Jugada maestra de Sánchez

Cuesta poco imaginar las carcajadas de Pedro Sánchez en los últimos días al leer las voces apocalípticas que anticipaban un gobierno Frankenstein con guiños a Bildu y a los independentistas. Muy lejos de ese ejecutivo peligroso y radical, el líder del PSOE ha creado un gabinete, en apariencia, extraordinario, repleto de profesionales reconocidos en sus sectores, de un nivel abrumador, que casi resulta bochornoso si se compara con los miembros de anteriores gobiernos. Sin concesión alguna a los partidos que apoyaron la moción de censura, salvo que alguien crea que los independentistas pidieron a Josep Borrell como ministro de Exteriores, Podemos a Nadia Calviño como ministra de Economía o Bildu a Fernando Grande-Marlaska en Interior. Y sin concesiones tampoco a su partido, no como en tantos ejecutivos de todo color llenos de políticos puestos ahí sólo por la lealtad a su líder, no por sus capacidades. Bien mirado, igual debemos empezar a exigir que el presidente del gobierno sea previamente detestado por la mayoría de su propio partido, ya que así está libre de ataduras y equilibrismos para formar un gobierno de nivel.


Las altas expectativas despertadas por el nuevo gobierno será su mayor enemigo a partir de ahora. Porque el PSOE cuenta con sólo 84 diputados en el Congreso y nadie estará muy dispuesto a darle alas a un gabinete ya de por sí generalmente reconocido y casi admirado. El movimiento político de Pedro Sánchez es de una audacia innegable, de la que la inmensa mayoría de la opinión pública le creía incapaz. Habrá que empezar a reconocer cuánto nos equivocamos tantos con él. Detestado dentro y fuera de su partido, con todo en contra, ha logrado doblar la mano a la vieja guardia del PSOE, desalojar de La Moncloa a Mariano Rajoy y, ahora, formar el que quizá sea el gobierno más preparado de la reciente historia democrática.

Y también es el gobierno que cuenta con más mujeres, no por cuotas, no, sino porque ha buscado formar el gobierno de los mejores y entre ellos hay 11 mujeres y 7 hombres. No hay mujeres rellenando cupo alguno, sino profesionales muy reconocidas en su sector. Es potente el mensaje que lanza Sánchez con la formación de este gobierno, demostrando que ha sabido leer el mensaje de la sociedad el pasado 8 de marzo y, sobre todo, desmontando esos argumentos simplistas de quienes critican la paridad porque creen que en ese sistema las mujeres (sólo las mujeres) sirven para rellenar un cupo. Nada más lejos de eso. Hay mujeres extraordinariamente preparadas para ser mayoría en un gobierno. 

Igual que hay dos ministros abiertamente homosexuales, no por serlo, sino por su competencia. No sería importante si no fuera porque son los dos primeros ministros gays (fuera del armario) de la historia reciente de la democracia española. Importa, claro que importa, porque rompe la invisibilidad de tantos años. Las ministras del gobierno serán juzgadas por sus acciones, no por ser mujeres, igual que estos dos ministros lo serán por sus actos, no por su orientación sexual. Pero tenerlos como referentes en el gobierno más igualitario de la historia es un logro no menor de este ejecutivo, aunque sólo sea, parafraseando a Suárez, por elevar a la categoría política de normal lo que ya es normal en la sociedad. 

Ha actuado con mucha inteligencia Sánchez, que utilizará su llegada a La Moncloa (perfectamente legítima) como la mejor plataforma electoral, como el mejor acto diario de campaña. Desde la presidencia del gobierno mostrará a los ciudadanos un gabinete de personalidades muy reconocidas en su ámbito, como Pedro Duque o Teresa Ribera, un referente en la lucha contra el cambio climático. Y no concurrirá a las elecciones en un cuerpo a cuerpo con los candidatos de los otros partidos, sino arropado por un consejo de ministros estelar.

