Treinta años después del 23-F


Los que no vivimos el intento de golpe de Estado el 23 de febrero de 1981 no podemos responder a esa pregunta que se hace hoy a todas las personas que sí lo vivieron, es decir, dónde estabas cuando Tejero entró en el Congreso de los Diputados intentando romper la recién nacida democracia española. De todos modos, mucho hemos oído hablar sobre esta fecha tan señalada en la historia reciente de España, y más aún estos últimos días en los que parece como si todavía faltaran muchas cosas por saber del 23-F. Todos los medios pretenden dar informaciones hasta ahora desconocidas sobre esta intentona golpista que fracasó hace hoy 30 años. Una intentona golpista que hizo contener la respiración a millones de personas que veían cómo en su país un tipo pretendía ejercer de salvador de la patria. Gracias a todas las personas que actuaron como debieron ese día, hoy podemos decir que somos nosostros los que nos hemos librado de esta clase de gente que aquel día de frebero creía que en España todavía se podía hacer caer una democracia invadiendo la sede donde los representantes de la sociedad española se reúnen para debatir leyes o tomar otro tipo de medidas. Se está instiendo mucho, y me parece muy acertado, sobre el hecho de que no se conmemora nada hoy, porque un intento de golpe de Estado no debe conmemorarse, sino que se recuerda. Y, ya de paso, debemos rendir homenaje a todos los que hicieron posible que la aventura de Tejero no siguiera adelante.
Tuvo que ser ciertamente descorazonador y deprimente para los españoles de aquella época ver cómo un teniente de la Guardia Civil entraba, pistola en mano, en el Congreso de los Diputados y trataba de humillar a los representantes elegidos democráticamente por los españoles, y también hundir la democracia. Esta imagen, quizás una de las más presentes en la memoria colectiva de los españoles, de Tejero irrumpiendo en el Congreso con otros agentes para dar un golpe de Estado es una imagen propia del pasado. Ya era propia del pasado en 1981, quiero decir. Era más propia del siglo XIX en el que los militares se sabían con la capacidad de hacer caer gobiernos según se les antojara. Sin embargo España estaba harta de que otros decidieran por ella su futuro, harta de que otros se atribuyeran el papel de salvadores de la patria, y harta de que hubieran quien se creía con poder para revocar las decisiones democráticas del pueblo español. La sociedad española de entonces estaba viviendo dificultades, porque la economía no marchaba bien y había atentados terroristas cada poco tiempo, entre otras cosas; pero todos los españoles estaban dispuestos a seguir en su esfuerzo común que comenzó en 1975 con la muerte del dictador Franco. La transición debía seguir su curso, eso es lo que querían los españoles de esa época. Y eso es lo que pasó.
Quienes sí vivieron el 23-F recuerdan a la perfección lo que pensaron y sintieron cuando se produjo este intento de golpe de Estado. Los fantasmas del pasado regresaban en forma de un individuo llamado Tejero y de sus compinches en esta maniobra antidemocrática. En ese momento algunos diputados, como el todavía presidente Adolfo Suárez, o Gutiérrez Mellado, así como Carrillo, tuvieron el valor de permanecer de pie cuando el teniente de la Guardia Civil disparó al techo del Congreso. Imagino lo que debieron sentir los españoles que seguían por televisión esta sesión del Congreso. Los temores de un regreso a la dictadura, los miedos de que España no fuera capaz de hacer frente a este golpe. Todo ello quedó en un susto enorme, pero también en algo que terminó por fortalecer la débil democracia española. Porque después de este intento de golpe de Estado la democracia siguió avanzando con paso firme dejando muy claro que nada ni nadie frenaría el futuro de libertades y derechos hacia el que iba nuestro país. La intervención del Rey Don Juan Carlos fuer decisiva para que el golpe se viniera abajo y la democracia española siguiera contruyéndose. A la historia ha pasado este papel decisivo del Rey en el aborto del golpe de Tejero. Su intervención en televisión fue clave: el Jefe del Estado estaba con la democracia.
