El fin de la novela de amor

 

Vivian Gornick dice algo precioso de los libros de Grace Paley en uno de los relatos de El fin de la novela de amor, publicado por Sexto Piso con traducción de Julia Osuna Aguilar. Afirma que “la gente ama más la vida gracias a su escritura”. Al leer esa frase pienso tres cosas: que debo leer a esa autora que tanto elogia Gornick, que es maravillosa la pasión con la que la autora estadounidense comparte sus lecturas y, por supuesto, que eso mismo, que amamos más la vida gracias a su escritura, podemos afirmar también sin duda los lectores de Gornick. 


Desde luego, con pocas autoras he disfrutado más que con ella. Me cautivó su extraordinario Apegos feroces, centrado en la ambivalente y compleja relación con su madre; me encantó pasear a su lado por su querida Nueva York en La mujer singular y la ciudad; lo pasé en grande con su ligereza inteligente y su forma de combinar vivencias personales con reflexiones, lecturas y anécdotas en Mirarse de frente y me fascinaron sus ideas sobre las relecturas de obras que nos marcaron en el pasado y cómo los libros cambian a medida que cambia nuestra mirada en Cuentas pendientes


Muchas de las virtudes de aquellos libros están también en esta compilación de relatos y capítulos cortos, del que lo primero que impacta es su fecha de publicación inicial, 1997, ya que las reflexiones de la autora sobre el amor romántico y sobre lecturas con el amor en el centro son de una impresionante actualidad. Habla mucho y muy bien de Gornick haber planteado hace más de dos décadas debates que hoy son tan candentes. 


No es el libro que más me ha gustado de la autora, entre otras cosas porque el listón estaba altísimo, pero sí es un libro interesante y muy valioso. Como en otras obras de Gornick, la autora comparte con pasión sus ideas sobre la importancia y la influencia real de la literatura en la vida. Escribe sobre personajes de novelas como si lo hiciera de una vecina del quinto, porque en parte no se distinguen tanto de personas reales, porque no es menos real la literatura que eso que llamamos realidad. También me gusta cómo habla de las motivaciones de los narradores de esas obras, con pinceladas sobre su vida y cómo influye en su obra. 


Gornick se muestra aquí como una lectora apasionada que cuestiona la representación del amor romántico a lo largo de la historia de la literatura. Se centra en las historias de amor entre hombres y mujeres. Me gusta especialmente el pasaje en el que habla de autores masculinos que alimentan estereotipos sobre las mujeres, como Hemingway o Dubus. “Lo que impresiona a los lectores como yo es la naturaleza extraordinaria inamovible de lo que ocurre entre personajes masculinos y personajes femeninos. El narrador suscribe siempre sin falta una idea de virilidad que no ha cambiado en medio siglo, y las mujeres que conoce parecen suscribirla también”, escribe. Poco después afirma de Dubus que “ embarga la nostalgia por una idea de la relación de pareja entre hombres y mujeres que está evaporándose… y que algunas no vemos la hora de que se marchite de una vez por todas”. 


Quizá el mejor capítulo del libro  sea el último, que es precisamente el que da título a la obra, y comienza así: “en la época en la que yo me crie, el mundo entero creía en el amor”. Es en ese pasaje en el que la autora explica que el amor romántico, ya entonces, hace más de 20 años, había perdido ya ese espacio central en la literatura y en la vida, esa suerte de objetivo vital por encima de cualquier otro. Es una narrativa que ya no convence a la autora, ni en la vida ni en los libros.  Y hoy, tanto tiempo después, seguimos debatiendo sobre ello. Por algo será. 

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