción de la realidad de Carmona. Dio sus votos a Carmena. Punto. Pero él se creía alcalde, o casi. Hablaba como tal. 

Carmona estaba encantado de haberse conocido, a pesar de menguar el grupo municipal socialista a su mínima expresión. Terciaba en cada polémica que rodeaba a Ahora Madrid, como apaciguador, poco menos que como el cerebro en la sombra del Ayuntamiento, como el hombre clave en la alcaldía. Se lo creyó y ahora, claro, el pobre hombre lo está pasando mal. A él, que tanto adora los micrófonos y el protagonismo mediático, le da pavor verse relegado, Lo razonable quizá en un caso como este sería dimitir tras percatarse de que, tras dos décadas de gobiernos municipales del PP, no han sido él ni su partido lo que han capitalizado el descontento ciudadano y las ganas de cambio sino una formación nacida hace unos pocos meses. Pero eso no va con Carmona. La culpa será, en todo caso, de Pedro Sánchez. Que se vaya el secretario federal del partido y le dejen a él su juguete del Ayuntamiento, su impostura de ser más importante de lo que es, su forma de confundir la aritmética con la influencia política real y el poder. 

Sara Hernández, mientras, se ha prestado encantada al papel de líder del PSM al servicio de Pedro Sánchez. Una de las primeras decisiones de la alcaldesa de Getafe, por cierto, que lo es gracias a los votos de Ahora Getafe, fue nombrar a más cargos de confianza de los que había pactado en el acuerdo de investidura con esta formación y también atribuirse un sueldo más alto del pactado, lo que llevó a Ahora Getafe a romper el pacto. Pedro Sánchez está medrando para controlar el mayor número posible de federaciones del partido por si acaso en las elecciones generales no obtiene el resultado deseado y tiene que contar con amigos que le daban favores para seguir liderando al partido. Vieja y rancia política, ya ven, donde nadie se salva. Y el apoyo ciudadano al PSM, claro, cayendo en picado. Luego se extrañarán. 

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