Elecciones en Italia

El domingo 24 y el lunes 25 de febrero se celebran las elecciones italianas. Una cita clave para el país, que volverá a elegir en las urnas quién dirige su futuro tras el gobierno tecnócrata de Mario Monti, impuesto tras la caótica situación en la que dejó el país Silvio Berlusconi. La campaña está siendo muy peculiar. Toda Europa está pendiente del resultado de los comicios dividida entre el temor a un regreso de Berlusconi al puesto de primer ministro (algo que, de entrada, no parece cercano), las incertidumbres que despierta el candidato inclasificable Beppe Grillo, las dudas sobre la aceptación electoral que tendrá la candidatura liderada por Mario Monti y la impresión de que el candidato de la izquierda, Pier Luigi Bersiani, ganará las elecciones pero no lo tendrá nada fácil para formar un gobierno estable.

Son unas elecciones cruciales para Italia y para el conjunto de la Unión Europea. En ellas se renovarán las dos Cámaras, el Congreso y el Senado, que en el país transalpino, a diferencia de lo que sucede en España, tienen el mismo peso. Los italianos elegirán a los 617 miembros de la Cámara de Diputados y la gran mayoría de los 315 senadores, a excepción de los senadores vitalicios. A tenor de cómo se presentan las elecciones, será importante tener en cuenta las particularidades de la ley electoral italiana. En el Congreso, hay un factor de corrección pensado para garantizar la estabilidad del partido más votado: si ninguna lista alcanza una mayoría absoluta de al menos el 55% se le otorga un "premio" para alcanzar esta cantidad de escaños. De esta forma, el partido más votado tendrá asegurado al menos 340 de los 617 asientos en la Cámara de Diputados. Pero este factor de corrección del 55% no se aplica igual en el Senado, donde no hay una circunscripción única y el reparto (y el consiguiente premio) se da por regiones.

Todo indica a que la noche del lunes repasaremos a fondo la ley electoral italiana porque el escenario que dejen las elecciones confirmen el peor de los temores: una aritmética parlamentaria inestable que provoque un gobierno frágil. En Italia no se pueden publicar encuestas electorales desde el comienzo oficial de la campaña, por lo que los últimos sondeos que conocemos son de hace 15 días. ¿Qué dicen esos sondeos? Que el líder de la coalición de izquierdas Pier Luigi Bersiani ganaría las elecciones con el 36% de los votos. En segundo lugar estaría, en su asombrosa vuelta a la política, Silvio Berlusconi, con un 29%. Es asombroso su regreso no porque no cuadre con la personalidad del ex primer ministro italiano, sino porque él tuvo que irse y dejar hueco a un gobierno tecnócrata porque dejó al país en una situación económica pavorosa. Definitivamente, si los votos en las urnas avalan lo que anticipan las encuestas, Berlusconi sigue gozando de un apoyo popular a todas luces inexplicable bajo cualquier análisis mínimamente razonado y argumentado. 

El tercer partido más votado no sería la coalición de centro-derecho de Mario Monti (que se quedaría cerca del 15% de los votos) sino el peculiar Movimiento Cinco Estrellas, con un 16% de los sufragios. Su líder, Beppe Grillo, es un famoso humorista italiano que lidera desde su fundación este partido cuyo discurso es contrario a las formaciones políticas tradicionales (se define incluso como movimiento anti político). Sería una versión diferente de los movimientos de indignados en España. El caso es que desde que nació este movimiento, en 2009, su discurso anti políticos tradicionales y algo populista no ha hecho más que cosechar adeptos. Ya gobierna en algunas ciudades del país. Es un movimiento raro, ya digo, que algunos abrazan como una necesaria renovación de la casta política tradicional en Italia, como la personificación de una revolución social pacífica; y que otros desprecian y ponen como ejemplo de lo peligroso que es el descrédito de la política, dando paso a movimientos populistas, poco serios y poco recomendables para la buena marcha del país. 

El lunes por la noche conoceremos la solución. De esas encuestas, las últimas que conocemos, hay que sacar varias conclusiones. La primera es, precisamente, que se realizaron hace quince días. No recogen lo que haya podido cambiar en la intención de voto de los ciudadanos el desarrollo de una campaña donde Beppe Grillo ha llenado grandes escenarios y Silvio Berlusconi ha aprovechado su imperio mediático y sus promesas populistas e inviables para acaparar toda la atención mediática. Segunda conclusión de esas encuestas, la cifra de indecisos es muy alta, por lo que no podemos decir que esté cantado el resultado final de las elecciones. En tercer lugar, muchos expertos señalan al hecho de que el Movimiento Cinco Estrellas pueda estar dimensionado a la baja en los sondeos. Cuarta conclusión: la izquierda conseguiría la victoria y volver al gobierno, pero para formar un ejecutivo estable requería de un pacto contra natura con el liberal Mario Monti. Incluso con esa alianza, que podría dinamitar la coalición que lidera Bersiani, quizás no sería suficiente y tendría que recurrir a otros partidos minoritarios

En resumen, el escenario que dibujen las urnas tras las elecciones del domingo y el lunes es poco claro, confuso. Parece que Bersiani ganará los comicios. Parece que Berlusconi ha conseguido resucitar con promesas de bajadas de impuestos y con ese carisma que conserva entre una parte importante de la población, a pesar de los pesares. Parece que Monti, la opción deseada por la UE y los mercados, no pasará de ser la cuarta más votada, pero tendrá mucho que decir en la formación del nuevo gobierno. Y parece que el movimiento popular/populista, renovador/antipolítico de Beppe Grillo se convertirá en la tercera fuerza política de Italia. Con todo este panorama, lo más importante de las elecciones llegará el día después de la cita con las urnas. Cuando se vea cómo queda la aritmética de las Cámaras y qué opciones hay para formar un gobierno sólido que devuelva a Italia la normalidad por la vía de las elecciones que perdió en el último mandato de Berlusconi y esbozó con Monti, pero con un claro déficit democrático

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