Más de 200 muertos en Gaza

Espiral de odio en Oriente Medio. Lamentablemente, ya forma parte de lo cotidiano en esta zona del planeta que cada cierto tiempo se desate una oleada de violencia y una confrontación (claramente desigual por las fuerzas militares de cada parte) entre Israel y algunas milicias palestinas como Hamas. El último gran enfrentamiento se produjo en 2012, cuando la mediación del entonces presidente egipcio Mohamed Mursi logró poner punto final a los choques. Esta vez, Egipto vuelve a intentar ejercer de mediador entre las partes, pero las cosas han cambiado mucho, también en ese país, que ahora está gobernado por los militares que derrocan de forma violenta al legítimo presidente egipcio de los Hermanos Musulmanes. El país ha propuesto una tregua que Israel sí ha aceptado pero no Hamas, lo que llevó ayer al ejército del país judío a intensificar los ataques sobre Gaza. 

En nueve días de operación israelí contra la franja de Gaza, uno de los lugares con más densidad de población del mundo donde los habitantes viven con muchas necesidades y los civiles son rehenes de este choque armado, han muerto 200 palestinos. El conflicto entre Israel y Palestina, endiablado desde hace décadas, francamente complejo, hay quien piensa tras tantos intentos de alcanzar la paz que incluso irresoluble, vuelve a vivir un momento de máxima tensión. En esta ocasión, el origen de la que Israel ha llamado, con ese cinismo propio del lenguaje militar "Margen Protector, está en el vil asesinato de tres jóvenes israelíes, presuntamente, a manos de terroristas palestinos. Hamas se desmarcó de esos asesinatos, pero los celebró.

Los jóvenes fueron secuestrados y el fatal desenlace conmocionó a toda la población israelí. Ese es el desencadenante de esta última confrontación. La espiral de odio, sin embargo, viene de mucho más lejos y continúa perpetuándose. Los jóvenes que crecen con el miedo a los bombardeos en Gaza o con el temor a los misiles que lanza Hamas hacia territorio israelí (pocos han impactado y un civil israelí ha muerto en nueve días de combate) nacen con la semilla del odio alimentada por estos enfrentamientos. Cada nuevo misil, cada nuevo bombardeo, aleja aún más la solución de los dos Estados, única viable para acabar con este conflicto. Tras el execrable asesinato de los tres jóvenes israelíes, radicales de este país quemaron vivo a un joven palestino. Es el ojo por ojo. Es el odio que se adueña de las personas que no recuerdan haber vivido sin un enemigo enfrente, que añoran una paz que no han conocido. 

Desde Israel afirman que el asesinato de los tres jóvenes es el desencadenante de su operación militar contra Gaza, pero también destacan que el acuerdo entre las dos facciones palestinas enfrentadas desde hace años, la moderada Al Fatah y la radical Hamas (calificada como grupo terrorista por Israel) implicó un portazo a las negociaciones de paz por parte de Abu Mazen, líder de aquella primera facción y único interlocutor que aceptaba el país hebreo. Abu Mazen está en una situación muy delicada. Opuesto al lanzamiento de misiles contra Hamas, pero también espantado por la violencia extrema de los ataques israelíes, que bombardean casas de miembros de Hamas, dicen que avisando con antelación. En esos bombardeos han muerto civiles inocentes, entre ellos, niños. Este conflicto probablemente servirá para aumentar el peso de las partes más violentas en Palestina, arrinconando a Abu Mazen. 

Desde Palestina, por su parte, se denuncia la enorme desproporción de los medios militares de ambas partes. El escudo antimisiles israelí detiene la mayor parte de los ataques de Hamas, dispuesta a dar la batalla contra el que considera su enemigo a muerte y al que no reconoce si quiera el derecho a existir. La población civil de Gaza está siendo la principal damnificada por esta operación militar, con más de 200 muertos en nueve días de bombardeos. Los palestinos temen que, como ya ha ocurrido otras veces, Israel aproveche esta situación de tensión para seguir construyendo asentamientos para los colonos en territorios palestinos, lo que seguiría obstaculizando la solución de los dos Estados y continuaría reduciendo el espacio vital de los palestinos en el territorio. 

La comunidad internacional, como acostumbra, ha reaccionado tarde, de forma desorganizada y con más buenas palabras que propuestas concretas. Egipto es el mediador habitual entre Israel y Palestina desde hace muchos años y en esta ocasión vuelve a ejercer el rol de mediador, aunque ahora sus relaciones con Hamas son distintas a hace dos años, cuando el entonces presidente islamista Mohamed Mursi logró un acuerdo de paz respetado por ambas partes. Hoy es el militar Al Sisi quien gobierna en Egipto. El militar que desalojó del poder de forma violenta a Mursi y que ha declarado una cruzada contra los Hermanos Musulmanes. La situación, pues, es muy distinta a la de 2012. En todo caso, Egipto ya ha hecho una propuesta de tregua que acepta Israel, pero no Hamas. Ahora, pues, la pelota se sitúa en el tejado del grupo palestino, al que se presenta como único responsable de esta situación, lo cual es mucho decir y parece un burdo intento por dejar a salvo de culpa de esta espiral de violencia a Israel.

Este conflicto es muy complejo, terriblemente complicado. No es sencillo analizarlo con la objetividad debida. Cuesta mantener ese equilibrio, esa equidistancia. Como en muchas otras cuestiones, parece que es necesario posicionarse de un lado o del otro. A favor de Israel, un Estado democrático que se defiende legítimamente de una amenaza a su existencia, o a favor de Palestina, un pueblo que vive injustamente sin Estado, extranjeros en su propia tierra. Creo que es necesario mirar este conflicto con distancia y procurar entender las razones y buscar explicaciones a las actitudes de ambas partes. Sobre todo, hay que oponerse a la violencia venga de donde venga, porque la paz no se hallará ni con bombas ni con misiles. La población civil, la palestina en mayor medida que la israelí (200 muertos frente a uno) es la gran víctima de este conflicto. Son ellos los rehenes de la violencia. Hoy, de nuevo, la solución a este conflicto de décadas se antoja lejana, casi una quimera, pero los pueblos israelí y palestino merecen y necesitan convivir pacíficamente con sus vecinos, alcanzar la creación de dos Estados donde puedan vivir en paz. De momento, la prioridad debe ser terminar con esta operación que deja ya más de 200 víctimas mortales. 

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