El resto de grandes partidos políticos no pueden disimular su nerviosismo y su preocupación por la inteligencia de Sánchez. Y se comprende. Ciudadanos tendrá difícil criticar un ejecutivo que, en buena medida, podría haber creado él mismo. ¿Atacará a Josep Borrel, con quien el partido naranja se ha manifestado contra la independencia de Cataluña varias veces? ¿O criticará quizá a Nadie Calviño, a quien propuso como gobernadora del Banco de España? Ayer Luis Garicano intentó arrimar el ascua a su sardina diciendo que el gobierno formado por Sánchez forma parte del cambio que Ciudadanos quiere traer a la política española, algo extraño teniendo en cuenta que su partido votó a favor de salvar a Rajoy en la moción de censura. Ciudadanos, habituado a nadar y guardar la ropa, se encuentra por primera vez con una marea incapaz de controlar. Sólo le queda jugar la baza de que este gobierno es débil y está en minoría, pero su horizonte electoral se ha oscurecido de pronto y tendrán más difícil asustar con todas las plagas imaginables provenientes de un ejecutivo, en apariencia, tan impecable y moderado. Sencillamente no sería creíble.

El PP, claro, también anda perdido y aún en shock por la moción de censura. Es de esperar que supere la fase de negación, clásica en todo duelo, porque suena más bien ridículo escuchar a Rafael Hernando decir que es ilegítima una moción de censura o que nadie ha votado a Sánchez, despreciando (o peor aún, desconociendo) el funcionamiento de una democracia parlamentaria. Y tampoco le servirá de mucho intentar agitar la idea del gobierno Frankenstein, por el innegable nivel de los miembros del gobierno. Podrán usar a Màxim Huerta como pimpampum, no sin un aire de arrogancia y autosuficiencia inquietante en esas críticas, pero no le da para tanto. Si todo lo que pueden echar en cara al nuevo gobierno es que el ministro de Cultura y Deportes tuiteó una vez que no le gusta el deporte, tienen más bien poco.

Podemos, que ya ayer se desmarcó de Sánchez y pidió desesperadamente atención, es quizá el partido que peor lo tiene. Por poco que acierte el gobierno de Sánchez, por pocos guiños sociales que haga, podrá recuperar a una parte importante de ese electorado que escapó del PSOE en la segunda legislatura de Zapatero y que deseaba cualquier mínima razón para poder volver a confiar en ese partido. Un gobierno extraordinario puede ser esa razón, por más que no sea el ejecutivo más de izquierdas que cabría imaginar, con algunos componentes más bien conservadores. El partido morado apelará probablemente a ese votante muy de izquierdas, pero lo tendrá difícil para retener al que salió del PSOE y ahora puede volver a verse representado en esa formación. Es decir, Podemos optará por la vía Iglesias, no por la Errejón. Por la de los ya muy convencidos, no por la transversalidad. Por la representación clásica de IU en el Congreso, no por la aspiración de ser un partido de gobierno.

Sin duda, el gran reto del nuevo gobierno será la crisis en Cataluña. Y ahí, de nuevo, por escaso que sea el avance que logre Sánchez, por mínimo que sea el progreso, aunque sólo se baje unos pocos decibelios del ruido y la polémica, ya algo habrá mejorado la situación. Pero el nuevo gobierno sabe también que cualquier concesión, o lo que la oposición entienda como una concesión, llevará a PP y Ciudadanos a agitar la bandera española y a abrazar un discurso nacionalista para combatir el independentismo y, de paso, presentar a este gobierno como un gabinete rompepatrias. Tendrá trabajo Meritxell Batet, ministra de Política Territorial y Función Pública. Lástima que los independentistas catalanes hayan elegido a un líder, en apariencia, tan poco abierto al diálogo y la distensión como Quim Torra. 

Tiene opciones reales de decepcionar el gobierno de Sánchez, quien por cierto ayer no aceptó preguntas en su primera comparecencia ante los medios, repitiendo los vicios de su antecesor en La Moncloa. El perfil de la mayoría de sus ministros ha ilusionado y ha despertado unas expectativas poco frecuentes. Gobernará con unos Presupuestos que no son los suyos y tendrá que buscar mayorías en el Congreso para aprobar cambios legislativos. No lo tendrá fácil, porque el resto de formaciones empezará a preocuparse más por no ceder terreno ante el PSOE y por impedir que se cuelgue medallas. La inteligencia y audacia de este último movimiento político, sorprendente para todos, invita a darle un voto de confianza a Sánchez, que ha protagonizado una jugada maestra inimaginable hace unas semanas, cuando su partido parecía condenado a la irrelevancia. Todo en política cambia muy rápido pero por primera vez en muchos años, el viento parece soplar en dirección favorable para el PSOE, porque Sánchez ha sabido colocar las velas en el sentido adecuado, a contracorriente y navegando casi en solitario. Tras avanzar en una modesta barcaza,después de naufragar, ahora ha cogido el timón de un buque mucho más imponente, para asombro de propios y extraños.

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