El paraíso

 

Hay autores que cuentan que el comienzo de un libro o una película es fundamental, porque marca el tono del relato y es lo primero que percibe el lector o el espectador. Hay películas que cambian y desconciertan, y bien está así, claro, pero hay otras que de algún modo son fieles por completo a su inicio, que en cierta forma encierra todo lo que está por venir. Y así ocurre en El paraíso, de Zeno Graton, que tiene un delicado y preciso comienzo con uno de los protagonistas contando en voz en off un recuerdo de niño, cuando veía a peces en un lago congelado y pensaba que hibernaban y que en primavera despertarían, hasta que más mayor se percató de que esos peces no volverían a la vida. 


La metáfora y el paralelismo de esos peces con los propios protagonistas son más que evidentes, ya que son chavales jóvenes que viven en un correccional tras haber cometido delitos. Están encerrados, como esos peces, y quieren no verse como personas condenadas con su futuro marcado. Es un entorno opresor y gris, de vigilancia constante, hasta cuando duermen, y sin el menor atisbo de libertad. Y en medio de ese contexto se abren paso la sensibilidad, la emoción y el amor. Sin cursilería ni subrayados, con mucha sencillez. 


Las interpretaciones de Khalil Ben Gharbia y  Julien De Saint Jean, que están increíbles aportando vulnerabilidad, ternura y complejidad a sus personajes, son realmente magnéticas. Uno no puede dejar de mirar la pantalla. Es dura su vida, sus familias no asoman por allí, su futuro es incierto, pero se conocen, se encuentran y viven instantes felices como cuando escuchan música en una radio, con una pared en medio entre sus dos habitaciones. Hay momentos de desesperanza y un claro enfoque social en el filme, mostrando lo que hace la sociedad belga, en este caso, con los jóvenes conflictivos y vulnerables. Se muestra que lo sabe bien qué hacer con ellos y que aparecen cuestiones como el racismo o el clasismo. 


Es preciosa la forma en la que fluye y crece esa historia de amor en un lugar gris y desesperanzador. Porque la película es mucho más que una historia de amor entre los dos jóvenes en ese correccional, pero es  también una bella, sencilla y tierna historia de amor. Uno de los dos protagonistas está a punto de poder salir a la calle al fin y tiene ganas, claro, pero también le da miedo reintegrarse en la sociedad. A medida que se consolida su relación con el otro joven, se confunden aún más sus sentimientos: dónde está y qué es la libertad, cómo encontrarse a uno mismo encerrado, qué es el futuro, cómo abordarlo… 


El final, tan sutil y bello como el resto de la película, pone un broche perfecto a una película, ya digo, sencilla, que encuentra precisamente su grandeza en esa falta de pretensiones, en esa simplicidad


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