Mensaje navideño del Rey


Un año más, el Rey Don Juan Carlos se dirigió a los españoles en su tradicional mensaje de Nochebuena en la qu resume el año que pronto dejaremos atrás y hace una valoración del estado del país. Y un año más, esa es la peor noticia, la crisis económica ha vuelto a ser el eje central de su discurso. Porque seguimos en esa terrible coyuntura que, como señaló el monarca, "ha alcanzado una intensidad, una amplitud y una persistencia en el tiempo que nadie imaginaba". Hoy, como hace justo un año, todos deseamos que en el discurso de 2013 Don Juan Carlos pueda referirse ya a algún síntoma de mejoría. Ojalá.
 
El discurso fue más corto que de costumbre y tan correcto como es habitual, aunque a mí me pareció falto de garra, lleno de palabras huecas, en fin,  me dejó algo frío y creo que no es de los mejores mensajes de Don Juan Carlos en todos estos años. La apelación a la unidad entre partidos y la reivindicación de "la política con mayúsculas" son dos mensajes adecuados en el momento actual. Recordó el Rey, sin nombrarlo explícitamente, el espíritu de la Transición española. Aquel tiempo en el que construyó el legado que dejará a nuestro país y por el que le recordarán siempre los libros de historia. Fue un tiempo muy duro en el que la altura de miras y el sentido de la responsabilidad primaron en los responsables políticos y también en el conjunto de la sociedad española. Por eso, Don Juan Carlos llamó a tener confianza en nuestros posibilidades para salir adelante.
 
Habló de economía, naturalmente, pero también aseguró que "no todo es economía. Por muy evidente que sea, no es malo repetirlo: no todo es economía". Sobre la crisis, recalcó que "austeridad y crecimiento deben ser compatibles". Y añadió: "para que nuestra economía vuelva a crecer tenemos que poner orden en nuestras cuentas y, a la vez, generar estímulos para la creación de riqueza". Afirmó que "las renuncias de hoy han de garantizar el bienestar de mañana en un plazo razonable de tiempo, de manera que se asegure la protección de los derechos sociales que son señas de identidad de nuestra sociedad desarrollada".
 
Recordó el papel central que debe jugar España en el marco de la Unión Europea y en las alianzas con Latinoamérica. Después, llamó a practicar "la política grande, esa que para destacar su valor y dignidad solemos llamar la política con mayúsculas". Fue el apartado más brillante de su discurso. La política con mayúsculas, "la que, desde el gobierno o la oposición fija su atención en el interés de los general y en el bienestar ciudadanos. La que, lejos de provocar el enfrentamiento y desde el respeto a la diversidad, integra lo común para sumar fuerzas, no para dividirlas. La que sabe renunciar a una porción de lo suyo para ganar algo mayor y mejor para todos. La que busca el entendimiento y el acuerdo para encauzar y resolver los grandes y fundamentales desafíos colectivos. La que se cimenta en el espíritu de servicio y se acomoda a los principios de la ética personal y social. La que, en fin, es capaz de sacrificar la satisfacción del corto plazo, a menuda efímero, para ensanchar el horizonte de sus ambiciones".

Viendo ayer a los líderes políticos que salieron a valorar el mensaje del Rey, no podía dejar de preguntarme cuántos de ellos tienen esa capacidad de ejercer la política con mayúsculas de la que habló Don Juan Carlos. La respuesta fue descorazonadora. No habló expresamente de Cataluña, pero sí dedicó unas palabras a esta situación cuando pidió "promover valores como el respeto mutuo y la lealtad recíproca". "Es hora de que todos miremos hacia adelante y hagamos todo lo posible por cerrar las heridas abiertas", recalcó, para después añadir que "será nuevamente un éxito de todos, ciudadanos e instituciones, basado en el respeto a las leyes y a los cauces democráticos". Artur Mas no vio el discurso, pero lo han contado. Parece que no le agradó demasiado, pero él está en otra dimensión como para que le preocupen las palabras de un Jefe del Estado, las leyes o el sentido común.
 
El Rey estuvo correcto en su discurso, sin más. La apelación a la política con mayúsculas es lo más destacable de su intervención en el aspecto conceptual. En cuanto al escenario, la Casa Real hizo un gran cambio respecto a años anteriores con el Rey de pide, apoyado sobre su escritorio. Una presencia más moderna. No dijo nada el monarca, como se esperaba, de su caída mientras cazaba elefantes en Botsuana este pasado mes de abril. Ese terrible error, sumado a la dañina situación de su yerno, Iñaki Urdangarin, ahora parece que de vuelta a la familia por Navidad, siguen haciendo mella en la credibilidad y el prestigio del Rey que tan justamente se ganó durante años y que tan comprensibilemente ahora muchos han puesto en cuarentena.

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