El Rey debería pedir perdón

La cacería del Rey en Botsuana y su recuperación de la caída que sufrió, que afortunadamente parece estar yendo muy bien, centra hoy el debate político. Quizás es porque resulte más novedoso y exótico hablar de elefantes que hacerlo de la prima de riesgo (hoy marcando nuevo máximo en más de 440 puntos básicos), que ese tema lo tenemos ya muy gastado. O quizás sea porque, tal y como están las cosas, ver la actitud imprudente, insensible e irresponsable del Jefe del Estado es lo último que nos faltaba para terminar de completar un panorama triste y decepcionante. Porque el viajecito del monarca ha provocado una gran indignación y un enfado notable entre los ciudadanos, pero en muchas personas, sobre todo, ha causado una enorme sensación de decepción. Porque somos muchos los que lo hemos defendido al Rey y su ejemplar servicio a España durante todo su reinado. Ahora él es el primero que nos pone a todos imposible defender o intentar justificar su comportamiento.

El Rey Don Juan Carlos debería ser consciente del gran respeto y aprecio que por él siente una gran mayoría de españoles. Debería valorar también como es debido el apoyo incondicional que le han ofrecido los dos grandes partidos en todo momento. Debería recordar la atronadora ovación que le dedicó el Congreso cuando abrió la nueva legislatura, en unos momentos muy delicados para la monarquía por los presuntos delitos de Urdangarin. Debería el Rey también saber el exquisito trato que le ha ofrecido durante todos estos años los medios de comunicación. Tan exquisito y respetuoso que en algunos casos ha estado por encima el aprecio al monarca y los deseos de protegerle que los intereses periodísticos (forma sutil de decir que tal vez se ocultado información y se ha pasado de puntillas por lo que podría incomodar a Rey. Todo eso debería valorar el Rey. Hasta ahora, aunque pudiera tener alguna duda puntual, creía que sí lo valoraba y sabía responder convenientemente a ese apoyo incondicional y absoluto a su figura y a la institución que representa. Después de esto, sinceramente, cuesta mucho pensar que Don Juan Carlos sabe valorar lo que significa ese respaldo mayoritario.

Precisamente por eso, creo que el Rey debería pedir perdón. Comprendo que no es nada fácil que eso ocurra, es más, creo que hay un 99.9% de posibilidades de que eso no suceda, pero eso no quiere decir que el lavado de imagen que prepara Zarzuela sea el comportamiento correcto ante esta situación. Veo venir imágenes del Rey trabajando y reuniéndose con todo el mundo, escenas enternecedoras de la Familia Real, actos públicos que potencien sus fuertes y busquen volver a atraer el apoyo ciudadano perdido. Pero esa operación de lavado de imagen no resultará creíble. No digo que no será efectiva, que todo puede pasar, sólo que no será un acierto. El Rey debería pedir perdón por lo que ha hecho. Debería comprometerse públicamente a no volver a repetir este tipo de comportamientos y cumplir de forma escrupulosa sus obligaciones. Sólo así valoraría la respuesta de la Casa Real a este suceso. El Rey debería reconocer en público que su viaje es, como mínimo, inoportuno, y debería actuar pensando mucho más en España y en la monarquía que representa que en esos viajes privados para descansar (y matar elefantes).

Las reacciones políticas, de momento, están dentro de lo previsible. El PP y el PSOE, de forma general, no comentan y seguirán arropando a la Corona como han venido haciendo desde la restauración de la democracia. Izquierda Unida, ERC y otros grupos de izquierdas criticarán con toda la razón del mundo la actitud del Rey. Harán bien, sin duda, en poner de manifiesto en el Congreso que este comportamiento no es aceptable nunca, y mucho menos en los momentos de crisis actuales. La estrategia de Rubalcaba parece clara: ambigüedad absoluta. No comenta los viajes privados del Rey, lo honesto es decírselo a él en privado y no habla ni de lo que le gusta, ni de lo que no le gusta. Es decir, el líder del PSOE deja caer que no le gusta este viajecito a Botsuana, pero no irá más allá. No seguirá los pasos de Tomás Gómez, por ejemplo, que ya ha ofrecido al Rey que abdique si quiere dedicarse a disfrutar de la vida y no asume sus responsabilidades como Jefe del Estado. Excesivo y oportunista, para no variar.

La actitud del Rey es injustificable, por lo que quienes quieran defender al monarca pueden centrarse en decir que cualquiera comete un error o en recordar el gran servicio de Don Juan Carlos a España durante todos estos años. Pero que no pierdan un segundo en tratar de hacer pasar este indecente comportamiento por algo normal. Dicho esto, no sé si me agrada que se busque que un elefante logre lo que no ha logrado nadie desde la Transición: abrir el debate sobre el modelo de Estado y empezar a defender la necesidad de la III República española. He escrito muchas veces que, puestos a elegir entre un sistema anticuado en el que el Jefe del Estado nos venga impuesto y otro en el que lo elijamos los ciudadanos democráticamente, prefiero el segundo. Pero también he escrito que no veo a la sociedad española madura como para abrir este debate ni veo tampoco a nadie apto para asumir la Jefatura del Estado en una futura República española con los mismos criterios que centran la acitud del Rey: representar a todos, estar al margen de la lucha partidista y ser alguien de consenso. No me importaría que España pasara a ser una república, insisto, creo que es un sistema más lógico y democrático que el de la monarquía hereditaria, pero no me entusiasma tanto como a otros que la institución que hoy encarna la Jefatura del Estado entre en una grave crisis de descrédito, porque no estamos para abrir más frentes. El Rey ha decepcionado a mucha gente y entenderé críticas y debates abiertos, pero no sé si esto debe dar para tanto como para abrir un debate formal sobre la forma de Estado. ¿Estamos preparados para ello? ¿Es algo viable?



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