El manifestante, personaje del año

Este año 2011 es histórico por muchas razones. La revista Time ha llevado a una de esas razones a su portada que, como es tradición, dedica a elegir al personaje del año. No es en este caso un personaje con nombres y apellidos. Como ya ocurrió en 2006, cuando el personaje fue el internauta en general por los muchos cambios que introducen las nuevas tecnologías en el mundo, el protagonismo va a un grupo amplio de gente con una cosa en común: sus protestas y manifestaciones en distintas partes del mundo. Acierta la revista en señalar al manifestante como personaje del año. Puede ser menos acertado incluir en el mismo paquete a quien lucha contra la dictadura jugándose la vida en países árabes y a quien protesta en Madrid contra el sistema político y económico de España. Pero, en cualquier caso, sí creo que es una buena forma de poner el acento en lo trascendental que ha sido en este 2011 la actuación de la ciudadanía, de gente anónima que ha salido a la calle para pedir mejoras.

La primavera árabe ha sido un fenómeno de una gran importancia que entrará en los libros de Historia por la puerta grande y que en realidad ha logrado transformar el mundo en que vivimos. Hay muchas incertidumbres en todos los países árabes que han vivido estas revoluciones, pero hay avances incuestionables. Por ejemplo, el mundo acabará 2011 con menos dictadores que con los que comenzó. En el camino han quedado Gadafi, Ben Ali, Mubarak y Saleh. Decir esto es tanto como decir que el mundo es un poco más libre, algo mejor. Quizás igual de complejo, o hasta más. Pero es un paso en la buena dirección. No conviene lanzar las campanas al vuelo, pero es indudable que la primavera árabe ha sido una explosión de aire fresco y de ansias de democracia y libertad que debe ser tenido en cuenta y que ha logrado desalojar del poder a tiranos que llevaban décadas imponiendo su ley. Todos los movimientos sociales en los países árabes que han buscado acabar con dictaduras tienen puntos en común. Es el caso de la fascinación que despierta todo lo que suene a revolución del pueblo. Sigue siendo igual de potente y atractivo un movimiento en el que el pueblo logra imponerse a los poderosos.

El pueglo egipcio, el tunecino, el libio, el yemení y todos los demás que, lamentablemente, aún no han conseguido echar a los dictadorzuelos de turno y siguen pasando por serios problemas y jugándose la vida a cada momento han dado un ejemplo maravilloso al mundo. Barack Obama declaró tras la caída de Mubarak que los egipcios habían cambiado el mundo. Tenía razón. Esa afirmación es homologable a todos los ciudadanos de muchos países árabes que han decidido romper de una vez por todas sus cadenas y caminar hacia un futuro de libertad e igualdad. Los que no estuvieron tan a la altura fueron muchos líderes políticos, la comunidad internacional en general, que durante tanto tiempo hicieron la vista gorda y realizaron negocios con estos dictadores que eran tenidos por un mal menor. Esos dirigentes creyeron que las relaciones internacionales no debían plantearse en términos dictadura-democracia, sino más bien en base a intereses puramente económicos. En algún caso hasta han logrado que parezca que están del lado del pueblo oprimido durante tanto tiempo por aquellos tiranos a los que daban oxígeno con sus contratos indecentes, pero suculentos.

Vivimos tiempos complicados en los que parece que el pueblo tiene poco que decir. Esa sensación la tenemos todos. Los goberantes aspiran, en especial los despóticos y dictatoriales, a manejar ellos solitos todo lo importante sin contar con los ciudadanos. Por eso es tan gratificante comprobar que el pueblo unido es capaz de hacer caer regímenes y de derrocar tiranos. Nunca viene mal recordar que los ciudadanos seguimos teniendo un inmenso poder y que sólo nosotros somos dueños de nuestro propio destino. Ésa y muchas más lecciones dadas al resto del mundo por los ciudadanos de estos países árabes bien valen reconocimientos como el de la revista Time y muchos más. Debemos agradecer una y mil veces a ese ciudadano anónimo de Egipto o Túnez, por poner dos ejemplos, que decidieron salir a la calle y unirse a la imparable avalancha popular de libertad. Hay quien teme el poder que los islamistas están tomando en muchos de estos países. Sigamoslo con atención, por supuesto, pero no menospreciemos a pueblos que han dejado muy claro que su lucha es en busca de derechos, libertad y mejoras sociales.

