Día Internacional de la Mujer

Creo que cada año escribo más o menos lo mismo cuando llega esta fecha, lo cual no hace sino reforzar el mensaje repetido. Lo ideal es que llegue un día en el que no sea necesario celebrar el Día Internacional de la Mujer de forma reivindicativa porque no existan tantas desigualdades e injusticias que denunciar. Mientras esto no cambie, el 8 de marzo debe seguir siendo una jornada para reflexionar sobre los pasos que debemos dar todos los miembros de la sociedad para alcanzar la igualdad efectiva y real entre hombres y mujeres. Ese escenario deseado, razonable y lógico al que debemos caminar y que debemos conseguir entre todos. Mientras esté lejos, y lamentablemente aún lo está, el 8 de marzo es un día perfecto para recordar todas y cada de esas situaciones de desigualdad que deben ser erradicadas.

No se trata de apabullar con cifras, pero conviene recordar que detrás de todas las estadísticas que vemos hoy en los medios de comunicación hay personas que padecen situaciones de injusticia. Los datos, no cayendo en el error de percibirlos como frías cifras sin rostro e historias humanas detrás, son una herramienta necesaria para calibrar la magnitud del problema al que nos enfrentamos. Por ejemplo, el dato que nos dice que 603 millones de mujeres viven en países donde la violencia de género no se considera un delito. Hasta el 50% de las agresiones sexuales se cometen contra niñas menores de 16 años o el 70% de las mujeres aseguran haber sufrido una experiencia física o sexual violenta en algún momento de su vida. Son datos que ofrece hoy la ONU y que, junto a tantas otras realidades preocupantes para la igualdad de la mujer, nos hacen reflexionar y demuestran cuán necesario es este Día Internacional de la Mujer.

Alarmante es también la desigualdad en el ámbito laboral, donde la brecha salarial entre hombres y mujeres sigue siendo una vergonzosa realidad. Así mismo, hoy es un día para recordar que millones de niñas en todo el mundo no pueden disfrutar del derecho a la educación en las mismas condiciones que los niños. Para reivindicar lo mucho que quedar por hacer para erradicar de una vez por todas esa lacra, esa enfermedad social y fracaso colectivo que es la violencia de género. Un día, hoy 8 de marzo, en el que hay que censurar que aún exista ese pensamiento rancio, injusto, intolerante y despreciable del machismo. O para denunciar una vez más lo muy desigual que es la situación para las mujeres en relación a la conciliación de la vida laboral y familiar.

Porque se ha avanzado mucho en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, desde luego, y no está de más festejar en un día como hoy esos logros. Pero es todavía mucho lo que falta por hacer, especialmente en algunas regiones del mundo donde la situación de la mujer es muy delicada, donde pervive una discriminación atroz por razones religiosas, culturales o de tradiciones que atentan contra la igualdad. Entre las tareas pendientes, la situación de las mujeres en los países islámicos, en especial en aquellos donde se aplica la interpretación más extremista de esta religión y donde impera la sharia. El derecho a la educación de las niñas es pisoteado en muchos  países, como nos demostró con su valentía y coraje hace unos meses la menor paquistaní Malala. 

Los retos pendientes no se limitan a países en vías de desarrollo o con doctrinas extremistas que atentan contra la libertad de la mujer. También está en los llamados países desarrollados, donde perviven situaciones de injusticia y desigualdad en el ámbito laboral, donde la violencia de género sigue existiendo y donde no se ha logrado extirpar por completo el machismo. Debe ser una labor educativa, sin duda, la que nos ayude a enseñar desde la escuela con criterios de igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres. Queremos pensar que el machismo se va diluyendo con el paso de las generaciones, pero quizá eso sea un pensamiento demasiado optimista. Hay jóvenes que perpetúan comportamientos machistas y esa es una realidad alarmante que se debe combatir. 

Es absurdo y denigrante que en pleno siglo XXI sigan existiendo situaciones de machismo y desigualdad. Denigrante para las mujeres y un motivo de vergüenza para el conjunto de la sociedad. Porque el hecho de que la igualdad no se consolide de forma definitiva y de que sigan existiendo muchas tareas pendientes en este objetivo común es un fracaso de la sociedad, de todos y cada uno de nosotros. Termino con un deseo: que el 8 de marzo se siga celebrando, pero muy pronto sólo para festejar que hemos logrado el objetivo tantas veces soñado, que hemos saldado una deuda de siglos con más de la mitad de la población mundial que se ha visto discriminada de forma injusta y vergonzosa. 

Comentarios