Se dice muy a menudo, y con mucha razón, que el Rey quedó legitimado de verdad por los ciudadanos no cuando se votó la Constitución, sin ese mismo 23-F cuando demostró su compromiso con la democracia. Él había sido el gran impulsor del proceso de transición en España y ese día complicado dejó claro que no iba a ceder ante este burdo intento de eliminar el régimen de libertades. No hay duda de que el prestigio del que goza el Rey en todo el mundo, y por supuesto en España, proviene en gran parte de su actitud el 23-F. Sólo él podía parar en seco de esa forma el intento de golpe, y no dudó en hacerlo. Su intervención ese día fue clave par que hoy, treinta años después de la irrupción de Tejero en el Congreso, podamos estar hablando de ese acontecimiento del modo en que lo estamos haciendo: como el enorme fracaso que, afortunadamente, fue. Don Juan Carlos se ganó un lugar en el corazón de los españoles aquel día. El 23-F, y en general la transición española, tienen muchos nombres que deben ser resaltadados. Nombres de personas que hicieron mucho por la democracia en España. Uno de ellos, uno de los más destacados, es el Don Juan Carlos I. El Rey de todos los españoles, más si cabe desde esa noche del 23 de febrero de 1981.
Para muchas personas hasta ese día el Rey no dejaba de ser alguien que estaba en ese puesto por haber sido nombrado por Franco. Y es verdad. Pero don Juan Carlos se comprometió desde un primer momento con la democracia. Tenía claro lo que España quería tras décadas bajo la sombra de una dictadura. Para ello contactó con Adolfo Súarez, otro gran hombre de esa época, para pilotar junto a él la transición. Don Juan Carlos es muy querido y respetado por ese papel suyo en favor de la democracia. Y si un día se recuerda por encima de cualquier otro, ése es el 23-F y el modo en que el Rey actúo. Don Juan Carlos I, el demócrata, intervino para que esa sinrazón del golpe de Estado se parara de forma contundente y para que se reestableciera la normalidad. Su decidida intervención de aquella noche fue clave y se ganó el reconocimiento de todos los españoles. Unos españoles qur tuvieron durante la transición una admirable altura de miras, y que contribuyeron a que la reconciliación nacional fuera una realidad. Muchos de ellos renunciaron a algunos puntos importantes de su ideología, como quienes defendían la República y tuvieron que aceptar a Don Juan Carlos. Pero será por siempre recordado y admirado el modo en que se comportaron los españoles esos años.
En alguna ocasión anterior he escrito en este blog sobre lo mucho que admiro el período de la Transición española. Creo que si es ejemplo para todo el mundo es porque en España se hicieron las cosas bien. Es muy fácil, unas décadas después, venir a criticar la forma en que se llevó a cabo este proceso. Nada como la distancia en el tiempo y la comodidad de vivir en una democracia asentada (gracias a la Transición, precisamente) para lanzarnos a poner defectos a este proceso. Pero creo que tanto los políticos de aquella época, como los españoles que vivieron esos momentos históricos, actuaron con gran responsabilidad, altura de miras y generosidad. Todos cedieron algo para que España avanzar hacia una democracia. Y en este punto pongo en valor lo que hicieron quienes estuvieron padeciendo la dictadura durante tantos años, pero también a los que formaron parte del Movimiento y que, sin embargo, se comprometieron a contribuir a que España dejara atrás esos tiempos grises. De Carrillo a Fraga, de Felipe Gonzáles a Adolfo Suárez, todos los políticos que tuvieron algo que decir en la transición estuvieron a la altura de lo que se esperaba de ellos. Llegaron a pactos, redactaron una Constitución y lograron que el clamor de democracia que había en España fuera escuchado. Debemos mucho a todos esos políticos, y también a todos los españoles de la época. Un sincero agradecimento a su actitud, tan distante de la irresponsable forma de proceder de algunos políticos actuales en todos los partidos, dicho sea de paso.
El 23-F fracasó y la democracia española comenzó esa noche a dar señales de fortaleza. No quisiera dejar de lado a otro grupo que también contribuyó de forma decisiva a que el golpe no saliera adelante. Hablo de la prensa. La radio y los periódicos de la época que informaron de todo lo que pasaba. El compromiso de la prensa de entonces, con el claro ejemplo del diario El País que sacó una edición especial para posicionarse de forma nítida en contra del golpe y al lado de la democracia, merece también nuestro reconocimiento. Treinta años después, el valor de los periodistas que reafirmaron su compromiso con la democracia en un día ten delicado debe ser destacado con admiración. Su actitud el 23-F fue también crucial y muy valiente. Muchas personas deben ser recordadas hoy en España. También, cómo no, los diputados de entonces que tanto sufrieron ese día en el Congreso. Y los que se pusieron al frente del gobierno provisional tras el golpe. Mucha gente que hoy tendrá su merecido homenaje y el recuerdo de todos los españoles. Entre ellos, el Rey Don Juan Carlos, decisivo en el fin del golpe. Tres décadas han pasado desde entonces y España vive en una democracia asentada. Hay diferencias políticas, hay miserias políticas, hay bajezas políticas y hay ciertos errores graves. Pero hay democracia.

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