La primavera árabe no sólo despierta fascinación. También cosecha grandes dosis de simpatía y de admiración. La extraordinaria demostración de estos pueblos en su lucha por la libertad será por siempre un referente imprescindible para el futuro. No se puede olvidar que esta lucha ha dejado muchos muertos. Miles de inocentes han muerto luchando por dejar un mundo mejor. A ellos también habrá que agradecerles especialmente el resplandor que ha supuesto este movimiento en diferentes países árabes. Ninguna ideología vale más que la vida de un solo un hombre, se suele decir. Es rigurosamente cierto. En el caso de la primavera árabe son muchos los que han perdido la vida. Lo han hecho no por abanderar una ideología determinada, sino por pedir derechos, libertades. Todos ellos son ejemplos de compromiso y muestras de cuán bárbaro era el régimen contra el que se rebelaron. A todos ellos debe mucho la Humanidad entera.

La revista estadounidense también incluye en el paquete de manifestantes a los miembros del movimiento 15-M en España, a Ocupa Wall Street en Estados Unidos y a los manifestantes que salieron a las calles de Moscú recientemente para denunciar el supuesto fraude electoral. El movimiento de Estados Unidos es calcado, o casi, al 15-M. Sobre este movimiento he escrito bastante a lo largo del año y lo volveré a hacer cuando, dentro de muy poco, toque hacer resumen del 2011. Creo que el 15-M en su origen fue un golpe de aire fresco y sigo reconociéndoles dos grandes méritos: su capacidad de movilizar a muchas personas y que gracias a ellos se ha demostrado que la sociedad no está dormida ni anestesiada ante tanta corrupción, injusticia y cuestiones que se deben mejorar con urgencia. El 15-M ha cometido grandes fallos. Pecó quizás en un comienzo de idealista y, sobre todo, de poco concreto. En alguna situación determinada se pareció demasiado al clásico movimiento antisistema con nulas ideas constructivas (recuerdo el injustificable acoso a los parlamentarios catalanes en verano). Con todo, el balance debería ser positivo. ¿Quedará como flor de un día? ¿Se terminará de evaporar? ¿En la práctica no servirá para gran cosa? Puede, pero ha sido un movimiento interesante.

No se debe temer a un grupo pacífico de ciudadanos que pide mejoras. Todo lo contrario. Lo que deben hacer los políticos es escucharles. No sé muy bien si la aparente pérdida de fuerza y la indudable ausencia mediática del movimiento significará que está en horas bajas y que decaerá su presencia en la sociedad. Veremos. Lo que sí sé es que algunas de sus reivindicaciones siguen siendo igual de justas, necesarias y razonables. Cambiar la Ley Electoral, no tolerar los casos de corrupción y reclamar menos poder de los mercados para pensar más en los ciudadanos de a pie, por ejemplo. La esencia del 15-M ha sido positiva. Entre otras porque ha llevado a plantearse cosas, a escuchar a la calle, a remover conciencias. Con sus muchos errores y con toda la parte negativa que se quiera añadir, el 15-M ha sido algo bueno. Como con todo, lo suyo sería que sacáramos lo más positivo y desecháramos lo peor. Que la gente no se calle ante lo que considera injusto y que, al menos, los políticos sepan que no es que nos enteremos o que no nos importa lo que hacen mal.

En Rusia los movimientos contra el pucherazo electoral es, por supuesto, muy positiva y enriquecedora. Demuestra un necesario despertar. La calidad democrática nunca ha sido un fuerte en aquel país. El camino correcto es el emprendido por el variopinto grupo opositor a Putin. En algunos casos tienen ideologías muy diferentes entre sí, hasta opuestas, pero tienen en común algo mucho más importante. Los ciudadanos que están saliendo a las cales y utilizando también Internet para mostrar su rechazo al fraude electoral y a los tejemanejes de Putin y sus secuaces están hacieno una impagable y muy meritoria labor para lograr que en futuro Rusia sea esa democracia que sueñan y nunca llega. En resumen, el manifestante ha sido justamente elegido personaje del año. El ciudadano que sabe que él solo no puede cambiar el mundo, pero que se une a muchos más para ir cambiando poco a poco su país, su comunidad. El manifestante no sólo es personaje del año para la revista Time. Es sobre todo una razón de peso para volver a creer en el ser humano. Un motivo para luchar por cambiar las cosas. Un modesto héroe del siglo XXI.

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